“Jesús resucitó en la madrugada del primer día de la semana y se apareció en primer lugar a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. Ésta fue a comunicárselo a los que lo habían acompañado, que estaban tristes y seguían llorando. Ellos a pesar de oír que estaba vivo y que ella lo había visto, no lo creyeron. Después de esto se apareció, con aspecto diferente, a dos de ellos que iban de camino hacia el campo. También fueron a dar la noticia a los demás. Pero tampoco les creyeron.
Por
último se apareció a los once, cuando estaban a la mesa, y les echó
en cara su incredulidad y su terquedad por no haber creído a quienes
lo habían visto resucitado. Y les dijo:
-Id
por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura. A
los que crean, les acompañarán estas señales: expulsarán demonios
en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes con
sus manos y, aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las
manos a los enfermos y éstos se curarán”. Mc 16-9,18.
“Apostolatus autem circumcissionis Petro est asignatus (…) Jacobo Zebedai Hispania”. Breviarium Historiae Catholicae -Rodrigo Jiménez de Rada.
“Por aquel tiempo, el rey Herodes comenzó a perseguir a algunos de la Iglesia. Ordenó matar a filo de espada a Santiago, el hermano de Juan”. (Palestina año 44) Hch 12-1,2.
Tras
la Resurrección y Ascensión de Cristo, “Al llegar el día de
Pentecostés, estaban todos juntos (los apóstoles) en el mismo
lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a un viento
impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces
aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y posaban sobre
cada uno de ellos. Todos quedaron llenos de Espíritu Santo y
comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu los
movía a expresarse”- Hch 2, 1-4. Algunas fuentes
sitúan a Santiago
predicando en España, sin pruebas documentales ni a favor ni en
contra,
y en su retorno a Jerusalén es apresado y condenado a muerte por
Herodes.
En
resumen, tras el mandato de Cristo de predicar el evangelio, según
determinadas fuentes que no acreditan la presencia en
vida
del Apóstol Santiago en Hispania, éste regresa a Palestina y es
ejecutado por Herodes, hecho que sí se constata en la
Biblia. Tras su muerte, la leyenda habla del traslado de sus restos
por vía marítima a Galicia por algunos discípulos suyos. De ello
se deriva que hay que diferenciar la predicación de Santiago en
España de la del traslado de su cadáver, si bien es de suponer que ambas tradiciones se apoyaron mutuamente.
La
tradición más importante y que origina el fenómeno de la
peregrinación es la del reposo en la seo compostelana del Apóstol y
que gira entorno a dos elementos: la inventio (hechos que llevaron al descubrimiento del sepulcro de Santiago) y la translatio (la traslación por mar del cuerpo del apóstol desde Palestina a Galicia).
“Los
restos del Apóstol fueron enterrados en Hispania
y
posteriormente trasladados y escondidos en sus últimos límites
frente al mar británico”. Martirologio
de Beda el Venerable escrito unos cien años antes del
descubrimiento de su tumba.
1 La
translatio.
Según
los Hechos de los Apóstoles, mientras predicaba Santiago en
Jerusalén después de su periplo
por Hispania, es apresado por orden de Herodes y decapitado. Es el
primer apóstol en sufrir martirio. Una tradición narra que Santiago
el Menor recogió la cabeza y la entregó a la Virgen para que la
custodiase y esta reliquia se encuentra custodiada en la Iglesia
de Santiago de Jerusalén del Patriarcado Armenio. En cuanto a su
cuerpo, sus discípulos lo recogieron y partieron en un barco a
buscar un lugar apropiado para darle sepultura. En esta embarcación
mágica que no precisaba tripulación ni guía atravesaron las
columnas
de Hércules y llegaron hasta las costas gallegas.
