Cabalgata de Alcoy.
Hace
mucho tiempo, los adultos, decepcionados por no recibir regalos en
Navidad, se reunieron y decidieron volver a escribir cartas a Sus
Majestades los Reyes Magos y a Papá Noel. Dichas peticiones desbordaban toda su capacidad operativa porque no disponían de mercancías suficientes en los almacenes de Oriente y las tierras laponas del Polo Norte, de manera que reunidos en Consejo Real, decidieron tras deliberar, optar por no atender las peticiones de las personas mayores porque si lo hicieran, sería imposible repartir juguetes a todos los niños.
Así
ocurrió y en las Navidades más frías que se recuerdan, en los
trineos y camellos no se cargaron nada más que los pedidos de los
pequeños. Los adultos reaccionaron y tras largos debates, optaron
por enviar una larga misiva reivindicativa en la que informaban a sus
Majestades, que en lo sucesivo impedirían a sus hijos escribirles en
Navidad como medida de presión.
Las
Fiestas se volvieron tristes y aunque los niños recibían obsequios,
la magia de la sorpresa y el misterio desaparecieron. Sin fantasía,
sin encanto, sin el elemento lúdico, los pueblos se volvieron
insípidos, descarnados, sin alma. Los Reyes Magos se quedaron sin
trabajo, perplejos e impotentes. Baltasar, el más sabio de todos,
ordenó a su paje acudir a negociar con los adultos. Tras muchas
horas y días de discusiones, hubo acuerdo unánime.
Gaspar
y Melchor aceptaron la propuesta de incluir presentes para todos,
pero Papá Noel reparó en un hecho de capital importancia: las
tareas de reparto no podrían concluirlas en una sola noche.
-Los regalos de los adultos no pueden ser objetos embalados en cajas
ni ocupar sitio en las alforjas de los camellos ni en el trineo-.
Sentenció mesándose su larga barba blanca.
El Consejo Real comunicó a los adultos la imposibilitad de cumplir lo pactado y la respuesta de éstos fue
unánime:
-Nos seguiremos encargando nosotros mismos, de poner los regalos a los niños, así que seguiréis sin sentir el cariño de ellos-. Afirmó con rotundidad el portavoz de los mayores.
-Nos seguiremos encargando nosotros mismos, de poner los regalos a los niños, así que seguiréis sin sentir el cariño de ellos-. Afirmó con rotundidad el portavoz de los mayores.
Nuestros
Reyes Magos, se encerraron en su palacio y se dedicaron a estudiar
los cielos, a trabajar con intensidad para aliviar la pérdida de
afecto y ocupar su tiempo. Ahora no tenían que encargarse durante
todo el año, de estudiar la ubicación de los balcones de las casas
habitadas por los pequeños, ni de anotar y dibujar planos para no
perder un instante en la noche mágica, salvo el que necesitaban los
camellos aprovisionándose de comida y bebida en cada domicilio para
reponerse del esfuerzo y poder continuar el reparto
antes del amanecer. Además, los pajes quedaron ociosos porque ellos
eran los encargados de vigilar las buenas acciones de los niños.
Los
Reyes Magos eran discípulos de Platón, que era un filósofo muy
sabio, y había dado instrucciones para estudiar los movimientos de los planetas a sus alumnos. De manera que se pusieron a mirar el
firmamento y a contemplar Mercurio, Venus, Júpiter, Saturno y la
Luna.
Una
noche clara, contemplaron una estrella fugaz, algo inverosímil
porque según el Maestro, las estrellas estaban fijadas en una esfera
y no tenían movimiento. Tan solo esos astros juguetones, se movían
en un cielo tranquilo e inmutable, y el hecho de que fuera una
estrella la que se moviera en el espacio celeste, lo consideraron un suceso
extraordinario.
Convencidos de que la aparición de la estrella era señal de buenos augurios y presagios, dispusieron la marcha siguiendo su estela errante. Dormían durante el día para poder estudiar su luminosidad en la oscuridad de la noche. Repasaron todos los libros de astronomía y gracias a sus predicciones astrológicas llegaron a una conclusión.
