
La felicidad se plasma en muchos momentos
de la vida, uno de ellos se materializa cuando los amantes se funden en besos.
Metafóricamente, el amor surge cuando Cupido nos empareja, prepara sus flechas,
y espera el momento preciso para dispararlas.
Al margen de la carga de romanticismo, lo
cierto es que la tradición de hacer
regalos a los seres queridos en fechas señaladas, es una forma de intercambio
de bienes y de reciprocidad, en la que las motivaciones individuales y sociales
actúan como si una poderosa fuerza
interna nos guiara. Comprometemos gasto, las tiendas exhiben
sus mejores mercancías, y los escaparates se montan con suma dedicación.

El entusiasmo con el que guiamos estas
acciones, nos individualiza frente a un mundo deshumanizado, y nos instala en
nuestra dimensión espiritual frente al ser unidimensional en el que nos ha
transformado el pragmatismo y la cultura científica y técnica. Cuando pensamos
en ese ser especial de nuestras vidas, tomamos conciencia por anamnesis de que la condena de Zeus
cuando decidió partirnos por la mitad para anhelar perpetuamente a la parte
amputada, supuso el triunfo del amor, la amistad y los lazos familiares.
Los regalos junto a los renovados
propósitos de cada Año Nuevo, son nuestro personal libro de autoayuda. Son estrategias para darnos dosis de chispazos vitales.
No necesitamos gurús que guíen
nuestro comportamiento, ese tipo de recomendaciones termina siendo como el
manual ininteligible de instrucciones de cualquier aparato tecnológico, al que
sólo con el ensayo, error y manejo logramos sacarle las prestaciones, tan solo
necesitamos soñar y mantener las ilusiones. Luis Buñuel afirmaba, “si me
dijeran te quedan veinte años de vida, ¿qué te gustaría hacer durante cada
uno de los días que vas a vivir?, yo respondería: dadme dos horas de
vida activa y veinte horas de sueños, con la condición de que luego pueda
recordarlos”. Poesía para eludir el momento cotidiano de la vida-
Ortega y Gasset- frente a la abulia; determinación frente a la pereza: en el
Principio no era el Verbo, era la Acción -Goethe-.

P.D. Los detractores del mercado del regalo el día de San Valentín luchan en vano. El mismísimo dios Eros tuvo que agasajar a Psique con banquetes nocturnos en su palacio para seducirla.