"A
lo largo de la historia se ha citado la existencia de reliquias de Santiago el Mayor en
varios puntos de Europa,
pero ninguna ha alcanzado la tradición
de
la armenia,
salvo una: la depositada en la catedral italiana de Pistoia,
extraída de un fragmento del cráneo del Apóstol donado por el
arzobispo compostelano Diego Gelmírez
a
dicha ciudad en el siglo XII. El problema es que aceptar la versión
armenia
chocaría
con la autenticidad concedida a la reliquia de Pistoia
que,
además, fue utilizada a finales del siglo XIX para confirmar como
auténticos por el Vaticano los restos de Santiago
conservados
en Compostela. Quizá
por esto, dos santuarios -el compostelano y el armenio- destinados a
mantener una estrecha relación simbólica y espiritual apenas han
tenido contactos a través del tiempo". Fuente
El relato de la translatio no tiene ninguna conexión con la hipótesis emeritense y la arqueología demuestra que la cámara mortuoria del edículo donde se hallaron los restos del ¿Apóstol Santiago? permanecieron selladas desde la segunda mitad del siglo II hasta su descubrimiento en el siglo IX por el monje Pelayo, lo cual invalida tanto la hipótesis priscilianista como la emeritense.
La leyenda más meriodinal de la translatio se sitúa en la ría de Vigo pero no se recoge en el Códex Calixtinus.
El relato de la translatio no tiene ninguna conexión con la hipótesis emeritense y la arqueología demuestra que la cámara mortuoria del edículo donde se hallaron los restos del ¿Apóstol Santiago? permanecieron selladas desde la segunda mitad del siglo II hasta su descubrimiento en el siglo IX por el monje Pelayo, lo cual invalida tanto la hipótesis priscilianista como la emeritense.
“También Fray Justo Pérez de Urbel ha tratado de explicar de una manera racional el milagro jacobeo.
La tesis de Fray Justo está basada en un descubrimiento arqueológico reciente. Hace pocos años fue hallada en Mérida una inscripción del siglo VII en la que se habla de unas reliquias de varios santos, entre ellos Santiago Apóstol y San Juan Evangelista, que se encontraban en el ara de la iglesia de Santa María. Supone Pérez de Urbel que, cuando los musulmanes se presentaron en la Lusitania, el clero de Mérida huyó a Galicia con todas sus reliquias, se afincaron en Compostela y allí las depositaron en una basílica levantada, como la de Mérida, en honor de la Virgen. La reliquia del Apóstol Santiago habría sido especialmente venerada, hasta un punto en que el fervor en alianza con la fantasía, la habría convertido en un cuerpo íntegro del santo discípulo de Cristo. Este culto, corriendo el tiempo, habría desplazado al de la Virgen.
Aún considerándola verosímil, Sánchez Albornoz rechaza la hipótesis emeritense y dice: una minúscula reliquia del Apóstol, no habría movido a enterrarse junto a ella al obispo de Iria Teodomiro (acaba de hallarse su lauda sepulcral) ni habría decidido a los reyes a establecer en Compostela el centro religioso de su reino, y los documentos pontificios del siglo pasado registran el hallazgo, bajo el altar de Santiago, de tres esqueletos. (…) No hay base científica sólida, que nos explique el origen del culto a Santiago. Pero en cambio, los descubrimientos arqueológicos del siglo pasado y los actuales informes de Chamoso Lamas, revelan de una forma clara y terminante que en Santiago ya se veneró a un gran personaje antes de la invasión musulmana.
¿Era este personaje Santiago el hijo de Zebedeo?” -Victoria Armesto Galicia Feudal-.
La leyenda más meriodinal de la translatio se sitúa en la ría de Vigo pero no se recoge en el Códex Calixtinus.
“Los
discípulos que traían el cadáver del Apóstol Santiago desde
Judea, al llegar a la altura de las Islas Cíes en la entrada de la
actual ría de Vigo advirtieron que en la orilla se estaba celebrando
en ese momento una boda.
El
padre de la novia, el Señor de la localidad de Maia, había decidido
citar en su propiedad a la familia del novio que había venido desde
la localidad de Gaia.
Uno
de los juegos que se estaban celebrando durante la fiesta consistía
en montarse a caballo y galopar mientras el jinete impulsaba al aire
una lanza para tratar de recogerla antes de que cayera al suelo.
Cuando le tocó el turno al novio, el joven lanzó su caña de tal
modo que ésta se desvió hacia el mar y se introdujo en las aguas
para no perderla.
