“Los caminos públicos pertenecen a
todos los omes comunalmente, en tal manera que también pueden usar
dellos los que son de tierra estraña, como los que moran e biven en
aquella tierra do son”-Libro de las Partidas de Alfonso X-.
“Condúceme Señor por tus senderos
y yo entraré en tu verdad”. -Pseudo Dionisio-.
“Estar sentado es mejor que andar;
yacer, mejor que estar sentado; estar dormido mejor que despierto, y
lo mejor es estar muerto”.- Adagio hinduista-.
El hombre como viajero, caminante o
peregrino, es homo viator.
¿Qué entraña esta sinécdoque, ¿que el hombre está siempre en
camino? Propiamente solo podemos predicar del hombre su condición de
viator desde una
perspectiva teológica. En palabras de San Agustín: “Señor nos
has hecho para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti”, en definitiva, el fin del viaje del hombre está
en Dios. Homo viator requiescat in pace.
En Hegel, el Espíritu es también camino, y para los cristianos, Cristo es “el camino, la verdad y la vida”-Jn 14,6. Pero a diferencia del periplo, del viaje concebido como gesta homérica, el viaje desde una perspectiva escatológica, es meta-físico. Ulises y su hijo Telémaco salen en grupo desde Ítaca para volver a su patria; el peregrino no planifica su Camino como gesta, sino como transformación, como Camino de Luz. Las romerías y peregrinaciones en las religiones del Libro (judaísmo, islam, cristianismo) forman parte de la búsqueda de la espiritualidad y en todo caso de preceptos obligatorios o no.
En Hegel, el Espíritu es también camino, y para los cristianos, Cristo es “el camino, la verdad y la vida”-Jn 14,6. Pero a diferencia del periplo, del viaje concebido como gesta homérica, el viaje desde una perspectiva escatológica, es meta-físico. Ulises y su hijo Telémaco salen en grupo desde Ítaca para volver a su patria; el peregrino no planifica su Camino como gesta, sino como transformación, como Camino de Luz. Las romerías y peregrinaciones en las religiones del Libro (judaísmo, islam, cristianismo) forman parte de la búsqueda de la espiritualidad y en todo caso de preceptos obligatorios o no.
No hay viaje sin camino, sin
orientación, sin marcas, sin rumbo, y por ello, no hay viaje
irrepetible, sino todo lo contrario, todo camino es repetible por
muchos caminantes.
La
anamnesis (recuerdo) del Camino de Santiago desde el punto de vista
emic (la perspectiva
interna de las personas integradas dentro de una cultura aprehendida
y común para un grupo), no solo está interesada en descubrir
paisajes y monumentos para fotografiarlos, sino en interiorizar que
tú no haces el camino, el camino te hace a ti,
como se puede leer en muchos
refugios y albergues de acogida cristiana.
“De
la peregrinación a la estabilidad. Con un riesgo contra el que la
Iglesia previene: la afición a la posada del camino terrestre puede
hacer olvidar el camino celeste. Surge así, poco a poco, una
renovación de objetivos. El desarraigo respecto a los lugares se
sustituye por el desapego respecto a las cosas. La propuesta la había
hecho, hacía siglos la teología monástica. Frente a la stabilitas
in peregrinatione, ofrecía, en
el marco del monasterio, una peregrinatio in stabilitate.
Era la forma de combinar sedere
físico con peregrinare
mental. No hacía falta ir a Tierra Santa para peregrinar; bastaba el
camino de perfección monástica”.-J.A. García de Cortázar-. De
manera que la espiritualidad comenzaba a cimentarse en la Edad Media
en los monasterios y la devoción en los santuarios. La peregrinación
era un producto del deseo de purificación, de cumplimiento de una
promesa, de la espera de un milagro, del contacto con una reliquia,
sin olvidar la posibilidad de redimir los pecados y acatar sentencias
judiciales. En cualquier caso la peregrinación es un contemptus
mundi (desprecio del mundo),
frente a “ese horrible e insoportable turista que se fija en el
empedrado de las calles, en las mayores o menores comodidades del
hotel y en la comida de éste”-Unamuno-.
El homo viator pues,
necesita de un camino, de un moverse hacia un lugar para mejorar su
yo interior, bien se trate de un desplazamiento psíquico o físico.
