“Existen muchos símbolos en
el
Camino, pero solo hay tres símbolos del
Camino. El primero la -concha-
nos lleva a Venus, a la pata de oca, al litoral. El segundo la -labra
de azabache- conduce a las litofanías, a los egipcios y etruscos,
al fetichismo pagano, al arte de predecir. El tercero es el bagoo
o
báculo
y apunta a las estrellas”- Fernando Sánchez Dragó-.
Si
la concha
es
el símbolo del Camino de Santiago, el Ara de San
Paio de Antealtares,
el Pedrón
de
la Iglesia de Santiago en Padrón y la lauda sepulcral del Obispo
Teodomiro conservada en la Catedral, son los símbolos tangibles
jacobeos.
Distingo
pues entre la simbología asociada al Camino y la simbología
asociada a la tradición, la leyenda, la historia y la arqueología.
Para el caminante y el peregrino
su
símbolo es la venera;
para los estudiosos en sentido extenso de la cultura jacobea, el trío
de
símbolos mencionados. Para el Camino lo esencial no es des-velar el
misterio en relación con la determinación de si los restos del
Apóstol se encuentran en la Seo compostelana porque es un Camino
ecuménico
y de luz y
también lúdico en sentido general del término. Para los
investigadores, la batalla
entre
la leyenda y la razón se centra en el Arca
Marmarica.
Vid.
Pero
junto a los símbolos, el Camino tiene señales
y ritos. La señal por antonomasia es la flecha
amarilla anudada
a la figura de Elías
Valiña. No
hay viaje sin camino, sin orientación, sin marcas, sin rumbo, y por
ello, no hay viaje irrepetible, sino todo lo contrario, todo camino
es repetible por muchos caminantes. Caminante
SI HAY CAMINO. En el Camino de Santiago no hacemos camino al andar, sino que el
camino tiene una magia especial porque se transita por huellas de
millones de personas que lo hicieron con anterioridad con mucha fe
dejando sus pisadas y sinergias. La
anamnesis (recuerdo) del Camino de Santiago desde el punto de vista
emic, no solo
está interesada en descubrir paisajes y monumentos, sino en
interiorizar que tú
no haces el camino, el camino te hace a ti,
como
se puede leer en muchos refugios y albergues de acogida cristiana. En
otras palabras, el peregrino y caminante sí tienen un camino, y su
meta-física es depositar sus energías, sus pisadas, sus ilusiones e
incluso su turismo.
Vid. Es
trascender el concepto de camino
machadiano
porque la característica esencial del Camino jacobeo, es que existe
siempre un recorrido jalonado con flechas amarillas para llevarlo a
cabo.
Y
esa es la esencia de la flecha
amarilla,
que no es una mera señal o marca que nos guía sino que se convierte
en mito, en relato que des-vela una sobre-naturalidad, una irrupción
de lo sagrado. “La gran mayoría de los sin
religión
no se han liberado, propiamente hablando, de los comportamientos
religiosos, de las teologías y mitologías. A veces les aturde una
verdadera algarabía mágico-religiosa, pero degradada hasta la
caricatura, y por esta razón difícilmente reconocible. El proceso
de desacralización de la existencia humana ha desembocado más de
una vez en formas híbridas de magia ínfima y de religiosidad
simiesca. (...) Todo ser humano está constituido a la vez por su
actividad consciente y sus experiencias irracionales. Ahora bien: los
contenidos y estructuras del inconsciente presentan similitudes
sorprendentes con las imágenes y figuras mitológicas. No
pretendemos decir con ello que las mitologías son el producto
del inconsciente, pues el modo de ser del mito radica precisamente en
revelarse en cuanto mito, en proclamar que algo se ha manifestado de
una manera ejemplar. El mito lo produce
el inconsciente, en el sentido en que podría decirse que Madame
Bovary es el producto
de un adulterio”.-Mircea Eliade-.
La
flecha
amarilla
recupera para el hombre
moderno
el espacio sagrado diferenciado del profano. El espacio sagrado está
delimitado por la senda jacobea, fuera de la cual, nos
perdemos.