Desaparecidos
caballo y caballero, los testigos vieron asombrados cómo ambos
reaparecían más lejos, al lado de la barca que transportaba al
Apóstol y que se estaba acercando a la costa.
El intrépido caballero se dispuso a saludar a los navegantes y se
dio cuenta que tanto él como su caballo tenían muchas conchas de
vieira encima.
Los
discípulos de Santiago interpretaron semejante recibimiento como un
milagro indudable
e invitaron al novio a subir a bordo. Mientras los participantes en
la boda esperaban expectantes, el joven y los discípulos estuvieron
hablando de lo ocurrido. A resultas de ello el
joven decidió convertirse al cristianismo.
Los discípulos interpretaron que ese
milagro debería de ser perpetuado de alguna forma por lo cual
decidieron que todos aquellos que fueran a ir en peregrinación a
venerar el cuerpo del apóstol, deberían de llevar una concha de
vieira con ellos”
Vid.
Después de la leyenda del milagro de la ría de Vigo, la barca del Apóstol
prosiguió su navegación por la ría
de Aorousa por Sanxenxo y por el río Ulla hasta llegar a Padrón
para continuar después por tierra. Recordemos que Padrón tuvo
puerto hasta el siglo XVII, cuando los aluviones del río Sar
produjeron la retirada de la ría.
Una vez amarrada la nave al pedrón, seguimos el relato literal de la translatio que se recoge en el Libro III del CodexCalixtinus:
Una vez amarrada la nave al pedrón, seguimos el relato literal de la translatio que se recoge en el Libro III del CodexCalixtinus:
"Sus
discípulos, apoderándose furtivamente del cuerpo del maestro, con
gran trabajo y extraordinaria rapidez lo llevan a la playa,
encuentran una nave para ellos preparada, y embarcándose en ella, se
lanzan a la alta mar, y en siete días llegan al puerto de Iria, que
está en Galicia, y a remo alcanzan la deseada tierra. Y no se ha de
dudar que entonces dieron al Autor de las cosas muchísimas gracias y
entonaron las merecidísimas alabanzas, tanto por tan gran beneficio
como Dios les había concedido, cuanto porque habían evitado sin
daño alguno los ataques de los piratas, los peligrosos choques con
los escollos y las negras simas de las encrespadas olas. Así, pues,
confiados en tal y tan grande protector, dirigen sus pensamientos a
las demás cosas necesarias para sus fines e intentan descubrir qué
sitio había elegido el Señor para sepulcro de su mártir.
Emprendida,
pues, la marcha hacia oriente, trasladan el sagrado féretro a un
pequeño campo de cierta señora llamada Lupa, que distaba de la
ciudad unas cinco millas, y lo dejan allí. Inquiriendo quién era el
dueño de aquel terreno, lo averiguan por indicación de unos nativos
y procuran vehemente y ardientemente encontrar a la que buscaban.
Yendo, por último, al encuentro de la mujer a hablar con ella, y
contándole el asunto tal como se desarrolló, le piden que les dé
un pequeño templo en donde ella había colocado un ídolo para
adorarlo, y que era también muy concurrido por los descarriados
creyentes de la absurda gentilidad.
Y
aquélla, nacida de nobilísima estirpe, y viuda por intervención de
la suerte suprema, aunque se había entregado sacrílegamente a la
superstición, no olvidando su nobleza, renunciaba al matrimonio con
los que pretendían, tanto nobles, como plebeyos, para que una
especie de adulterio no manchase su primer tálamo conyugal. Y
considerando ella constantemente sus palabras y su petición, antes
de dar respuesta alguna, medita en lo profundo de su corazón de qué
manera los entregará a una cruel muerte, y les contesta, por último,
ensañándose hipócritamente: "Id, dijo; buscad el rey que vive
en Dugio, y pedidle un lugar para disponer la sepultura a vuestro
muerto".