No se aplica pues al desplazamiento diario para ir al trabajo o al
supermercado por ejemplo.
El Camino de Santiago encuentra
al perfecto homo viator en San Juan de Ortega quien
peregrinó a Jerusalén y Roma, convirtiéndose en palmero y romero,
y construyendo la calzada jacobea que había iniciado su maestro
Santo Domingo de la Calzada, el gran patrón de los Ingenieros
civiles, entre Nájera y Burgos.
San Juan de Ortega solo abandona
su condición de viator, cuando enferma, para preparar el
viaje final en su monasterio.
Pero a veces la condición de
viator y leyenda se funden
para construir tanto el camino físico como el espiritual.
Según Marie Louise von Franz, “estudiar un mito es como estudiar
todo el cuerpo de una nación, pero si estudiamos un cuento de hadas
es como estudiar su esqueleto”. De alguna manera, estudiar el
relato caballeresco acaecido en Hospital de Órbigo, es
vertebrar el Camino de Santiago en la figura del caballero
andante.
El Paso Honroso fue uno de
los eventos de caballería más famosos de la Europa medieval. Su
artífice fue el caballero leonés Suero de Quiñones, quien
cautivo de amor por una dama, Dña. Leonor de Tovar, para
librarse de dicha cárcel, porque como reza la canción de Sabina, el
amor que mata no muere, acudió a la corte de Juan II en Medina
del Campo en el año jacobeo de 1434 para hacerle esta petición:
“Señor: deseo justo e razonable
es que en los que en prisiones o fuera de su libre poder son, desear
la libertad e como yo, Suero de Quiñones, sea en prisión por una
señora, por la que traigo todos los jueves este fierro, según es
notorio en vuestra magnífica Corte. Yo, poderoso Señor, he
concertado mi rescate de esa prisión en trescientas lanzas rompidas
por el asta con fierros de Milán de mí e de estos nueve caballeros
que aquí son”.
El Rey autorizó la contienda en
mitad de la ruta del Camino Francés dándole la máxima
difusión, y entre el 10 de julio y el 9 de agosto se celebró. Entre
las modalidades de combate se optó frente al torneo y la justa, por
la modalidad del paso, que se trataba de apostarse
estratégicamente en un puente o camino e impedir su tránsito. El
escenario elegido fue uno de los puentes del Camino por antonomasia,
el de Hospital de Órbigo, inmortalizado como Paso Honroso.
No se llegaron a romper las 300
lanzas, pero los jueces dieron por cumplido el voto y lo despojaron
del aro de hierro que llevaba en su cuello como muestra de su
cautiverio por amor. Habían participado un total de 68 caballeros, y
acabado el torneo, Suero de Quiñones y sus amigos caballeros
peregrinaron a Santiago.
“¿Por qué débiles corazones,
querer sacarme mi elemento de fuego a mí que solo puedo vivir en el
combate?-Hölderlin-. Nuestro peregrino ilustre recorre previamente
un camino hasta la Corte, después se libra de su prisión particular
para terminar caminando a Santiago. Así pues en la gesta estamos en
presencia de un relato homérico: el héroe parte, sufre una prueba,
vence y traslada su objeto mágico, la argolla y la cinta azul en
prueba del amor por la dama, a la capilla de las reliquias de la
Catedral de Santiago.
Si bien el relato es
heterodiegético (en tercera persona; diégesis, interior de la
narración) narrado por el escribano real Don Pedro Rodríguez de
Lena, se convierte en paradigma de todo relato homodiegético (en
primera persona) del homo viator.
El Paso Honroso de Hospital de
Órbigo es la metáfora que anuda el viaje entendido como gesta,
con el sentido espiritual de la peregrinación. He aquí la Ítaca
particular de cada homo viator que se desplaza a Compostela
para después regresar a su patria, unida a la mística de la
búsqueda de un yo transformado. Y he aquí igualmente, la conexión
con la ética calvinista resumida en la máxima: no pain, no
glory que en tantos productos de merchandising
encontramos en las tiendas de Santiago y puntos del Camino.
San Juan de Ortega es el perfecto
viator y hospitalero del Camino de Santiago; Suero de Quiñones
su perfecto héroe y peregrino. Castilla y León, su imprescindible
misterio. Ultreia et suseia.