
Pese
a que la definición tantas veces escuchada en boca de hospitaleros y
peregrinos veteranos, de que el camino de luz es sentir que hay
mayor felicidad en dar que en recibir,
y que hay que ir en busca de lo trascendente (conversión y
transformación), hay que diferenciar nuestro camino del camino del orientalismo, del yoga y del Tao.
Para el hinduismo, la materia, el espacio y el tiempo son ilusiones cósmicas de las que hay que salir. La persona misma es una ilusión. Solo existe Dios, el hombre renace indefinidamente hasta el día en que vuelve a encontrarse con la gran realidad divina en la que se funde. El hindú considera que cada uno tiene su karma y como resultado en las calles de Calcuta solo cristianos y occidentales socorren a enfermos, moribundos y desvalidos. En otras palabras, no se da un dar sino un recibir de tu karma.
El Camino en occidente,
nos recuerda que solo tenemos esta vida y que seremos juzgados según la concepción de los creyentes, después de ella sin encadenamientos a reencarnaciones, y por ello, en
albergues y refugios se atienden a los peregrinos, incluido en
alguno como el de Puente Fitero, el lavado de pies cristiano del Jesús Servidor. No es cuestión de karma sino de dharma.

El
peregrino y el caminante valoran más la acogida que las
instalaciones a diferencia del turigrino.
El
encuentro con lo sagrado para el turigrino
se
reduce a estampar el sello de la Iglesia de la etapa en la
credencial. Pero para
el peregrino, lo sagrado y lo profano se funden.
Recordemos que la
espiritualidad se encauzó históricamente en los monasterios y la
devoción en los santuarios. En el Camino hoy, la espiritualidad se vive
en los refugios, albergues y lugares de acogida de una manera especial donde sobresalen la personalidad de sus hospitaleros o por sus ritos asociados como las cenas de convivencia reivindicando un Camino de solidaridad, fraternidad, de espacio humano, de oración, de escucha y de reflexión e interiorización de las experiencias vividas cada día.

La
evidencia de la no-homogeneidad del espacio tal y como la vive el
peregrino
religioso frente
al turigrino
profano
se comprueba en la diferenciación que el espacio sagrado ofrece a lo
largo del Camino ubicando iglesias, catedrales, colegiatas,
santuarios, ermitas, cruceiros, representaciones del Apóstol y otros
santos y diversos rincones con encanto, al caminante que camina
asimilando la experiencia religiosa, espiritual o con sentido de búsqueda.
Aquellos
peregrinos que dieron sentido profundo al Camino y a su vida y que se
esforzaron por alcanzar la meta pavimentando la gran
avenida y calle mayor europea,
y participando de una cosmovisión homogénea del mundo de mirada
cristiana, han sido relevados por peregrinos sometidos a la
desacralización del mundo, pero que comparten temporalmente un
Camino
de luz en
el que se fusionan lo sagrado y lo profano. En el Camino podemos encontrar rincones con unas sencillas
palabras que lo resumen todo: deja
lo que te sobra, toma lo que necesites.
No encuentro mejor máxima que un yo sin ego en el Camino de las estrellas.