Obedeciendo
sus indicaciones, unos velan con el ritual funerario el cuerpo del
apóstol en un lugar, y otros llegan lo más rápidamente posible al
palacio real, y conducidos a presencia del rey le saludan según la
etiqueta regia, y le cuentan en detalle quiénes y de dónde son y
por qué habían venido. El rey, pues, aunque al principio de su
exposición les oía atento y benévolo, sin embargo, atónito por un
increíble estupor, dudando qué había de hacer e inspirado por
diabólica sugestión ordena, en el colmo de la crueldad, que
ocultamente se les prepare una emboscada y que se mate a los siervos
de Dios. Pero, no obstante, descubierto esto por voluntad de Dios,
marchándose secretamente, escapan huyendo con rapidez.
Cuando
se informó al rey de su fuga, conmovido por enconadísima ira, e
imitando la ferocidad de un león rabioso, con los que estaban en su
corte persigue pertinazmente el rastro de los fugitivos siervos de
Dios. Y como ya hubiese llegado al extremo de estar a punto de ser
muertos a manos de los empedernidos perseguidores, atraviesan,
inquietos éstos, tranquilos aquellos, un puente sobre cierto río, y
en un solo y mismo momento, por súbita determinación de Dios
omnipotente, se resquebrajan los cimientos del puente que
atravesaban, y se desploma desde lo alto a lo profundo del río,
completamente derruido. Y así el ponderado juicio del Rey Eterno
decretó que ni uno tan sólo de toda la turbamulta de perseguidores
sobreviviese para contar en el palacio del rey lo que había
sucedido.
Los
santos varones, pues, volviendo la cabeza al ruido de las armas y
piedras que se desplomaban, ensalzan las grandezas de Dios dignas de
ser pregonadas, al ver los cuerpos de los magnates y sus caballos y
arreos militares rodar miserablemente bajo las aguas del río, de la
misma manera que en otro tiempo lo había experimentado el ejército
faraónico. En consecuencia, ayudados y salvados por la auxiliadora
diestra de Dios, y animados y enardecidos por aquel suceso, recorren
el salvador camino hasta la casa de la citada matrona y le muestran
cómo la exasperada determinación del rey había querido perderles
con la muerte, y lo que Dios había hecho contra él para su castigo.
Luego,
con insistentes ruegos, le piden que ceda la precitada casa dedicada
a los demonios, para consagrarla a Dios. Le aconsejaban e insistían
que rechazase aquellos ídolos artificiales que ni podían
aprovecharle a ella, ni dañar a otros, ni ver con los ojos, oír con
los oídos u oler con la nariz, y que no se servían en absoluto de
ninguno de sus miembros. Y su mente conmovida porque ante el
hundimiento del rey en el río temía por la muerte de sus parientes
y allegados, y por esto incapaz como suele suceder en las cosas
humanas, de una sana determinación, tramaba una burda estratagema,
simulando, frente a la opinión corriente, no considerarlos como
embaucadores.
Mientras
ellos la urgían con sus ruegos con mayor vehemencia todavía, a que
suministrase parte del pequeño predio para enterrar el cuerpo del
santísimo varón, ideada una nueva y desusada estratagema, creyendo
poder matarlos con algún engaño, habló de esta manera: "Puesto
que, dijo, veo vuestra intención tan decididamente inclinada a eso,
y que no queréis desistir de ella, id y coged unos bueyes mansos que
tengo en un monte, y acarreando con ellos lo que os parezca de más
utilidad y cuanto necesitéis, edificad el sepulcro. Si os faltasen
alimentos, procuraré liberalmente dároslos a vosotros y a ellos".
Oyendo
esto los apostólicos varones y sin percibir la hipocresía de la
mujer, se marchan dando las gracias, llegan al monte y descubren algo
distinto que no esperaban. Pues al pisar los linderos del monte, de
pronto un enorme dragón, por cuyas frecuentes incursiones se
hallaban entonces desiertas las viviendas de las aldeas próximas,
saliendo de su propia guarida, se lanza, echando fuego, sobre los
santos varones que ardían en amor de Dios, dispuesto a atacarlos y
amenazándolos con la muerte. Mas acordándose ellos de las doctrinas
de la fe, oponen impávidamente la defensa de la cruz, le obligan a
retroceder haciéndole frente y, al no poder resistir el signo de la
Cruz del Señor, revienta por mitad del vientre.
