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martes, 5 de diciembre de 2017

Los adultos también escriben cartas a los Reyes Magos

                                                    Cabalgata de Alcoy.

 Hace mucho tiempo, los adultos, decepcionados por no recibir regalos en Navidad, se reunieron y decidieron volver a escribir cartas a Sus Majestades los Reyes Magos y a Papá Noel. Dichas peticiones desbordaban toda su capacidad operativa porque no disponían de mercancías suficientes en los almacenes de Oriente y las tierras laponas del Polo Norte, de manera que reunidos en Consejo Real, decidieron tras deliberar, optar por no atender las peticiones de las personas mayores porque si lo hicieran, sería imposible repartir juguetes a todos los niños.
    Así ocurrió y en las Navidades más frías que se recuerdan, en los trineos y camellos no se cargaron nada más que los pedidos de los pequeños. Los adultos reaccionaron y tras largos debates, optaron por enviar una larga misiva reivindicativa en la que informaban a sus Majestades, que en lo sucesivo impedirían a sus hijos escribirles en Navidad como medida de presión.
  Las Fiestas se volvieron tristes y aunque los niños recibían obsequios, la magia de la sorpresa y el misterio desaparecieron. Sin fantasía, sin encanto, sin el elemento lúdico, los pueblos se volvieron insípidos, descarnados, sin alma. Los Reyes Magos se quedaron sin trabajo, perplejos e impotentes. Baltasar, el más sabio de todos, ordenó a su paje acudir a negociar con los adultos. Tras muchas horas y días de discusiones, hubo acuerdo unánime.
  Gaspar y Melchor aceptaron la propuesta de incluir presentes para todos, pero Papá Noel reparó en un hecho de capital importancia: las tareas de reparto no podrían concluirlas en una sola noche.
  -Los regalos de los adultos no pueden ser objetos embalados en cajas ni ocupar sitio en las alforjas de los camellos ni en el trineo-. Sentenció mesándose su larga barba blanca.
  El Consejo Real comunicó a los adultos la imposibilitad de cumplir lo pactado y la respuesta de éstos fue unánime:
  -Nos seguiremos encargando nosotros mismos, de poner los regalos a los niños, así que seguiréis sin sentir el cariño de ellos-. Afirmó con rotundidad el portavoz de los mayores.

  Nuestros Reyes Magos, se encerraron en su palacio y se dedicaron a estudiar los cielos, a trabajar con intensidad para aliviar la pérdida de afecto y ocupar su tiempo. Ahora no tenían que encargarse durante todo el año, de estudiar la ubicación de los balcones de las casas habitadas por los pequeños, ni de anotar y dibujar planos para no perder un instante en la noche mágica, salvo el que necesitaban los camellos aprovisionándose de comida y bebida en cada domicilio para reponerse del esfuerzo y poder continuar el reparto antes del amanecer. Además, los pajes quedaron ociosos porque ellos eran los encargados de vigilar las buenas acciones de los niños.
  Los Reyes Magos eran discípulos de Platón, que era un filósofo muy sabio, y había dado instrucciones para estudiar los movimientos de los planetas a sus alumnos. De manera que se pusieron a mirar el firmamento y a contemplar Mercurio, Venus, Júpiter, Saturno y la Luna.
 Una noche clara, contemplaron una estrella fugaz, algo inverosímil porque según el Maestro, las estrellas estaban fijadas en una esfera y no tenían movimiento. Tan solo esos astros juguetones, se movían en un cielo tranquilo e inmutable, y el hecho de que fuera una estrella la que se moviera en el espacio celeste, lo consideraron un suceso extraordinario.
  Convencidos de que la aparición de la estrella era señal de buenos augurios y presagios, dispusieron la marcha siguiendo su estela errante. Dormían durante el día para poder estudiar su luminosidad en la oscuridad de la noche. Repasaron todos los libros de astronomía y gracias a sus predicciones astrológicas llegaron a una conclusión.
  Se presentaron en Jerusalén y preguntaron: ¿dónde está el Niño Dios que ha nacido? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo.
  Lo que ocurrió después está escrito en los libros, y los Reyes tras llegar a Belén, un pueblo de Judea, postrarse ante Él y ofrecerle como regalo oro, incienso y mirra, regresaron a sus países.

  Los Reyes partieron convencidos de que con motivo del nacimiento del Niño Jesús, los adultos recapacitarían y volverían a estar ocupados encargándose de repartir juguetes.
  Pero no fue así porque Herodes mandó matar a todos los santos inocentes menores de dos años temeroso de que el Niño Jesús ocupara su trono.
 Pasaron unos cuantos años sin que Sus Majestades recibieran cartas pidiéndoles regalos los niños. Pero un día recibieron una muy especial. El Niño Jesús les conminaba a que volvieran a repartir fantasía e ilusión a los pequeños. Celebraron con gran júbilo la recepción de la misiva divina, y convinieron en partir hacia Nazaret, porque así podía leerse en el sobre su lugar de procedencia.
  El Niño Jesús había crecido y sus reflexiones eran sabias y profundas como correspondía a su naturaleza divina. Los Reyes Magos le trasladaron la objeción de Papá Noel de que les sería imposible repartir en una sola noche regalos a todas las personas puesto que no dispondrían ni de tiempo ni de espacio en las alforjas de los camellos ni en el trineo.
 El Niño Jesús les hizo leer un pasaje de las Sagradas Escrituras y les dejó meditar.- “Sabiduría 7- 24- Pues más móvil que todo movimiento es la sabiduría, y con su pureza todo lo atraviesa y lo penetra”- Leyó en voz alta Melchor.
  De repente, Gaspar suspiró y en un tono alegre dijo:
  -Tengo la solución.
  Nuevamente regresaron a sus palacios convencidos de que el Niño Jesús lo que quería era que se recordase y proclamase la redención con su Nacimiento, es decir la fe de que había venido para festejar nuestra salvación, y que había que acogerlo en nuestros corazones.
  Y así sucedió. Los hombres y mujeres comprendieron que era un regalo mucho más valioso el hermanamiento, la paz, la solidaridad, la alegría, el compartir mesa y mantel con la familia, los villancicos, los belenes, los arbolitos, las luces, el espíritu navideño, el amor, los deseos, proyectos, y la certeza de que si no es el momento de uno, todo volverá a ocurrir, porque cada año vuelve a nacer el Niño Jesús.

  Las cartas volvieron a invadir el palacio real y las tierras septentrionales. Papá Noel tuvo que volver a engordar para soportar el frío de la intemperie en la Noche Buena y Melchor, Gaspar y Baltasar interrumpieron sus estudios de astrología para dedicarse a organizar las Cabalgatas y la compra de juguetes con la ayuda de sus pajes.
  La intolerancia había sido superada por el daguerrotipo de cualquier niño en el instante en que al levantarse descubre sus regalos junto a sus zapatos, ese momento de felicidad sincera, de alegría de vivir, que contagia y prende la mecha del amor en nuestros corazones, tal y como quería el Niño Dios.
  Y es que la Navidad consiste en eso: en un regalo, en forma de juguetes e ilusión para los niños; y de solidaridad y esperanza para los adultos. Por ello, también las personas mayores escribimos cartas a los Reyes Magos.

    Publicado el 3/11/17 en encuentos.


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