“La
amistad perfecta es la de los hombres virtuosos y que se parecen por
su virtud, porque se desean mutuamente el bien, en tanto que son
buenos, y yo añado que son buenos por sí mismos. Los que quieren
el bien para sus amigos por motivos tan nobles son los amigos por
excelencia. (…) El placer y el interés pueden hacer que los
hombres malos sean amigos unos de otros, y también que hombres de
bien sean amigos de hombres viciosos, y que los que no son ni lo uno
ni lo otro se hagan amigos de los unos o de los otros
indiferentemente. (…) La amistad por excelencia es, pues, la de los
hombres virtuosos. No temamos decirlo muchas veces: el bien absoluto,
el placer absoluto, son los verdaderamente dignos de ser amados y de
ser buscados por nosotros”.- Aristóteles- Moral a Nicómaco.
Las
manos de Mocho
se distribuyen en el Camino para ensalzar la amistad, ni se compran
ni se venden, únicamente se regalan. Es la forma más exquisita y
noble de hacer del Camino, el otro camino. Parafraseando
a Goethe, ¿anhelas lo infinito del Camino? Ve tras lo finito del
Camino en todas las direcciones, y entrando en jardines, las manos de
Mocho, son el tratado de la amistad del viejo Aristóteles.
El
Camino tiene su paideia,
su transmisión de valores para la
virtud y con la virtud la posibilidad de elevar la amistad a norma,
de posibilitar igualmente la utopía de acercarnos al Otro
sin miedo en los topoi
del Camino, en ese locus
communis.
La reductio ad homo
viator, caminante
como clímax y/o peregrino
sería como escuchar la novena
sinfonía de Beethoven sin el cuarto movimiento coral, sin su desiderátum:
todos los hombres serán
hermanos bajo tus alas bienhechoras. You set my heart on fire.
El
Camino se hace por etapas, pero terminan siendo etapas
de
tu vida hasta que interiorizas que: “son siempre las palabras
impacientes quienes precipitan a los mortales y les impiden gozar del
maduro instante de la perfección”-Hölderling- Son las palabras impacientes las que nos impiden gozar en toda su intensidad el Camino: mochilas, compostela, kilómetros, carreras alocadas...frente a las palabras de la lentitud, el sosiego y la intensidad que nos hacen vivir en la emoción del Camino: mamigrina, mano de la amistad de Mocho, convivencia...Recordemos que para
el peregrino y el caminante lo sagrado
y profano se con-funden, a diferencia del turigrino para quien esa experiencia se reduce a estampar el sello en la credencial en alguna iglesia. En otras
palabras, el cerebro construye la realidad y no al revés, si pones
tu cerebro en modo
reptiliano la
amistad que te surja en el Camino estará anudada al placer o al
interés; si lo pones en modo límbico emocional siguiendo al Maestro Aristóteles te llevará a la amistad altruista y generosa.
El
Camino tiene su metafísica de las costumbres,
de sus ritos. Hay ritos del
camino: “El saludo jacobeo de ultreia
(o
ultreya)
et suseia
está tomado del Códex Calixtinus. Vamos
más allá y vamos más arriba
era el saludo de ánimo entre peregrinos. Hoy el saludo comúnmente
aceptado es buen
camino. Herru
Santiagu, Got Santiagu, E ultreia e suseia. Deus adiuva nos. ¡Oh
Señor Santiago! ¡Buen Señor Santiago! ¡Ultreia, suseia! ¡Oh Dios
protégenos! ¿Qué
diferencia hay entre buen
camino y
ultreia
et suseia?
Aparentemente ninguno, es una mera forma de transmitir ánimo. Pero
el saludo del Codex
es
un encomendarse
a Dios y a Santiago, y
buen
camino es
un encomendarse
a los pies. En
otras palabras, una desacralización del Camino.-Vid-.
Y el pulpo (entre otros). El
pulpo es una criatura marina y está relacionado con la pureza, el
movimiento (el
camino),
la concentración para superar nuestra empresa de peregrinar, la
magia, la ilusión, el misterio, su estado de relajación como camino
de luz y la capacidad de regeneración como un yo
renovado.
Y
hay ritos que se dan en
el
Camino. La entrega de la mano de Mocho
es el rito que abre el Camino a la amistad posibilitando que para la
historia
de
cada peregrino, su vivencia por re-descubrir no sea un mero
acontecimiento sino el pensamiento que lo expresa re-viviéndolo. En
otras palabras, el ritual de la mano es la pretensión y búsqueda de la amistad por excelencia.
Pero
las manos se reparten en el Camino y cuando la entrega la hace una
mamigrina
con mayúsculas como María
José Albergue
Delia Sigüeiro a las peregrinas Celia y María, obtenemos el
daguerrotipo de la amistad como icono de las manos de Mocho en
el Camino (foto de cabecera de este artículo). Celia y María
compañeras de trabajo y camino fueron candidatas perfectas a recibir la mano de la mano de una mamigrina en el Camino reforzando sus lazos de amistad.
Cuando
escribí el artículo dedicado a la mano de la amistad de Mocho, María José Delia me comentó que la foto de las manos unidas eran
de Celia y María, unas peregrinas que habían pernoctado en su
albergue y que las manos de Mocho se las había regalado ella transmitiéndoles
su significado. Fue entonces cuando desperté
de ciertos dogmatismos racionales cada vez que abordo lo jacobeo. Fue igualmente, mi siente
el pensamiento y piensa el sentimiento
particular. Una mamigrina haciéndome sentir una historia como tantas
de las que uno ha vivido y ha conocido en el Camino, pero ésta había
dejado una huella en forma de daguerrotipo indeleble. Era esa imagen
que vale más que mil palabras. Y contacté gracias a la mediación de María José, con Celia y María...
Celia y María.
Celia y María.
Sentí
en ambas ese uti
et frui esa
sensación de que el Camino vivía en ellas y que su amistad se había
reforzado, con ese reconocimiento de Celia hacia María por haberla
ayudado a finalizar el Camino Inglés pese a su tendinitis y por haberla
embarcado en la aventura y haber hecho de su encuentro en el Camino su propio en-cuento, su amistad aristotélica. Los viejos Aristóteles y Santiago tienen razón, y nos empujan a buscar la auténtica amistad, y con ella a sacar lo mejor de nosotros mismos en el Camino de la vida y de la luz. Gracias Celia, María y mamigrina María José por hacernos sentir que el Camino vive y que tiene sus latidos, su sosiego, su lentitud y su tiempo para posar para una fotografía destinada a convertirse en un icono.
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