Y
terminado este encuentro, levantando los ojos al cielo dan la gracias
al Sumo Rey desde lo más hondo de su corazón. Finalmente, para
arrojar de allí completamente la multitud de demonios, exorcizan el
agua y la esparcen sobre todo el monte por todas partes. Este monte,
pues, llamado antes el Ilícino, como si dijéramos el que seduce,
porque con anterioridad a aquel tiempo sostenían allí el culto del
demonio muchos hombres malhadadamente seducidos, fue llamado por
ellos Monte Sacro, es decir, monte sagrado.
Y
al ver desde allí corretear los bueyes que arteramente se les había
prometido, los contemplan bravos y mugientes, corneando el suelo con
su elevada testuz, y golpeando fuertemente la tierra con las pezuñas.
Y de pronto, mientras corriendo unos tras otros por la dehesa
representaban una cruel amenaza de muerte con su peligrosísima
carrera, tanta mansedumbre y lentitud se apoderó de ellos, que los
que al principio se
acercaban
corriendo para ocasionar una catástrofe impulsados por su atroz
bravura, luego con la cerviz baja confían espontáneamente su
cornamenta en manos de los santos varones.
Los
portadores del santo cuerpo, acariciando a los animales que se habían
convertido de salvajes en dóciles, sin tardanza les colocan encima
los yugos y, marchando por el camino más recto, entran en el palacio
de la mujer con los bueyes uncidos. Ella, ciertamente, estupefacta,
reconociendo los admirables milagros, movida por estas tres evidentes
señales, se aviene a su petición, y perdida su insolencia, tras
haberles
entregado
la pequeña casa y haberse regenerado con el triple nombre de la fe,
se convierte en creyente del nombre de Cristo con toda su familia. Y
así, instruida por inspiración de Dios en las verdades de la fe,
destruye y rompe resueltamente los ídolos que antes, engañada por
su fantástico error, había adorado humilde y sumisa, y derriba
deshace los templos que en sus dominios había. Y cavado
profundamente el suelo, tras haber sido aquellos destruidos y
convertidos en menudo polvo, se construye un sepulcro, magnífica
obra de cantería, en donde depositan con artificioso ingenio el
cuerpo del apóstol. Y en el mismo lugar se edifica una iglesia del
tamaño de aquél que, adornada con un altar, abre una venturosa
entrada al pueblo devoto".
En
resumen, en el Códex se recogen las leyendas del Monte
Sacro (Camino de la Plata, Sanabrés,
Invierno); A Ponte Maceira (Camino a Fisterra) y los bueyes.
2- La inventio
La
inventio
no se menciona en el Códex, se recoge en la Concordia
de Antealtares de 1077 que fue un acuerdo entre los rectores de
la catedral compostelana encabezados por el obispo Diego
Peláez y el abad Fagildo
del convento de San
Pedro de Antealtares que tenía dos finalidades, una la de fijar
canónicamente
el relato del descubrimiento de la tumba y por otra parte aclarar los
detalles del privilegio que tenía el convento sobre el culto al
Apóstol habida cuenta de que con Diego Peláez se inician las obras
de la catedral románica circa
1075.
“El
resumen es el siguiente: tras recordar que el cuerpo de Santiago
fue
inhumado en Galicia,
se cuenta que permaneció oculto hasta la época del obispo Teodomiro
de
Iria
Flavia,
cuando un ermitaño de nombre Paio
observó
unas luminarias que pronto llamaron la atención de las gentes
próximas y del citado prelado, que tras unos días de ayuno
preparándose para la revelación,
confirma que se trata del sepulcro de Santiago
el
Mayor.
Se da aviso de lo sucedido al rey Alfonso II
el
Casto,
que acude a ver el sepulcro y manda levantar de inmediato tres
lugares para el culto. Son las iglesias de Santiago
y
San
Juan Bautista,
ésta posteriormente perdida, y el monasterio de Antealtares,
para los monjes custodios, cuyos derechos al respecto establece el
propio monarca”. Fuente
3- Érase una vez.
3- Érase una vez.
