Todas las iglesias románicas del
Camino de Santiago están orientadas con su cabecera mirando al
oriente. Vamos a resumir los conceptos básicos arquitectónicos
destacando de antemano que cualquier templo consta de cuatro
dimensiones: longitud, latitud, altitud y profundidad, anudadas como
símbolos a las cuatro Virtudes Cardinales: Prudencia, Justicia,
Fortaleza y Templanza. Seguimos al sacerdote Antonio Lobera y Abió
en su libro El
porqué de todas las ceremonias de la Iglesia y sus misterios:
“Todos
los templos e iglesias son símbolos de la figura del cuerpo humano;
y así como éste en cada parte representa una maravilla de su
Creador, en la iglesia cada parte representa un prodigio... el Altar
Mayor es la cabeza, los dos colaterales son sus brazos y manos, lo
restante del templo de nuestra visible iglesia es el cuerpo. Las
iglesias se edifican a modo de una nave porque lo mandó San Clemente
en sus Constituciones, por haberlo ordenado en esta misma forma los
Apóstoles. En la nave podemos mirar simbolizada la caridad, ésta se
extiende, se esparce y se dilata hasta amar y recoger a los
enemigos... En la nave de la iglesia lo primero que se idea es la
puerta porque en ella está simbolizado el mismo Cristo, según lo
que dice su Majestad: Yo
soy camino, verdad y vida; yo soy la puerta y el portero. Yo soy el
Pastor y me conocen mis ovejas, y yo las conozco. Nadie se salvará
si no entra por esta puerta, en
la cual está simbolizado también el Bautismo, y San Agustín por
ello lo llama puerta... la puerta es también figura de la
observancia de los Mandamientos que son la puerta de la vida eterna.
¿Por
qué mira la puerta hacia el Oriente? Porque era costumbre en la
antigua Iglesia Romana, y se observa desde los primitivos Padres el
fundar las Iglesias que miren hacia el Oriente, esto es, que la
cabeza, que es el Altar Mayor, mire hacia la puerta oriental. Mi
Angélico Maestro dice, que debe mirar hacia el Oriente por la
Divinidad, que está simbolizada en él; allí plantó Dios el
Paraíso terrenal a nuestros primeros Padres, Cristo Señor Nuestro
padeció mirando a la parte del Oriente. El papa Virgilio mandó que
todos los sacerdotes celebraran la misa y los Divinos Oficios mirando
hacia el Oriente, y Cristo Nuestro Bien es la luz eterna del Padre, y
es el verdadero Oriente como cantó Zacarías, y afirma San Lucas...
Los levitas al poner el Arca en el Templo de Salomón, la colocaron
hacia el Oriente... El profeta Ezequiel dice que a los veinticinco
años del cautiverio de Israel fue arrebatado del Señor y que le
mostró un monte muy alto sobre el que había un edificio de una
ciudad; que entrando vio un mancebo a la puerta que era el Hijo de
Dios, y después de haberle mostrado todas las partes del edificio,
le llevó y guió a la puerta, que miraba hacia el Oriente, por donde
entraba la gloria del Dios de Israel. Del oriente vendrá Cristo
Señor Nuestro a juzgar nuestros pecados el día del Juicio”.
Según
Juan Pérez
Valcárcel:
“El problema de la orientación interesó de antiguo a los
investigadores y quedó aparentemente zanjado cuando Nilssen, a
partir de la medición de las orientaciones de 211 iglesias
románicas, llegó a la conclusión de que se replanteaban el día de
la fiesta del santo titular de la iglesia.... Dicha hipótesis no es
suficientemente consistente, al menos en el área comunicada con el
románico europeo a través del camino de Santiago, por lo que si no
se adoptó es porque no debía ser una tendencia generalizada”. Sea
como fuere, el hombre de la Europa medieval no entendía el mundo
como el hombre laico occidental de nuestro tiempo, y su concepción
del universo era teocéntrica, y se manifestaba como una teofanía,
como manifestación de la omnipotencia divina. Los templos románicos
se edificaban en armonía con la naturaleza y se replanteaban con
estacas buscando la proyección de sus sombras para ajustarlas
debidamente al este. La orientación hacia el amanecer constituía
igualmente un símbolo de la Resurrección de Cristo y de la Segunda
Venida, la parusía.
