Un
grafiti en las calles de
Logroño le insinúa a los peregrinos que el Camino se hace por tapas
y no por etapas. Es
una forma de decir que para hacer el Camino necesitas alimentarte
bien, e implícitamente, es un reconocimiento que todo peregrino debe
hacer a las personas que están ahí prestándole su ayuda. Hoy como
ayer, el Camino es una cadena humana
donde el peregrino pone sus pies, sus ilusiones, sus sueños, sus
promesas, su corazón y sus deseos de resetearse,
o simplemente sus ganas de aventura, u otros fines, y los
hospitaleros y demás personas que prestan su ayuda y servicios, su
manita.
Hay
también otra forma de hacer el camino buscando esos
sitios con encanto
que son determinados albergues, bien por el espacio de convivencia
que encuentras, por su ubicación, o por la personalidad de sus hospitaleros.
Marisa, la hospitalera de Pajares, es con mayúsculas, la
hospitalera del
Camino del Salvador. A diferencia de Jato, Resti o Tomás el
Templario, su hospitalidad no radica en escucharla reflexionar sobre la peregrinación, ni en ningún
tipo de liturgia o ritual, sino en su capacidad de convertir en
filosofía su forma de sublimar
el cariño que da a los peregrinos entre ollas y atenciones. Decía
Santa Teresa, que la verdad consiste en vivir en la humildad, y esa
es la verdad que aprehendes
de
ella, que la sencillez es vivir en la verdad, y vivir en la verdad es
una forma de interiorizar el camino. En esas cumbres duras y exigentes,
que igualan a todos los peregrinos porque te desnudan, te enfrentan a la
naturaleza, te dejan ensimismado, y te obligan a caminar con los cinco
sentidos, sin posibilidad de que la mente divague, descubres cuando
llegas al albergue, que hay poesía en el Camino, y que hay poesía
en ti porque Marisa, con esa mirada maternal cobija al
niño que ha estado totalmente indefenso en la montaña. Ese
es el momento irrepetible del Camino del Salvador, cuando Marisa se
pone el mandil y te sirve la comida que le encargaste el día
anterior desde Poladura de la Tercia y percibes que es feliz haciendo de
la hospitalidad una forma de entender la vida.
Marisa
en castizo, es lo que
ves,
una mujer transparente, es el alma de un albergue lleno de objetos de
todo tipo que los peregrinos le han regalado en señal de
reconocimiento y gratitud y cuando subes a la planta de los
dormitorios percibes que entras en la zona
cero de
la montaña que las pisadas de los peregrinos han convertido en solar
de paz y descanso.
El
peregrino también necesita ternura, y la entrañable Marisa cumple
la máxima de Teresa de Calcuta: “No permitáis que nadie venga a
vosotros y se vaya sin ser mejor y más feliz”. Aunque entres en el
albergue de Pajares con tu mente en el lado
oscuro,
no echarás a perder el placer que te procuran las cosas sencillas de
la vida en ese rinconcito del Camino.
Como afirmaba Freud, “el deseo explica por qué algunos hombres aman el dolor: ¡es un paso hacia la aniquilación!, y ello explica por qué el ser humano busca el sosiego”. El Camino quedaría incompleto si nos faltara la libido, la joie de vivre, las ganas de confraternizar, de hacer amistades, y toda expresión de amor en sentido extenso. Esas son las sinergias que percibes en la hospitalidad de Marisa, a fin de cuentas, los caminos del Señor son inescrutables y en complicidad con el Apóstol, se las ingenia para que curves el Camino en León porque quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y no al Señor. En Pajares, las curvas del Camino, son curvas de mujer.
Como afirmaba Freud, “el deseo explica por qué algunos hombres aman el dolor: ¡es un paso hacia la aniquilación!, y ello explica por qué el ser humano busca el sosiego”. El Camino quedaría incompleto si nos faltara la libido, la joie de vivre, las ganas de confraternizar, de hacer amistades, y toda expresión de amor en sentido extenso. Esas son las sinergias que percibes en la hospitalidad de Marisa, a fin de cuentas, los caminos del Señor son inescrutables y en complicidad con el Apóstol, se las ingenia para que curves el Camino en León porque quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y no al Señor. En Pajares, las curvas del Camino, son curvas de mujer.
Marisa
ha creado un espacio donde el paisaje, el paisanaje de los lugareños
que acuden al albergue a jugar la partida y a platicar, y los
peregrinos se funden en un daguerrotipo idílico. Su hospitalidad ha
sido reconocida en el V
Premio de Cultura de los Caminos de Santiago que convoca el
Ayuntamiento de Regueras de Arriba, pero tal vez una pareja de norteamericanos que pernoctaron en el Albergue el 12 de julio de 2016, respondan mejor que nadie en qué consiste la generosidad de Marisa. Cuando les pregunté por qué les gustaba el Camino y España, sin necesidad de meditar, me respondieron: es muy sencillo, en este Albergue solo encuentras kind people.
Querida
Marisa, sencillamente, los peregrinos te queremos porque obras ese pequeño milagro de convertirnos en nuestra estancia en Pajares en kind people.
Post
scríptum. Mi reconocimiento a la guía del Camino del Salvador de
José
Antonio Cuñarro y a su esfuerzo por mantener el Camino
señalizado y haber colocado junto a un grupo de amigos, la Cruz
del Salvador en el Alto de los Romeros el 22 de septiembre de 2012.
La guía me sirvió de ayuda, la cruz de contemplación y de paz.