El término peregrinación viene del latín peregrinatio que significa viaje al extranjero o estancia en el extranjero. Con la paz de Constantino I en el año 313 se multiplicaron los desplazamientos hacia lugares sagrados. Diferenciamos la peregrinación del peregrino por dos razones: “Son palmeros los que van a Tierra Santa; romeros los que van a Roma; por peregrino en sentido estricto, no se entiende sino el que va a la casa de Santiago o vuelve de ella”. -Dante- y porque la peregrinación stricto sensu es una búsqueda individual de perfección pero también colectiva de utopía.
Los
componentes básicos de la peregrinación son: viaje, santuario y
peregrino. Ese viaje no es un periplo,
sino que es meta-físico; no es un retorno a Ítaca para un
reencuentro con la amada
Penélope,
es un retorno con un yo
renovado. Ese
viaje
lo diferenciamos igualmente del Camino,
porque es un desplazamiento con una finalidad sacra o profana en
sentido de búsqueda y también física cuando se realiza a pie o bicicleta. El camino es el medio para realizarlo, su trazado,
sus flechas amarillas, sus hospitaleros y albergues, y para los caminantes,
una petite
morte a modo de período refractario después del orgasmo de llegada a la meta.
“Toda
peregrinación implica un fin y el esfuerzo necesario para lograrlo.
El destino de las peregrinaciones suele hallarse en centros o
regiones que se consideran sagrados, poseedores de mitologías e
historias complejas” -Thomas Barfield- El segundo elemento de la peregrinación es el
santuario,
sin santuario no se daría la peregrinación, podría darse un camino
ecuménico o también profano, pero no peregrinación, nuevamente
subrayamos la diferencia entre camino y peregrinación. Recordemos
que la
espiritualidad se encauzó históricamente en los monasterios y la
devoción en los santuarios.
Los monacatos surgieron para atender la llamada de Dios y buscar la
perfección, pero la forma de cumplir esa vocación era peregrinando
en sentido etimológico, como movimiento de la zona de confort del
mundo del monje hacia el extranjero,
al desierto.
Y
ese camino como nos enseñó Jean
Leclercq se hacía de dos formas posibles, como stabilitas
in peregrinatione,
como peregrinación hacia el exterior entrañando un movimiento
físico de traslado de un lugar a otro; o como peregrinatio
in stabilitate,
como peregrinación espiritual en un medio físico cerrado.
“De
la peregrinación a la estabilidad. Con un riesgo contra el que la
Iglesia previene: la afición a la posada del camino terrestre puede
hacer olvidar el camino celeste. Surge así, poco a poco, una
renovación de objetivos. El desarraigo respecto a los lugares se
sustituye por el desapego respecto a las cosas. La propuesta la había
hecho, hacía siglos la teología monástica. Frente a la stabilitas
in peregrinatione,
ofrecía, en el marco del monasterio, una peregrinatio
in stabilitate. Era
la forma de combinar sedere
físico
con peregrinare
mental.
No hacía falta ir a Tierra Santa para peregrinar; bastaba el camino
de perfección monástica”.-J.A. García de Cortázar-
Vid.
Los
monjes pusieron sus conocimientos al servicio de la construcción de
un habitus
catholicus,
es decir de cimentar una cosmovisión cristiana de la vida que diera
sentido y vertebrara la sociedad en torno a la devoción mariana y
las reliquias de los santos. La devoción se encauzó pues en esas
paradas y desvíos hacia monasterios custodios de reliquias
antes de llegar a la meta, a Santiago de Compostela y de una forma muy significativa haciendo el Camino del Salvador o el Camino Lebaniego.
“El
peregrino
será un extraño allá donde vaya y deberá romper antes de su
partida con su rutina y el contexto familiar de su vida ordinaria,
para adentrarse (tanto espiritual como físicamente) en un
espacio-tiempo nuevo y distinto. Al entrar en este nuevo entorno, el
peregrino pasa por una experiencia, que en cierto modo lo cambia. De
ahí que la peregrinación se considere un rito
de paso,
rito que acompaña todo cambio de lugar, estado y posición social.
Este ritual o experiencia espiritual es expresado por el peregrino
tanto de manera física como sagrada. El peregrino, al igual que el
propio viaje, tiene una doble naturaleza. Por un lado la de viajero
profano (simple caminante) y, por otro, la de fervoroso creyente
(devoto errante)”. -Teresa
DÍaz de Cerio Hernández-
Hemos
hecho un breve repaso sobre el concepto de peregrinación porque todo
el entramado de la tradición jacobea y su sentido de viaje
de luz y yo renovado,
está siendo fagocitado por el Camino
a
Santiago. Es
como si el Camino
de
Santiago (Vid.)
parafraseando
a Marx a propósito de la filosofía y el mundo real fuera lo que el
onanismo al amor sexual. Hoy se da una concepción muy simplista del fenómeno de la peregrinación reducida a un Camino que cada uno hace como le viene bien o
en gana. Elevar a norma y desiderátum las motivaciones personales, conlleva a la misma simplificación en la que se cae por ejemplo cuando se circunscribe y reduce la democracia a las papeletas en las elecciones, los interventores, los
políticos, los mítines, la noche electoral..., y en la que el ciudadano se limita a ejercer su voto sin sentido crítico y sin que en la opinión pública y publicada, se reflexione sobre
cuáles son sus principios rectores, su división de poderes, sus enemigos,
sus reglas de juego, su equilibrio entre el positivismo jurídico y
el iusnaturalismo...