Conscientes o no, ateos, agnósticos, creyentes, gnósticos y
religiosos en el sentido etimológico, transitamos por el camino
imbuidos por una mística
irracional
en la que puedes
creer en Cristo o creer en todo cristo,
pero sintiendo que la
flecha se manifiesta en ti
como una representación de lo sagrado en lenguaje de Mircea Eliade.
Ese es el novum
del
Camino desde que Elias Valiña soñara
una invasión,
es decir, el hecho de que a diferencia del hombre medieval, el hombre
moderno puede acometer la empresa en soledad porque consciente o
inconscientemente, voluntaria o involuntariamente transita por un
espacio
sagrado perfectamente delimitado y marcado.
Pese
a la desacralización del Camino, perviven junto a símbolos y mitos,
determinados ritos
con los que nos fundimos
con lo sagrado en oposición a lo profano.
El abrazo al Apóstol y la visita a la cripta de la Catedral soportando largas colas de acceso, son una reminiscencia de los hombres
medievales para quienes las reliquias
les unían con lo sagrado y tenían efectos mágicos.
En
nuestros tiempos, Hitler se obsesionó con la Lanza
de Longinos porque pensaba que con su contacto jamás perdería
una batalla; a Carlos II el Hechizado le pusieron debajo de su
almohada un diente de la momia
de San Isidro para
que fertilizara a María Luisa de Orleans y Franco consiguió la
reliquia de la mano incorrupta de Santa Teresa para la capilla de su residencia
en El Pardo. Otros personajes como Jordi Pujol acuden a la bruja Adelina y muchísimas personas de toda laya y condición prodigan
visitas a curanderos y videntes. Nihil
novum sub sole.
Pero los ritos jacobeos imbuyen de una estética y una solemnidad a
lo sagrado que nos unen en un viaje intemporal con millones de
peregrinos.
Mención
especial como ritos son pasar por la Oficina del Peregrino a por la
compostela
o el certificado de bienvenida para quienes han hecho el Camino sin
las motivaciones religiosas o en sentido de búsqueda, y la misa del
peregrino. Y cuando adjetivo
a
estos ritos es por la polémica que suscita especialmente la
compostela.
Más allá de las motivaciones de cada uno de ir a recogerla o no (a
veces no es posible si llegas a Santiago con el tiempo justo para
coger el medio de transporte elegido para regresar), lo cierto es que
pasar por la Oficina genera una estadística
muy necesaria para estudios de campo jacobeos. En relación con la prohibición de acudir a la misa en actitud humilde con tu mochila como
satisfacción por la llegada a la meta como recompensa por el sacrificio realizado en cada etapa, se ha
perdido cierta
mística, es como redefinir el no pain, no glory. por sin mochila en la Catedral, esfuerzo sin rito de gloria .
Y
no podía faltar el pulpo.
El
pulpo es una criatura marina y está relacionado con la pureza, el
movimiento (el
camino),
la concentración para superar nuestra empresa de peregrinar, la
magia, la ilusión, el misterio, su estado de relajación como camino
de luz y la capacidad de regeneración como un yo
renovado. Vid.
No es un animal crístico, pero sí se mimetiza con todos los
rituales entroncando directamente con la concha venera.
Fuente Fotografía.
Fuente Fotografía.
La
capital
del pulpo, Melide
(sin olvidarnos de Orense donde lo
bordan)
pulpea
en la red. Pulpigrino es su mascota, se le ha dedicado un
serial y una página en Facebook.
Señales,
símbolos y ritos del Camino de Santiago que nos imbuyen
temporalmente de reminiscencias sagradas para que no regreses
indiferente
de la experiencia vivida. El Camino ha recuperado para el hombre
occidental, laico y a-religioso el espacio sagrado en contraste con
el espacio profano. De regreso a casa, inconscientemente es devorado
por la mutación de lo sagrado en otras formas de manifestarse
pretendidamente racionales, y cumple con los rituales modernos, como
por ejemplo ubicar al jefe
siempre en la planta alta del edificio, ocupado e inaccesible.
Pero
vivamos ese momento, esa espacialidad y temporalidad de nuestra vida con intensidad. Vive el Camino. Buen camino.
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