“Toda
construcción histórica que no quiera confundirse con un relato
mítico érase
una vez...debe
comenzar por el anacronismo de los fenómenos, por las reliquias, y
por quienes las han trabajado”. -Gustavo Bueno-
El
milagro medieval que jalona la ruta jacobea, persigue la devoción y
la propaganda para atraer, instruir y entretener a los peregrinos que
hacían el Camino al servicio de la construcción de un habitus
catholicus genuinamente ortodoxo, con la seguridad de que el
Apóstol acoge, protege e intercede ante Dios por sus fieles devotos.
El
milagro de nuestro tiempo histórico, por ejemplo, el que se da en
Lourdes o Fátima, con curaciones milagrosas de enfermos, irradia una
confrontación entre ciencia y fe y expresa el poder omnipotente de
Dios mediante la intercesión de la Virgen. En otras palabras, el
cientifismo y desacralización del mundo y de la vida, se enfrentan a
un Dios tronante, pero sin perseguir pedagogía alguna porque la
nueva concepción
del mundo es el laicismo y el relativismo axiológico, con los que se
pretende circunscribir el hecho religioso al ámbito privado.Vid.
No puedo estar más de acuerdo
con Alberto Solana: “se argumenta demasiadas veces, quizá como
salida imparcial, elegante y evasiva que el tema de las reliquias es
secundario frente a la vivencia del Camino que hoy se ve prioritaria.
La cuestión jacobea no busca establecer prioridades sobre qué es
primario o secundario, sino que lo estudia como concepto integral. El
Camino de Santiago es cauce de una ruta de peregrinación y contenido
ideológico y cultural de la misma, y ambos, cauce y contenido, deben
cuidarse, pues definen su identidad geográfica, histórica y
cultural”. -El enigma
compostelano-.
No
se puede pretender conocer el Everest con un atlas de geografía, ni se puede pretender conocer el Camino haciendo el camino. “Solo
tenemos personalidad individual y cultural en la medida en que
asumimos nuestro pasado, sus valores y símbolos, y somos capaces de
reinterpretarlo.(...) El conocimiento es imitación y la única
diferencia entre ambos es, según lo que escribió Nietzsche, que la
inspiración se sumerge libremente en el vértigo del traslado
mientras que el conocimiento intenta fijar la impresión sin
metáforas, sufriendo así un proceso de petrificación: queda así
expresada y estampada y conservada en forma de concepto. No existe
expresividad sin metáfora”-Ricoeur- Vid.
Todos
los expertos que han escrito sobre el Camino de Santiago están de
acuerdo en un punto: hubo una ruta anterior al fenómeno de la
peregrinación que conducía a gentes de toda laya y condición, al
Finisterre, al Ara
Solis, a
la muerte temporal del Sol, en un viaje de este a oeste por la
Galicia mística de los viejos cultos al Sol y a la piedra.
Para
Sánchez Dragó solo hay tres símbolos del Camino: la concha que
nos lleva a Venus, a la pata de oca, al litoral, a la inmersión, al
bautismo como un
renacer después
de volver a respirar;
la labra del azabache que nos lleva al paganismo y el báculo que
apunta a las estrellas. Todos esos elementos están presentes en la
translatio
y la inventio
conviviendo con viejos
cultos
y tradiciones. No tendríamos La
Regenta
sin su adulterio, ni El
amor en los tiempos del cólera sin
los cincuenta y tres años, siete meses y once días que esperó
Florentino Ariza a Fermina Daza. No tendríamos
Camino
sin las tradiciones de la predicación del apóstol en Hispania y del
traslado de su cadáver y sepultura en Santiago.
Se
trata de no des-velar el truco para no quitar la magia y en el camino
falsar
hipótesis antijacobeas. No
podremos nunca prescindir de las reliquias. El
Camino nació con pretendida universalidad: “La
puerta se abre a todos, enfermos y sanos. Así a los católicos como
a los paganos, a judíos, herejes, ociosos y vanos”. En estos
términos era alabada en el siglo XIII la hospitalidad de
Roncesvalles. La puerta se abre al enigma compostelano desde la fe, el mito (no confundir con leyenda) y el rigor histórico y arqueológico. Credo quia absurdum pero fides quaerens intellectum. Hagamos camino conociendo el Camino. Buen camino.
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