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martes, 12 de abril de 2016

Entre Polibio y el principio de Peter: Sísifo y la oclocracia.





  Los clásicos establecieron una distinción radical entre la palabra (ciudadanos que especulan) y el hecho (esclavos que laboran). En lenguaje coloquial hablamos de teoría y práctica subrayando el desdén por el saber, frente a la habilidad de la experiencia para solucionar los problemas de la vida cotidiana.
 La palabra teoría se remonta a orígenes religiosos: theoros era el representante que las ciudades griegas enviaban a los festivales públicos, es decir, nace con el sentido de contemplar. Platón y Parménides la anudan al logos, a la razón, como garantía frente a la inestabilidad y la incertidumbre del reino de la opinión -doxa-.

  Para los filósofos griegos, las virtudes eran algo objetivo y consistían en ciertos saberes, en la consecución de la perfección –areté-, por ejemplo respecto del zapatero, el dominio de la técnica para hacer zapatos. Entraban en juego tres factores: capacidad innata, aprendizaje y práctica. La areté moral consistía en la buena vida, lo cual presuponía el conocimiento previo del bien mediante el autoconocimiento, de ahí que Sócrates hiciera suya la máxima conócete a ti mismo. Para el gobierno se exigía la areté política.
  Despreciamos el conocimiento y nos instalamos en el reino de la sabiduría de bolsillo, en la eyaculación precoz, en no profundizar en las cosas, ni en las ideas, ni en los hábitos adquiridos. Con frecuencia, se enmascaran con el error humano, prácticas que obedecen a falta de valores, de actitud, de rigor, de búsqueda de la perfección, de teoría, que en definitiva no deja de ser un punto de vista crítico sobre el trabajo o las acciones que realizamos. En definitiva, es el abandono de la areté moral, de la vocación, del compromiso, y con ello la vuelta al punto de vista de la sociedad esclavista: limítense a los hechos.
  Recordemos que el mito de Protágoras contaba una historia en la que se venía a probar que no hay ciudad posible sin ciudadanos dotados de virtud política. Podía sobrevivir la ciudad con que en ella, solo algunos conocieran la medicina o la música, porque esos pocos bastaban para atender la salud o entretener el ocio de la comunidad entera. Pero como no todos poseyeran el sentido del respeto y la justicia, sus habitantes se destrozarían entre sí y la ciudad estaría perdida. Esa condición tan imprescindible para la vida en común no nos la entrega graciosamente la naturaleza, sino que la conquistamos solo por la educación y el ejercicio. Por eso, a quien le faltaba, se le achacaba un defecto culpable que había de ser tratado como una enfermedad.
  El viejo Aristóteles también intuyó que la democracia podía caer en la degeneración. Y Polibio en el siglo II A.C. llamó oclocracia a ese estadio de degeneración democrática donde gobernarían los peores, y eso sucedería cuando la decadencia de las élites condujera a un proceso en el que los políticos dejarían de servir al pueblo, para servirse del pueblo. ¿Qué ocurriría en ese momento? Pues que triunfaría la oligarquía, y el pueblo terminaría por decidir un cambio y llegarían al poder personas sin la adecuada formación.
  Pero Camus y Peter nos dan otro punto de vista del viejo asunto de la necedad que en definitiva permite a los demagogos gobernar al pueblo. La estupidez ha sido muy bien estudiada entre otros autores por Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la locura (estulticia) y por Carlo M. Cipolla en Las leyes fundamentales de la estupidez humana. “Las tendencias culturales que prevalecen hoy en día en los países occidentales favorecen una visión igualitaria de la humanidad. Se prefiere pensar en el hombre como el producto de masa de una cadena de montaje perfectamente organizada”-Carlo M.Cipolla-.

