“La
inclinación de los hombres a la ayuda mutua tiene un origen tan
remoto y está tan profundamente entrelazada con todo el desarrollo
pasado de la humanidad, que los hombres la han conservado hasta la
época presente, a pesar de todas las vicisitudes de la historia.
Esta inclinación se desarrolló, principalmente, en los períodos de
paz y bienestar; pero aún cuando las mayores calamidades azotaban a
los hombres, cuando países enteros eran devastados por las guerras,
y poblaciones enteras morían de miseria, o gemían bajo el yugo del
poder que los oprimía, la misma inclinación, la misma necesidad
continuó existiendo en las aldeas y entre las clases más pobres de
la población de las ciudades.”-Kropotkin. El apoyo mutuo-.
El
hombre ha configurado su identidad y su cultura a través de los
hitos que acontecían en sus vidas: nacimiento, pubertad, matrimonio,
sexualidad, muerte...Surgieron de esta forma anudados a estos hitos, los
►ritos comunitarios:
ceremonias grupales de carácter fundamentalmente religioso,
realizadas normalmente por especialistas y celebrantes no
profesionales; ►ritos de
paso: rituales comunitarios que
marcan la transición de un individuo de un estatus individualizado a
otro y los ►ritos
de solidaridad: ritos que
reafirman la unidad del grupo (clasificación de Marvin Harris).
Por otra parte, Polanyi
analizó las motivaciones que había en la producción y distribución
de bienes en las sociedades y las redujo a tres principios:
reciprocidad, redistribución y mercado. El principio de reciprocidad
según Polanyi aparece en el anillo
de kula descrito por Malinowski. En dicha comunidad la idea de
ganancia está descartada; la insistencia y el regateo desacreditados
y dar generosamente se aclama como una virtud. En otras palabras, dicho sistema
económico es una función de su sistema social. El
principio de redistribución aparece en el potlactch
de los kwakiutl y en los grandes depósitos del imperio de los incas.
La distribución está organizada por el jefe, el déspota o el
templo y la redistribución obedece a la participación voluntaria en
mayor o menor grado de cada miembro con el temor al castigo que
impulsa a entregar sus impuestos en especie.
Sin necesidad de acudir a aldeas lejanas en el Campanario del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX surgió el pitorio como rito comunitario, de paso y de solidaridad en el que la distribución de los bienes en una economía de mercado, se apoyaba en una mezcla de reciprocidad y redistribución, en definitiva, de apoyo muto.
Sin necesidad de acudir a aldeas lejanas en el Campanario del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX surgió el pitorio como rito comunitario, de paso y de solidaridad en el que la distribución de los bienes en una economía de mercado, se apoyaba en una mezcla de reciprocidad y redistribución, en definitiva, de apoyo muto.
¿En
qué consistía el pitorio? En un rito en virtud del cual se
consolidaban los noviazgos organizándose una fiesta solidaria para
recaudar fondos con ocasión de la petición de mano en casa de los
padres de la novia. Se realizaba con la antelación suficiente entre
seis meses y un año (según los relatos orales que me han llegado) y
la finalidad era recibir dádivas
para facilitar la integración del nuevo matrimonio en la sociedad
atendiendo a sus futuras necesidades económicas y estableciendo
lazos de reciprocidad porque dicho rito exigía que el que daba,
recibía en los sucesivos pitorios en favor propio o de sus
allegados. En palabras de mi abuela Catalina, su casa salió
del pitorio.
El
pitorio se reforzaba con los regalos que hacía la suegra a la nuera
durante el noviazgo para ir dotándola de enseres necesarios para la
casa, como una dote al revés que confiere a este rito un toque de singularidad, que se completaba por los santos, haciendo entrega igualmente la suegra a la nuera, de cestas con
higos, nueces, castañas, etc.
El
pitorio venía a ser un préstamo
sin interés
que se devolvía redistributiva y solidariamente y que establecía la
relación entre suegra y nuera como eje vertebrador de la futura
familia nuclear debidamente tutelada por la familia
extensa.
Nuestra
literatura, filosofía y en definitiva nuestra antropología están
editadas
en nuestra forma de vida, eso hace que España sea muy singular y que
sus pueblos nos ofrezcan tratados
éticos como
el discurso de Dieguito
en la representación vecinal de la casa de los Diablos que se escenifica cada verano
en Campanario. Hay un resurgir de las tradiciones en los museos etnográficos pero no podemos dejar morir nuestro patrimonio inmaterial.
"Exegi monumentum aere perennius. Regalique situ pyramidum altius...Non omnis moriar...He terminado un monumento más duradero que el bronce y más alto que la vieja mole de las reales pirámides...no moriré del todo"- Epílogo del tercer libro de las Odas de Horacio o la inmortalidad de la literatura en este caso antropológica-.
Al igual que Horacio reclamo letras y papel para que no se pierdan en el olvido nuestras costumbres, que perviven en el relato de nuestros mayores. Entre bandurrias, canciones y reuniones de mozos en los altozanos del pueblo natal de mi padre..."Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto.” -Quevedo-
Al igual que Horacio reclamo letras y papel para que no se pierdan en el olvido nuestras costumbres, que perviven en el relato de nuestros mayores. Entre bandurrias, canciones y reuniones de mozos en los altozanos del pueblo natal de mi padre..."Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto.” -Quevedo-
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