La peregrinación es una empresa colectiva porque persigue la utopía, en la Edad Media el viaje siempre se hacía en grupo; hoy, ir en grupo, en pareja o en solitario es una opción, pero se haga como se haga no debería de convertirse en distopía como resultado de un relativismo axiológico como consecuencia a su vez del boom post Xacobeo 93 que trajo la fagocitación de la cultura jacobea, su sentido originario, y el sentido que supuestamente pretendió su impulsor en la década de los ochenta Elías Valiña en un tótum revolutútum bajo el concepto difuso de camino. En otras palabras, parafraseando a Oscar Wilde, un mapa del camino que no contemple la Utopía, no merece la pena ni de echarle un vistazo. La utopía es empresa colectiva o no es, tertium non datur y su reducción a un camino a lo turigrino pierde su sentido de peregrinación y su sentido originario y cae en una mera individualidad entendida como concepto kantiano de insociable sociabilidad. En otras palabras, qué bonito es el camino, cuánta belleza, qué buenos hospitaleros, albergues, etc., siempre y cuando tenga cabida mi proyecto de camino, que no hay que confundir con haz tu camino.
Haz tu camino es hacerlo conforme a tu marco de valores, tus intereses, posibilidades, etapas, etc. pero dentro de un sentido utópico, de abrazo peregrino, de convivencia, de generosidad, en definitiva de valores con independencia de tus creencias. Hacerlo a mi gusto termina como el pareado de Góngora, nada me parece justo siendo contra mi gusto, es decir, cayendo en el puro ego sin cabida para la empatía y la generosidad para contigo mismo y para con los demás. Haz tu camino es un proyecto de utopía, hacerlo al gusto es un proyecto de individualismo con independencia de que no haya nada reprochable ni que objetar.
Ateos, agnósticos, gnósticos, creyentes y religiosos que hacen su camino se conmueven en la seo compostelana, y se abrazan con el Otro en el espacio-tiempo de su peregrinación. En palabras de Unamuno, sienten el pensamiento y piensan el sentimiento, no es cuestión de creencias sino de emociones compartidas. Quienes lo hacen a su gusto sin ningún sentido de peregrinación, se limitan a formar parte de las estadísticas y de la buena marcha del sector hostelero, que también es otro milagro del Apóstol.
Buena peregrinación peregrino, caminante o turigrino en el Camino de/a Santiago. Que no se pierda su sentido utópico.
La peregrinación es una empresa colectiva porque persigue la utopía, en la Edad Media el viaje siempre se hacía en grupo; hoy, ir en grupo, en pareja o en solitario es una opción, pero se haga como se haga no debería de convertirse en distopía como resultado de un relativismo axiológico como consecuencia a su vez del boom post Xacobeo 93 que trajo la fagocitación de la cultura jacobea, su sentido originario, y el sentido que supuestamente pretendió su impulsor en la década de los ochenta Elías Valiña en un tótum revolutútum bajo el concepto difuso de camino. En otras palabras, parafraseando a Oscar Wilde, un mapa del camino que no contemple la Utopía, no merece la pena ni de echarle un vistazo. La utopía es empresa colectiva o no es, tertium non datur y su reducción a un camino a lo turigrino pierde su sentido de peregrinación y su sentido originario y cae en una mera individualidad entendida como concepto kantiano de insociable sociabilidad. En otras palabras, qué bonito es el camino, cuánta belleza, qué buenos hospitaleros, albergues, etc., siempre y cuando tenga cabida mi proyecto de camino, que no hay que confundir con haz tu camino.
Ateos, agnósticos, gnósticos, creyentes y religiosos que hacen su camino se conmueven en la seo compostelana, y se abrazan con el Otro en el espacio-tiempo de su peregrinación. En palabras de Unamuno, sienten el pensamiento y piensan el sentimiento, no es cuestión de creencias sino de emociones compartidas. Quienes lo hacen a su gusto sin ningún sentido de peregrinación, se limitan a formar parte de las estadísticas y de la buena marcha del sector hostelero, que también es otro milagro del Apóstol.
Buena peregrinación peregrino, caminante o turigrino en el Camino de/a Santiago. Que no se pierda su sentido utópico.
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