La
lactasa es una enzima producida en el intestino delgado
imprescindible en el proceso de conversión de la lactosa, presente
en la leche y productos lácteos. Para las personas intolerantes a la
lactosa, se comercializa la leche
sin lactosa,
pero en realidad es leche con lactosa, a la que se le añade lactasa
para que su consumo pueda ser apto para ellas. He aquí un ejemplo de
cómo una mentira es útil en la medida en que da un tipo de
información sencilla: usted puede consumir esa leche aunque sea
intolerante a la lactosa.
Pero no toda desinformación es
inocua. Afirmaba Voltaire que la cultura no suprime la barbarie, la
perfecciona, tal vez por ello, el progreso moral camina con el paso
cambiado respecto del científico y tecnológico.
Las sociedades occidentales proclaman
y exigen tolerancia cero a la violencia contra la mujer bajo la
denominación de machista o de género. Pero, ¿es acertada esta
definición?
La
literatura antropológica ha definido como violencia de genero,
aquella que se practica contra la mujer para subrayar que la cultura
ha edificado una construcción social que no deriva de la naturaleza
humana. Este concepto pretende combatir el maltrato psicológico, el
abuso personal, la explotación sexual y la agresión física a la
que se ve sometida la mujer.
En síntesis,
es una estrategia que pretende erradicar la perpetuación de relación
de poder y de sumisión entre hombres y mujeres al considerar que ha
sido la cultura como medio de adaptación biológica del ser humano,
la que ha consolidado los roles sexuales en la sociedad y establecido
lo que denominamos patriarcado o machismo
en lenguaje popular.
En Viena, en
1993, la ONU discriminó positivamente los derechos de las mujeres y
declaró expresamente que la violencia contra ellas era una violación
de los derechos humanos. Y en 1955 definió que la violencia contra
la mujer es “todo acto de violencia sexista que tiene como
resultado posible o real un daño físico, sexual o psíquico,
incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de
libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada”.
El
concepto de género se introduce pues, con la pretensión de
distinguirlo del sexo biológico, para subrayar que la construcción
femenina y masculina son producto de la sociedad, y acotarlo
frente a las diferencias que produce la propia naturaleza humana.
La violencia
contra la mujer se conceptúa como un aprendizaje adquirido por la
endoculturación o socialización y se basa en dos pilares: la
misoginia, que es la aversión u odio a las mujeres; y el
sexismo, que es la convicción de que su misión en la vida es
estar en casa con la pata quebrada.
La violencia
doméstica o violencia de pareja es la expresión más frecuente de
la violencia de género. Es violencia producida en el seno de la
familia, del matrimonio, pero va más allá pues incluye a parejas
que conviven sin ataduras legales, parejas que no han iniciado la
convivencia y parejas que se han separado.
Considero
oportuno definir la violencia de género como violencia masculina
contra la mujer para diferenciarla de todo tipo de violencia que
se produce entre los seres humanos como resultado de sus relaciones
afectivas o de filiación: el hijo que maltrata a la madre o padre;
el padre o madre que maltrata a sus hijos; la mujer que maltrata a su
marido o pareja y los maltratos habidos en el seno de parejas de
homosexuales tanto de hombres como de mujeres y cualesquiera otras
formas de maltrato que se producen en el seno del hogar entendido
como lugar de convivencia.
Insistimos en
la idea de que el concepto de violencia de género nace con la
pretensión de luchar contra los mecanismos que han permitido
perpetuar la superioridad del hombre frente a la mujer por su mera
condición de serlo. Pero subrayando que es la violencia hacia la
mujer entendida como pareja, como objeto de posesión, como la
parienta, la legítima, novia, compañera, etc. en el
marco de una relación
heterosexual.
Es decir,
que la violencia de género no es de aplicación a la mujer compañera
de trabajo, mujer homosexual respecto de su partenaire, la
padecida por el varón a manos de su pareja, ni la violencia entre
parejas homosexuales.
La
expresión violencia de género requiere para comprender su
dimensión, de información, no es un concepto intuitivo porque en
nada tiene que ver con el género gramatical ni con el sexo
biológico. Ni pretende que los diccionarios incluyan nuevos
vocablos como miembra. En otras palabras, el concepto de
género, aspira a la igualdad efectiva entre hombre y mujer, pero
como si de una lucha de clases se tratara.
Lo esencial
desde el punto de vista del progreso ético es la persecución de la
igualdad efectiva en aras a las oportunidades, salarios, reparto de
tareas, educación, custodia de hijos y cualesquiera otras formas de
desigualdad que aún pudieren persistir en la sociedad. Se trata de
eliminar barreras y obstáculos en aras de la igualdad adjetivada
(oportunidades, salario, derechos...), no de pretender que el nuevo
hombre sea femenino ni de que la mujer masculinice su vida, aunque
haya hombres femeninos y mujeres masculinas heterosexuales. Y por
supuesto establecer mecanismos legales para luchar contra el maltrato
psicológico, el abuso sexual y la agresión física a la que se
somete a la mujer. Ahora bien, hay que desenmascarar la ideología
marxista y su concepto de materialismo de la cultura con la que se
envuelve en papel de celofán la lucha por la igualdad entre hombres
y mujeres. La Ley Orgánica de Violencia de Género es una ley
ideológica que no ha venido a paliar la violencia producida contra
la mujer, sino todo lo contrario, a aumentar las estadísticas
luctuosas.
Sucesos como
el de la muerte de las dos mujeres en Cuenca, evidencian cómo
funcionan los paradigmas de las izquierdas. Por un lado, se invoca al
machismo como causa de la muerte de mujeres, estableciendo el
argumento retórico de que la violencia se deriva del machismo, es
decir como si todo hombre que tenga un concepto de superioridad
sobre la mujer va por la vida de matón
y chulo
de mujeres; y por otro lado al mismo tiempo, se invoca el mantra
de que no hay que legislar
en caliente,
y que hay que reinsertar aunque su pronóstico sea desfavorable, al
delincuente. Al igual que el etiquetado de la leche sin lactosa, la
opinión publicada transmite a la opinión pública que el asesino es
un machista pero que es presunto, y que la petición de la pena de
cadena perpetua revisable, es cosa de gente
retrógrada.
De la misma forma que la lactasa está presente en la leche para que sea apta para las
personas intolerantes a la lactosa, el lenguaje políticamente
correcto, incluye como norma de etiquetado, el término presunto,
para que el paradigma de que hay que aplicar penas humanas
al reo, pueda ser digerido y a su vez impida una legislación más
represiva favorecida por el clamor popular.
El
concepto de presunto solo ha de enmarcarse en la literatura jurídica
para determinar en aras al principio de legalidad, que en los
tribunales, no se puede considerar culpable a una persona hasta que
no haya sido juzgada y demostrada su culpabilidad. Pero en la vida
real, las víctimas no son presuntas, ni los culpables tampoco, sin
embargo los paradigmas se consolidan con el uso dirigido del lenguaje
en favor de determinada ideología.
Parafraseando
a Habermas, las mayores injusticias se dan como consecuencia del
choque de dos conflictos con la misma ideología: Ley de Violencia de
Género y filosofía de las penas de prisión. Leche sin lactosa a la
que se añade lactasa para que la opinión pública intolerante a
todo tipo de sucesos aberrantes, digiera bien el concepto de progreso
de las izquierdas muy anudado al relativismo axiológico.