Convencidos de que la aparición de la estrella era señal de buenos augurios y presagios, dispusieron la marcha siguiendo su estela errante. Dormían durante el día para poder estudiar su luminosidad en la oscuridad de la noche. Repasaron todos los libros de astronomía y gracias a sus predicciones astrológicas llegaron a una conclusión.
Se
presentaron en Jerusalén y preguntaron: ¿dónde está el Niño Dios
que ha nacido? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a
adorarlo.
Lo que ocurrió después está escrito en los libros, y los Reyes tras llegar a Belén, un pueblo de Judea, postrarse ante Él y ofrecerle como regalo oro, incienso y mirra, regresaron a sus países.
Lo que ocurrió después está escrito en los libros, y los Reyes tras llegar a Belén, un pueblo de Judea, postrarse ante Él y ofrecerle como regalo oro, incienso y mirra, regresaron a sus países.
Los
Reyes partieron convencidos de que con motivo del nacimiento del Niño
Jesús, los adultos recapacitarían y volverían a estar
ocupados encargándose de repartir juguetes.
Pero no fue así porque Herodes mandó matar a todos los santos inocentes menores de dos años temeroso de que el Niño Jesús ocupara su trono.
Pero no fue así porque Herodes mandó matar a todos los santos inocentes menores de dos años temeroso de que el Niño Jesús ocupara su trono.
Pasaron
unos cuantos años sin que Sus Majestades recibieran cartas pidiéndoles
regalos los niños. Pero un día recibieron una muy especial. El Niño
Jesús les conminaba a que volvieran a repartir fantasía e ilusión
a los pequeños. Celebraron con gran júbilo la recepción de la misiva divina, y convinieron en partir hacia Nazaret, porque así podía leerse en el
sobre su lugar de procedencia.
El
Niño Jesús había crecido y sus reflexiones eran sabias y profundas
como correspondía a su naturaleza divina. Los Reyes Magos le
trasladaron la objeción de Papá Noel de que les sería imposible
repartir en una sola noche regalos a todas las personas puesto que no
dispondrían ni de tiempo ni de espacio en las alforjas de los
camellos ni en el trineo.
El
Niño Jesús les hizo leer un pasaje de las Sagradas Escrituras y les
dejó meditar.- “Sabiduría 7- 24- Pues más móvil que todo
movimiento es la sabiduría, y con su pureza todo lo atraviesa y lo
penetra”- Leyó en voz alta Melchor.
De
repente, Gaspar suspiró y en un tono alegre dijo:
-Tengo
la solución.
Nuevamente
regresaron a sus palacios convencidos de que el Niño Jesús lo que
quería era que se recordase y proclamase la redención con su
Nacimiento, es decir la fe de que había venido para festejar nuestra
salvación, y que había que acogerlo en nuestros corazones.
Y
así sucedió. Los hombres y mujeres comprendieron que era un regalo
mucho más valioso el hermanamiento, la paz, la solidaridad, la
alegría, el compartir mesa y mantel con la familia, los villancicos,
los belenes, los arbolitos, las luces, el espíritu navideño, el
amor, los deseos, proyectos, y la certeza de que si no es el momento
de uno, todo volverá a ocurrir, porque cada año vuelve a nacer el
Niño Jesús.
Las
cartas volvieron a invadir el palacio real y las tierras
septentrionales. Papá Noel tuvo que volver a engordar para soportar
el frío de la intemperie en la Noche Buena y Melchor, Gaspar y Baltasar interrumpieron
sus estudios de astrología para dedicarse a organizar las Cabalgatas
y la compra de juguetes con la ayuda de sus pajes.
La
intolerancia había sido superada por el daguerrotipo de cualquier
niño en el instante en que al levantarse descubre sus regalos junto
a sus zapatos, ese momento de felicidad sincera, de alegría de
vivir, que contagia y prende la mecha del amor en nuestros corazones,
tal y como quería el Niño Dios.
Y
es que la Navidad consiste en eso: en un regalo, en forma de juguetes
e ilusión para los niños; y de solidaridad y esperanza para los
adultos. Por ello, también las personas mayores escribimos cartas a
los Reyes Magos.
Publicado el 3/11/17 en encuentos.
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