Recordemos que la parusía es dogma de fe y que así lo rezamos en el
Credo: “subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios,
Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a
los muertos”. El
este pues es el renacer, la vida, en contraposición con el oeste, el
mundo de los muertos, ultreia
los mares donde el sol se escondía.
“La Jerusalén celestial ha sido
creada por Dios al propio tiempo que el Paraíso; por tanto, in
aeternum. La ciudad de Jerusalén no era sino la reproducción
aproximada del modelo trascendente: podía ser mancillada por el
hombre, pero su modelo era incorruptible, no estaba implicado en el
tiempo. «La construcción que se encuentra actualmente en medio de
vosotros no es la que ha sido revelada en mí, la que estaba
dispuesta desde el tiempo en que me decidí a crear el Paraíso y que
he mostrado a Adán antes de su pecado» (Apocalipsis de Baruck, II,
IV, 3-7). La basílica cristiana y después la catedral recogen y
continúan todos estos simbolismos. Por una parte, la iglesia es
concebida como imitación de la Jerusalén celeste, y esto ya desde
la antigüedad cristiana; por otra, reproduce el Paraíso o el mundo
celestial. Pero la estructura cosmológica del edificio sagrado
perdura todavía en la conciencia de la cristiandad: es evidente, por
ejemplo, en la Iglesia bizantina. «Las cuatro partes del interior de
la iglesia simbolizan las cuatro direcciones cardinales. El interior
de la iglesia es el Universo. El altar es el Paraíso, que se
encuentra al Este. La puerta imperial del santuario propiamente dicho
se llamaba también la "Puerta del Paraíso". Durante la
semana pascual, esta puerta permanece abierta durante todo el
servicio; el sentido de esta costumbre se explica claramente en el
Canon pascual: Cristo ha resucitado de la tumba y nos ha abierto las
puertas del Paraíso. El Oeste, al contrario, es la región de las
tinieblas, de la aflicción, de la muerte, de las moradas eternas de
los muertos que esperan la resurrección de los muertos y el juicio
final”. -Mircea
Eliade-. Lo
sagrado y lo profano.
En
el Camino
Francés
y en el Camino
Sanabrés
en los equinoccios de primavera y otoño, acontecen los milagros de
la luz en la iglesia del monasterio burgalés de San Juan de Ortega y
en la iglesia de Santa Marta de Tera en Zamora. Un rayo de la luz
equinoccial penetra por una ventana y recorre durante unos minutos
los capiteles en secuencia cinematográfica. Para que este fenómeno
sea posible, como afirma Nazario
Ballesteros Miguélez,
escultor nacido en Santa Marta de Tera y dedicado a la recuperación
de su templo románico, deben calcularse la orientación del ábside,
la distancia del capitel al centro del óculo, y conocer la
incidencia de los rayos del sol a la hora programada el día del
equinoccio. ¿Cómo pudieron efectuarse estos cálculos en el siglo
XI? Tal vez sea mejor pensar que son un milagro más del Apóstol.
Si
aceptamos que los cálculos son obra de Santiago el Mayor, tal vez
debamos preguntarnos por su simbología. En palabras de Nazario
Ballesteros: “Respecto
a su simbología hay distintas opciones: algunos dicen que se trata
del alma de Santa Marta virgen y mártir, cuya festividad se celebra
el 23 de febrero; otros aseguran que se trata del alma justa de
cualquier cristiano que es elevada al cielo por los ángeles; y
alguna otra opinión como: los ángeles presentando a Dios el molde
de Adán. Y por último, el que suscribe, mantiene que se trata de
“la Gloriosa Resurrección de Cristo convertido en Luz”,
simbolizada en la iluminación que recibe el capitel de los rayos del
Astro Sol que ilumina el mundo EGO
SUM LUX MUNDI.