  En el mito de Sísifo, Camus nos presentó al personaje como metáfora del hombre moderno, que pasa gran parte de su vida en centros de trabajo deshumanizados, lo que conlleva según el autor, al absurdo de nuestras vidas, anudadas al valor de lo que producimos. El astuto Sísifo fue condenado por engañar a los dioses, a la ceguera y a empujar perpetuamente un peñasco colina arriba hasta caer rodando nuevamente al valle e iniciar de nuevo sus trabajos. Sin analizar la pregunta filosófica que se planteaba Camus sobre el suicidio como alternativa a esa angustia vital, afirmaremos que los dioses castigaron la creatividad y la inteligencia, para no volver a ser objeto de treta alguna por parte de ningún humano.
  Y Laurence J. Peter nos ofrece otro enfoque. Según él, la sociedad está estructurada para tender a trepar, para alcanzar una mejor posición en el seno de una organización. Al observar que tras el proceso de selección, la incompetencia se instalaba en todos los niveles de todas las jerarquías (políticas, legales, educacionales, industriales, de funcionarios...) formuló la hipótesis de que la causa radicaba en alguna característica intrínseca de las reglas de juego para promocionar a la gente. De manera que formuló el principio que lleva su nombre, El principio de Peter:
   ”En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender a su nivel de incompetencia".
 ¿Cómo se va articulando el proceso según Peter? Con una política de ascensos que ignora un hecho elemental: responsabilidades y cometidos diferentes, requieren perfiles nuevos, con el resultado final de que la escala de mando en las organizaciones, tiende a ser ocupada por personas que son incompetentes para desempeñar sus funciones. Tal vez la explicación radique en el hecho de que se suele promocionar, bien a gente con padrino o bien a gente que realiza con competencia su trabajo en responsabilidades inferiores, es decir sin tener en cuenta su idoneidad para el nuevo puesto, y al final ocurre lo que a la nata, que sube hasta que se corta.
  La competencia de un empleado es determinada no por gente de fuera de la organización sino por el superior en la jerarquía. Pueden ocurrir dos cosas:
  1. Que el superior se encuentre aún en el nivel de competencia, y valore a sus subordinados en atención al trabajo útil que realiza y su grado de eficiencia.
  2. Que el superior haya alcanzado su nivel de incompetencia, y valore al empleado con criterios institucionales, es decir como el comportamiento que secunda reglas, rituales y formalismos.
  Lo normal es que la evaluación la realice el “adaptado”, y por ello prevalece la consistencia interna, las reglas de juego establecidas. De esta forma, se prioriza la adaptación y se desdeña la creatividad. El trabajador se convierte en autómata, siempre obedece, nunca decide, y descubre que tras la consigna el jefe siempre lleva razón, se esconde una máxima: la supercompetencia es más peligrosa y recusable que la incompetencia y la jerarquía debe ser preservada.

 Sea como fuere, bien por degeneración de la democracia o de cualquier régimen político, bien por necedad: “sin mí no habría sociedad posible ni relaciones sólidas y agradables en la vida; sin mí, a la verdad, el pueblo no soportaría largo tiempo a su príncipe, el señor a su criado, la criada a su dueña, el discípulo a su preceptor, el amigo a su amigo, la esposa a su marido, el mesonero a su huésped, el compañero a su compañero ni el convidado al anfitrión; si no se engañaran mutuamente, se adularan unos a otros y usaran de complacencia, frotándose recíprocamente con la miel de la necedad”-Erasmo de Rotterdam-, o por la incompetencia a la que tienden las organizaciones, lo cierto es que la sentencia de los dioses a Sísifo nos condenó a la estupidez a los humanos y en definitiva a ser corderos para lobos demagogos. En algo tienen necesariamente que estar fallando el sistema educativo, los medios de comunicación de masas y nuestro marco de valores. Sic transit.

Nicolás Costas:
Se ha sentenciado a los corderos, y Sísifo ejecuta la pena ¿Pero quién juzgará a los lobos y ejecutará a los demagogos? Estos parecen bendecidos no sólo por la estupidez de los corderos sino también por la riqueza en ardides del divino Odiseo. Quizá no sea la incompetencia su pecado sino la solo búsqueda del poder como fin en sí mismo. Puede juzgarlo cada cual, por supuesto, y Trasímaco de la República será viejo fiscal.

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