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lunes, 26 de junio de 2017

La mano de la amistad de Mocho. Un símbolo en el Camino de Santiago


  “Existen muchos símbolos en el Camino, pero solo hay tres símbolos del Camino: la concha, nos lleva a Venus, a la pata de oca, al litoral; la labra de azabache, nos conduce a las litofanías, a los egipcios y etruscos, al fetichismo pagano, al arte de predecir, y el bagoo o báculo que apunta a las estrellas”.- Sánchez Dragó-. Como nuevo símbolo en el Camino, podemos incluir la mano de la amistad de José Sanchís Mocho.
  Cogida de esa mano de la amistad, camina una causa solidaria: pintando el camino en rosa en colaboración con la asociación aspanion de niños con cáncer. El novum radica en la ruptura de la tendencia de reivindicar cualquier causa posando desnudo para los calendarios -Vid.- sin distorsionar la dualidad de lo bello y artístico como sublimación de lo físico y lo espiritual del Camino: el esfuerzo y el abrazo peregrino; el dolor y la solidaridad; en definitiva el no pain, no glory.

 La idea aristotélica de que los elementos (tierra, agua, aire, fuego) podían ser transformados sugería que privando a los metales de ciertos atributos y reduciéndolos a materia prima, se les podía dar a continuación los atributos del oro. Para conseguir este fin los alquimistas intentaron descubrir un elixir, la piedra filosofal que podía actuar como un catalizador o como un fermento, como por ejemplo la levadura sobre la masa. El alquimista José Sanchís Mocho consigue que la mano solidaria transmute de color con el calor humano para mimetizarse con el color amarillo de las flechas del Camino en perfecta armonía, invitándonos a seguir la flecha y a cultivar la amistad para no perderse en el camino de la vida.
  Las manos se distribuyen en el Camino para ensalzar la amistad, ni se compran ni se venden, únicamente se regalan. Mocho canalizó toda su experiencia en el sector juguetero de Onil, en la fabrica de ilusiones y nos propuso su ¿jugamos? particular fabricándolas con un material mágico que cambia de color con el calor para que estas fichas del juego de la Oca nos lleven a la concha como símbolo del Camino. En otras palabras, la mano como símbolo en el Camino se funde con el símbolo por antonomasia del Camino.
  Y esa fusión de símbolos en el Camino con los símbolos del Camino, abren una nueva endoculturación donde la christianitas del Camino ha dado paso a su desacralización enredándose en debates como el de los kilómetros, mochilas, turigrinos y compostela. Que el Camino se abra a reivindicar causas sociales y la amistad y la solidaridad con la invención de nuevos símbolos, es uno de los caminos inescrutables del Apóstol para alejarnos siempre del lado oscuro de la fuerza. La sombra de Elías Valiña también es alargada.
  Pero para comprender una historia, hay que conocer su intrahistoria, porque además está cargada de simbolismo y de altruismo, es el coge lo que necesites, deja lo que te sobre del Camino, que en versión Mocho es coge mi mano de la amistad y deja el egoísmo. La mano comenzó a denominarse de la amistad, pero la alquimia filantrópica de Mocho quiso que se transmutase en mano solidaria cuando el Camino se empieza a pintar de rosa en favor de los niños con cáncer. A partir de ahí, la mano es un encuentro de y para los niños con la publicación de un en-cuento que se puede comprar en la mayoría de comercios de Vila-real.

  Ajeno a toda la pompa oficial del Xacobeo 99 Mocho diseña su mano en el 99 con una pretendida fusión simbólica con la venera como un onilense profesional del sector de las ilusiones de la comarca de las muñecas y el juguete, entroncando con la tradición del Juego de la Oca como un camino de luz, de transformación, en definitiva de solidaridad y amistad.

  Mocho cuenta que empezó a fabricar las manos para regalarlas en los campamentos a los niños, pero que sin duda alguna su momento de emoción inolvidable lo tuvo cuando le dio a un niño con síndrome de down que estaba haciendo el Camino con sus padres, una de sus manos. El niño lo miró y calló, pero más adelante cuando él había parado para comer un bocadillo, el niño volvió a encontrarse con Mocho y se cogió a él y lo abrazó. A partir de ese daguerrotipo emocional, siempre lleva manos para los niños.
  Podemos considerar a Mocho igualmente como un continuador del espíritu de Elías Valiña: crea un símbolo en el Camino para compartirlo en el Camino, sin merchandising. Y no podemos dejar pasar por alto que la vida y el Camino nos regalan milagros, no los mirabilia, esos milagros materiales del Camino anudados a sucesos extraordinarios que conculcan las leyes positivas como el del gallo y el ahorcado de Santo Domingo de la Calzada, pero sí de intervención humana. En el mito de Protágoras se vino a probar que una ciudad podría concebirse solo con que algunos de sus ciudadanos se dedicaran a la medicina y otros a entretener, pero que no podría sobrevivir sin que sus ciudadanos estuvieran dotados de la virtud política, es decir que poseyeran colectivamente el sentido del respeto y de la justicia. Los milagros humanos, es decir, las buenas acciones como las de Mocho, vienen a enseñarnos que no podemos vivir sin las emociones de darnos a los demás y educarnos en la virtud y la solidaridad. Sic transit. Buen Camino.