Platón en El Banquete nos narra
un mito según el cual hubo un tiempo en que la tierra estaba habitada por una
especie de personas esféricas que tenían dos caras, cuatro piernas y cuatro
brazos perteneciendo a tres sexos distintos: el masculino descendiente del Sol;
el femenino descendiente de la Tierra, y el andrógino descendiente de la Luna.
La insolencia de estos seres provocó la ira de Zeus que decidió partirlos por
su mitad y condenarlos a buscar y refugiarse afectivamente unos en otros.
La felicidad se plasma en muchos momentos
de la vida, uno de ellos se materializa cuando los amantes se funden en besos.
Metafóricamente, el amor surge cuando Cupido nos empareja, prepara sus flechas,
y espera el momento preciso para dispararlas.
Al margen de la carga de romanticismo, lo
cierto es que la tradición de hacer
regalos a los seres queridos en fechas señaladas, es una forma de intercambio
de bienes y de reciprocidad, en la que las motivaciones individuales y sociales
actúan como si una poderosa fuerza
interna nos guiara. Comprometemos gasto, las tiendas exhiben
sus mejores mercancías, y los escaparates se montan con suma dedicación.
Tal vez Hayek cuando afirmó que el
mercado era el producto de la acción humana y no el diseño de su institución,
tuvo presentes los brotes de alegría que los momentos especiales suponen en la
vida de las personas. Pese a las críticas de quienes las desprecian por
anudarlas a un mero consumo, seguiremos el guión y regalaremos presentes en el
calendario que nos recuerda y evoca a quienes tenemos instalados en nuestras
vidas. Y ello obviamente irradia a cualquier efemérides que nos haga reforzar
los lazos de unión.
El entusiasmo con el que guiamos estas
acciones, nos individualiza frente a un mundo deshumanizado, y nos instala en
nuestra dimensión espiritual frente al ser unidimensional en el que nos ha
transformado el pragmatismo y la cultura científica y técnica. Cuando pensamos
en ese ser especial de nuestras vidas, tomamos conciencia por anamnesis de que la condena de Zeus
cuando decidió partirnos por la mitad para anhelar perpetuamente a la parte
amputada, supuso el triunfo del amor, la amistad y los lazos familiares.
Los regalos junto a los renovados
propósitos de cada Año Nuevo, son nuestro personal libro de autoayuda. Son estrategias para darnos dosis de chispazos vitales.
No necesitamos gurús que guíen
nuestro comportamiento, ese tipo de recomendaciones termina siendo como el
manual ininteligible de instrucciones de cualquier aparato tecnológico, al que
sólo con el ensayo, error y manejo logramos sacarle las prestaciones, tan solo
necesitamos soñar y mantener las ilusiones. Luis Buñuel afirmaba, “si me
dijeran te quedan veinte años de vida, ¿qué te gustaría hacer durante cada
uno de los días que vas a vivir?, yo respondería: dadme dos horas de
vida activa y veinte horas de sueños, con la condición de que luego pueda
recordarlos”. Poesía para eludir el momento cotidiano de la vida-
Ortega y Gasset- frente a la abulia; determinación frente a la pereza: en el
Principio no era el Verbo, era la Acción -Goethe-.
Y es que el sueño tiene que acariciarse
en el mundo real, en la vida. El maestro Frank Capra nos lo enseñó en
su película Qué Bello es Vivir. Eros
frente a Tánatos, las ganas de vivir frente a la muerte como metáfora de la
desidia. Solo las
personas que se agitan en el mar, disfrutan de sus olas. Hagamos poesía para
todas las preguntas que no se puedan responder, y para todo lo demás, la famosa tarjeta de crédito. Aprendamos
a saber si la vida nos sonríe, sin mutilar margaritas: la vida es un misterio,
y los misterios, se nos des-velan.
P.D. Los detractores del mercado del regalo el día de San Valentín luchan en vano. El mismísimo dios Eros tuvo que agasajar a Psique con banquetes nocturnos en su palacio para seducirla.
P.D. Los detractores del mercado del regalo el día de San Valentín luchan en vano. El mismísimo dios Eros tuvo que agasajar a Psique con banquetes nocturnos en su palacio para seducirla.