Los cruces de mensajes en páginas de contactos en la red y en Whatsapp han establecido nuevas estrategias de búsqueda de pareja y amistades. De entrada se sustituye el efecto halo irracional que puede arruinar una relación potencialmente satisfactoria por la intuición intelectual que opera con idéntico resultado: unas líneas escritas son suficientes para considerar al contacto como no deseado.
Si se consigue mantener el interés, entramos en una dinámica en la que la curiosidad se impone. A partir de ese momento, lo significativo es subrayar que el medio (internet) no es el mensaje, sino un mero soporte técnico que nos obliga a aprender a leer con los oídos y no con los ojos (como nos enseñaba Unamuno) porque es necesario escuchar lo que se lee y no ver lo que se lee.
Es una experiencia fascinante, fecunda y mágica. Oscar Wilde afirmaba que nadie escucha, tan solo espera su momento de réplica, ese es el novum a mi juicio del fenómeno: diálogo en sentido etimológico, de compartir logos, de compartir sentimientos, inquietudes y expectativas en lugar de hablar, que en última instancia es siempre monólogo.
Por eso nos resulta más fácil contar nuestras intimidades en la red antes que al vecino, porque esa relación impersonal posibilita nuestra propia utopía: acercarnos al Otro sin miedo. El individuo se somete así a la colectividad pero manteniendo su singularidad, es decir eligiendo los contertulios con arreglo a su propia formación, marco de valores y fines perseguidos.
Tal vez ahí resida el éxito, la mujer ha encontrado un medio para sentirse escuchada, y el hombre a cambio descubre el universo femenino. Las reglas de juego están cambiando y pese a los riesgos inherentes a todo lo enigmático, seguiremos potenciando estas páginas de contactos. La amistad y el amor se imponen en la vida, y la soledad que genera este modelo de sociedad, ha encontrado su prozac particular.
-Artículo publicado en 2008-.
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