El
peregrino que moría en Compostela era enterrado en un pequeño
cementerio situado detrás del Obradorio, a los pies del Pazo de
Raxoi con una concha de vieira para que fuera identificado en el
cielo y Santiago intercediera por él. Este recinto,
ubicado junto a la iglesia de San Fructuoso, fue clausurado a
principios del siglo XIX.
“Engañado
unas veces, olvidado otras, abandonado con frecuencia a su propio
riesgo, el peregrino era siempre un símbolo que tenía que ser
respetado, aunque individualmente pudiera representar muy poco en la
vida. Convenía a toda costa conservar y respetar la institución
peregrina, incluso fomentarla, porque suponía una baza fundamental
de la doctrina cristiana, tal como supo verlo la Orden de Cluny y
como asumieron la Iglesia y Estado casi inmediatamente. (…)
El
obispo Diego Gelmírez promulgaba un decreto Ad
protegendos pauperes
en 1113 donde especificaba: “A los mercaderes, romeros y peregrinos
no les tome prenda; y el que lo hiciere, pague el doble de lo que
hubiere tomado, sea además excomulgado y, por último, pague sesenta
sueldos al señor de la tierra”. Las mismas ordenanzas o muy
parecidas aparecen en el Fuero Real de España y en numerosos fueros
locales (…) toda una serie de obligaciones, a las que estaban
sujetos súbditos y ciudadanos, se convertían para el peregrino en
exenciones que hacían de él un ser privilegiado de la sociedad, un
individuo que dejaba de pertenecer a ella para convertirse en
presunto ciudadano de otra sociedad celestial, en la que regían
leyes distintas que anulaban todas las que los hombres promulgaban”.-
Juan García Atienza-.
En
el Camino también convivían todo tipo de gente: vagabundos,
pordioseros, prostitutas, pícaros, prófugos, ladrones...sin
embargo, en la Edad Media toda esta circulación de personas no
hubiese podido ponerse en marcha sin una motivación religiosa. Hacer
el Camino por motivos deportivos, culturales o históricos hubiese
sido impensable, por ello, junto a una mística
del Camino,
surge una mística
de la acogida. El Camino se recorría con el auxilio de hospederías
monacales y hospitales siguiendo los preceptos de San Benito, “los
instrumentos de las buenas obras” donde se eleva la
hospitalidad a norma.
Algunas
personas acogen en sus casas a los peregrinos, son los hospitaleros
medievales, otras donan bienes y enseres participando en una empresa
colectiva en favor de la ayuda al peregrino y
como christianitas,
y
había quien regalaba su propia cama para el hospital “con ruego de
que se ponga sobre ella su nombre y el peregrino rece un pater
noster
por su alma”. -Eliseo
Sáinz Ripa-
Estos
hospitaleros formaban parte indisoluble de la sacralización del
Camino. Hoy el peregrino y el caminante valoran más la acogida que
las instalaciones a diferencia del turigrino.
El
encuentro
con lo sagrado en el turigrino
se reduce a estampar el sello de la Iglesia de la etapa en la
credencial. Pero para el peregrino, lo sagrado y lo profano se
funden.
Los
Hospitales tenían encomendado igualmente en caso de muerte del
peregrino, oficiar misas, dar limosnas y ayudar en obras piadosas
con los bienes del peregrino si no eran reclamados por familiares, y
el reparto de enseres y ropas a los compañeros de peregrinaje.
Recordemos que las capillas de Eunate y Torres del Río: “en
cualquier caso, (tuvieron) una función cementerial al servicio de
los peregrinos fallecidos en el Camino de Santiago. En el centro de
la cubierta debió existir -como todavía existe en Torres del Río-
una pequeña torre-faro lucernario o linterna
de muertos,
en la que una llama conmemorativa de los difuntos luciría
ininterrumpidamente, acompañándolos en su descanso, sirviendo
también de guía en el tránsito nocturno de peregrinos.” Fuente.
Hoy,
la muerte en el Camino pese a que ha perdido su imbricación
numinosa, quiere honrar a sus peregrinos
hacia la eternidad. Se mantienen ciertos ritos, y los peregrinos
diferenciamos lo sagrado de lo profano en el espacio que transitamos
para recordar a quienes murieron haciendo el Camino.
La
peregrinación medieval, especialmente en sus inicios, era una hazaña
que otorgaba a los peregrinos un estatuto
homérico,
que se veía reforzado por el elevado número de fallecidos que no
regresaban. Hoy, pese a lamentables sucesos como el asesinato
de Denise Thiem la Orden
del Temple ha
sido sustituida con mayor eficiencia y seguridad por nuestra Guardia
Civil, y el Camino ha perdido su heroísmo.
Hemos constatado que la muerte formaba parte de la
aventura, del riesgo, de la épica, asumiéndose sin dramatismo,
formando parte de la vida y que llegado el caso, sería la última
etapa
para reposar con concha de vieira en camposanto, a sabiendas
igualmente de que las ordenanzas garantizaban misas y oraciones para
el peregrino.
En
la Primera
Partida de Alfonso X El Sabio,
el autor demuestra que todas las cosas pertenecen a la Iglesia
Católica, y que enseñan a conocer a Dios por las creencias.
“Previllejos
e grandes franquezas han las Eglesias ... conuiene dezir en este
titulo de las franquezas e de los previllejos que han tambien ellas
como sus cementerios.
Cerca
de las Eglesias touieron por bien los Santos Padres que fuessen las
sepulturas de los Christianos: e esto por cuatro razones”. Una de
las cuales, es que los fieles, al ir a la Iglesia y vieran los
cementerios se acordarían de los difuntos y rezarían por ellos.
“Pero antiguamente los Emperadores e los Reyes de los Christianos,
fizieron establecimiento e leyes, e mandaron que fuessen fechas
Eglesias, e los Cementerios, fuera de las Cibdades e de las Villas,
en que soterrassen los muertos, porque el fedor dellos non
corrompiesse el ayre nin matasse los bivos”.
En
los cementerios de las iglesias no debían enterrarse a los
ajusticiados sin arrepentir, a los excomulgados, a los impenitentes y
a los muertos en torneos.
El
Xacobeo se ha propuesto recuperar la memoria de los cementerios del
Camino y el concepto medieval de hospitalero:
“los
hospitaleros voluntarios colaborarán en la hospitalidad de los
peregrinos. No se trata, en consecuencia, de realizar funciones de
mantenimiento del albergue sino especialmente de acogida, compartir
su experiencia, y participar en sus inquietudes”, señaló la
Directora de Turismo de Galicia, María Nava Castro Domínguez.
Fuente.
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