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martes, 7 de noviembre de 2017

Cataluña: nomos, demos y krátos. Por una sociedad civil abierta


 “Creí que era mucho mejor estar de parte de la ley y de la justicia, aunque eso me supusiera graves peligros, que ponerme de vuestra parte en busca de seguridades, si por ello debía ir en contra de la justicia o era movido por el temor de la muerte o del encarcelamiento”·.
 -Apología de Sócrates. Reconstruida por Platón, siglo IV a.C.-

  Sócrates nos enseñó que el nomos, la Ley estaba por encima del demos y krátos es decir de las veleidades del gobierno o del pueblo. Se escuchan con frecuencia en relación con el golpe de Estado frustrado en Cataluña dos argumentos en contra de la materialización de una hipotética República Catalana: el económico: muchas empresas se irán, saldrá de la zona euro, etc. y el sentimental: llevamos muchos años unidos, las familias y amistades se rompen, etc. Sin embargo son pocas las voces que aluden a la Ley, al nomos porque la manipulación del lenguaje y de la resolución de la ONU aludiendo al derecho a decidir de los pueblos han conducido a un escenario en el que la legitimación del deseo de la secesión se antepone al cumplimiento de la Ley. En otras palabras, han vencido la propaganda y la demagogia en la opinión pública y en la publicada.
 El llamado derecho a decidir, es decir invocar la secesión como un derecho de autodeterminación, es en el caso catalán, una aspiración política pero no un derecho. Y ello se demuestra en el hecho de que el triunfo mediático de la propaganda no ha conseguido ningún triunfo político, es decir no ha habido reconocimiento internacional alguno. No hay que confundir el éxito del escenario publicado en los medios de comunicación con el del escenario político.
  ¿Cuál es el índice de la democracia española según The Economist? Pues estamos ante otra leyenda negra que invocan quienes pretenden romper España, con la idiocia y la infamia de los medios de comunicación, exigiendo a los políticos la puesta en libertad de los secesionistas en prisión despreciando la separación de poderes. ¿Alguien conoce alguna orden de excarcelación que la firme algún gobierno en un país democrático? En el acto jurídico, lo importante es quién ejerce el control, que ha de estar investido de autoridad (no son las víctimas, ni afectados, ni demandantes, ni colectivos, ni organizaciones, ni representante legal alguno) y no qué es lo que deseamos con arreglo a un método científico o la opinión pública o el interés de los políticos. Vid. En palabras de Góngora nada me parece justo siendo contra mi gusto. Pero las resoluciones judiciales se acatan, porque en caso contrario estaríamos ante un poder arbitrario y despótico donde los jueces actuarían de meros oficiantes. La justicia no puede retraerse a un wishful thinking ad libitum. Podemos ejercer la crítica, mostrar nuestro desacuerdo, opinar como si fuéramos catedráticos de Derecho e incluso manifestarnos con caceroladas, pero en un Estado de Derecho, las resoluciones judiciales no se pueden vulnerar.
  Somos un pueblo replicaba Puigdemont al discurso del Rey, es decir, un pueblo, una Nación que debe tener su Estado como encarnación de su Espíritu, como emanación del nacionalismo hegeliano que dio cobijo a la ideología totalitaria, historicista y antiliberal. El liberalismo es pecado sentenciaba el clérigo catalán Sardá y Salvany y para el obispo de Solsonasomos -Cataluña- una nación y tenemos derecho a decidir nosotros cuál es nuestro futuro”.El demos manipulado y dirigido se impone al nomos, a la Ley, somete al hombre a la colectividad nacionalista, después llega el populismo y termina en la oclocracia.
  “El Espíritu de la nación (hegeliano) determina su oculto destino histórico, y toda nación que desee emerger a la existencia debe afirmar su individualidad o alma saliendo a la Escena de la historia. (…) Todos los pensamientos y todas las actividades del historicista apuntan a la interpretación del pasado para poder predecir el futuro”- Karl Popper-.  Todo vale para afirmar la existencia de la Nación: demagogia, falsación de la Historia, adoctrinamiento y odio en los colegios, banalización del mal y de la democracia...
  El discurso emocional del odio y del anhelo de independencia aleja a Cataluña de la racionalidad. Obviamente, ese segmento de la población secesionista no se va a instalar en la Ley, pero la sociedad silenciada y silenciosa, debe caminar hacia una sociedad civil abierta. El independentismo junto a la lengua han sido los ejes que han vertebrado la desigualdad entre ciudadanos, ha estado organizado, financiado y retroalimentado en los medios de comunicación incluyendo a los del Estado que bien por idiocia, bien por oportunismo político han comprado el discurso del derecho a decidir y todos esos mantras. La no aplicación de la Ley ha tenido como escenarios el Parlamento de Cataluña y Madrit. Si al final se ha llegado a accionar el botón del artículo 155 de la Constitución para recobrar la legalidad, ha sido tras el discurso del Rey, la huida masiva de empresas y la manifestación del 8 de octubre en Barcelona de los constitucionalistas en favor de la unidad de España. No sabremos si sin el despertar de la Nación, el Gobierno hubiese tenido el coraje político suficiente, pero sí sabemos que el consenso entre el PP-PSOE-Ciudadanos llegó tras el maremoto de la sociedad silenciada.
   Sócrates tenía razón, si no se antepone la Ley frente a las veleidades políticas  y del pueblo manipulado por la demagogia, llegamos a las consecuencias desastrosas del procés. La libertad siempre está en peligro y hay que defenderla. En la Transición se pensó ingenuamente que la sociedad civil terminaría siendo vertebrada por los partidos políticos, pero ha sido fagocitada, engullida y la Nación desarmada. Los partidos quieren pactar reformas constitucionales, si queremos seguir siendo libres e iguales, toca organizarse, hacer pedagogía, desenmascar mentiras y buscar la verdad en las redes sociales. Y para retroalimentarnos, de vez en cuando, escuchar el discurso del Rey. Sic transit.

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