“Existen muchos símbolos en el Camino, pero solo hay tres símbolos del Camino: la concha, nos lleva a Venus, a la pata de oca, al litoral; la labra de azabache, nos conduce a las litofanías, a los egipcios y etruscos, al fetichismo pagano, al arte de predecir, y el bagoo o báculo que apunta a las estrellas”.- Sánchez Dragó-. Como nuevo símbolo en el Camino, podemos incluir la mano de la amistad de José Sanchís Mocho.
Cogida de esa mano de la amistad, camina una causa solidaria: pintando
el camino en rosa en colaboración con la asociación aspanion
de niños con cáncer. El novum
radica
en la ruptura de la tendencia de reivindicar cualquier causa posando
desnudo para los calendarios -Vid.-
sin distorsionar la dualidad de lo
bello y artístico como sublimación de lo físico y lo espiritual
del Camino: el esfuerzo y el abrazo peregrino; el dolor y la
solidaridad; en definitiva el no
pain, no glory.
La
idea aristotélica de que los elementos (tierra, agua, aire, fuego)
podían ser transformados sugería que privando a los metales de
ciertos atributos y reduciéndolos a materia prima, se les podía dar
a continuación los atributos del oro. Para conseguir este fin los
alquimistas intentaron descubrir un elixir, la piedra
filosofal que podía actuar como un catalizador o como un
fermento, como por ejemplo la levadura sobre la masa. El alquimista
José
Sanchís Mocho consigue que la mano
solidaria transmute de color con el calor
humano para mimetizarse con el color amarillo de las flechas del Camino en perfecta armonía, invitándonos a seguir la flecha y a cultivar la amistad para no perderse en el camino de la vida.
Las
manos se distribuyen en
el Camino para ensalzar la amistad, ni
se compran ni se venden, únicamente se regalan.
Mocho canalizó toda su experiencia en el sector juguetero de Onil,
en la fabrica
de ilusiones
y nos propuso su ¿jugamos?
particular fabricándolas con un material mágico
que cambia de color con el calor para que estas
fichas del juego de la Oca nos
lleven a la concha
como símbolo
del Camino. En otras palabras, la mano como símbolo en
el
Camino se funde con el símbolo por antonomasia del
Camino.
Y
esa fusión de símbolos en
el
Camino con los símbolos del
Camino,
abren una nueva endoculturación
donde la christianitas
del Camino ha dado paso a su desacralización enredándose en debates
como el de los kilómetros,
mochilas, turigrinos y compostela. Que el Camino se abra a
reivindicar causas sociales y la amistad y la solidaridad con la
invención de nuevos símbolos, es uno de los caminos
inescrutables del Apóstol para alejarnos siempre del lado
oscuro de la fuerza. La
sombra de Elías
Valiña también es alargada.
Pero
para comprender una historia, hay que conocer su intrahistoria,
porque además está cargada de simbolismo y de altruismo, es el
coge lo que necesites, deja lo que te sobre del Camino, que en
versión Mocho es coge mi mano de la amistad y deja el egoísmo.
La mano comenzó a denominarse de la amistad, pero la
alquimia filantrópica de Mocho quiso que se transmutase en
mano solidaria cuando el Camino se empieza a pintar
de rosa en favor de los niños con cáncer. A partir de ahí, la
mano es un encuentro de y para los niños con la
publicación de un en-cuento que se puede comprar en la mayoría de comercios de Vila-real.
Ajeno
a toda la pompa oficial del Xacobeo
99 Mocho diseña su mano
en el 99 con una pretendida fusión simbólica con la venera como un
onilense profesional del sector de las ilusiones
de la comarca de las muñecas y el juguete, entroncando con la
tradición del Juego de la Oca como un camino de luz, de
transformación, en definitiva de solidaridad y amistad.
Mocho
cuenta que empezó a fabricar las manos para regalarlas en los
campamentos a los niños, pero que sin duda alguna su momento
de emoción inolvidable lo tuvo cuando le dio
a un niño con síndrome de down que estaba haciendo el Camino con
sus padres, una de sus manos. El
niño lo miró y calló, pero más adelante cuando él había parado
para comer un bocadillo, el niño volvió a encontrarse con Mocho y
se cogió a él y lo abrazó. A partir de ese daguerrotipo emocional,
siempre lleva manos para los niños.
Podemos
considerar a Mocho igualmente como un continuador del espíritu de
Elías Valiña: crea un símbolo en
el Camino para compartirlo en el Camino, sin merchandising. Y
no podemos dejar pasar por alto que la vida y el Camino nos regalan
milagros, no los mirabilia,
esos milagros
materiales
del Camino anudados a sucesos extraordinarios que conculcan las leyes
positivas como el del gallo y el ahorcado de Santo Domingo de la
Calzada, pero sí de intervención
humana. En
el mito
de Protágoras
se vino a probar que una ciudad podría concebirse solo con que
algunos de sus ciudadanos se dedicaran a la medicina y otros a
entretener,
pero
que no podría sobrevivir sin que sus ciudadanos estuvieran dotados
de la virtud política, es decir que poseyeran colectivamente el
sentido del respeto y de la justicia.
Los
milagros humanos, es decir, las buenas acciones como las de Mocho, vienen a
enseñarnos que no podemos vivir
sin las emociones de darnos a los demás y educarnos en la virtud y
la solidaridad. Sic
transit.
Buen
Camino.