Yo soy la Luz del Mundo. Esta hipótesis se basa en algo físico que
podemos observar en la figura humana de la mandorla en el empeine de
los dos pies; unas huellas que podrían interpretarse de los clavos
de la Crucifixión de Cristo. En cualquier caso, no debemos olvidar
el sentido profundo que se manifiesta en el capitel. La ascensión
del alma humana en busca del encuentro místico con la Luz”.
En
San Juan de Ortega, la luz equinoccial ilumina la Anunciación.
“Hemos
dicho que tanto María como Gabriel adoptan una postura expectante
hacia el exterior. ¿A quién esperan y qué es lo que miran ambos?
Sencillamente, al que falta, al Espíritu Santo. Porque el Espíritu
de Dios aparece en San Juan de Ortega dos veces al año en forma de
rayo de sol, es decir, de luz. Luz que fecunda e ilumina. Luz que nos
abre unas perspectivas metafísicas y simbólicas inusitadas. He aquí
la genialidad, la grandeza y la profundidad del Maestro de San Juan
de Ortega, el primer maestro constructor que utiliza con pleno
conocimiento de lo que hace la intangibilidad de la luz para
transmitir el más sublime mensaje de la historia de la Humanidad: la
voluntaria entrada del Intemporal en el tiempo del hombre, de lo
Infinito en lo finito, de lo Desmesurado en lo continente”. -Jaime
Cobreros-.
Después
de hacer un resumen de los conceptos necesarios para entender el
fenómeno de la luz equinoccial, no podemos dejar de rendir homenaje
a quienes descubrieron milagrosamente
estas
maravillas. En 1997, el párroco de Santa Marta de Tera, D. Julián
Acedo Carbajo
difundió el portento. El momento exquisito de contemplación y
éxtasis nos describió cómo llegó a descubrirlo: “Yo leí en
una revista, Vida
Nueva
creo que se llama, que es una revista del clero, unos reportajes que
venía haciendo sobre el románico francés. Y entre unas cosas que
decía, no sé exactamente si hablaba de la luz equinoccial, lo
cierto es que me dije que aquí en el románico podía darse ese
fenómeno también, y lo estuve persiguiendo desde el mes de marzo.
Miraba por las ventanas, tampoco estaba todo el tiempo aquí. Y hasta
que por pura casualidad, como venía y miraba todos los días lo
percibí por el óculo que mira hacia oriente”.
Jaime
Cobreros
nos describe igualmente cómo descubre el haz de luz sublime de San
Juan de Ortega: “En 1974 siendo unos jóvenes estudiantes de Arte
Juan Pablo Morín y
yo, estábamos haciendo el Camino para preparar un libro que iba a
ser El
Camino iniciático de Santiago. Lo
íbamos recorriendo varias veces de un lado para otro haciendo
etapas distintas, y recalamos una tarde en San Juan de Ortega, una
aldea pasados los Montes de Oca en dirección a Burgos. Había un
párroco que estaba casi ciego, D. Miguel Alonso ya muy mayor que nos
atendió muy bien y nos abrió las puertas, y al salir nos comentó
que cuando él veía había observado que sucedían algunas cosas
como que por las festividades de San José y de San Miguel, se
iluminaba el capitel de la Anunciación. Me dí cuenta de que el
párroco estaba hablando de los equinoccios y acudimos mi amigo y yo
nuevamente en el otoño a San Juan de Ortega y coincidimos con un
matrimonio madrileño que estaba allí casualmente a los que quisimos
explicarles un poco el tema del fenómeno, y contemplamos con asombro
cómo el rayo de sol fue subiendo por la tarde e iluminó pasados
cinco minutos de las seis el capitel de la Anunciación”.
La
luz como metáfora del Camino,
de renovación espiritual, de guía, de conocimiento, de
transformación interior: “y la vida era la luz de los hombres; la
luz resplandece en las tinieblas” Jn 1, 4-5. San Agustín concibió
la Teoría
de la iluminación
como la verdad que irradia desde Dios sobre el espíritu del hombre.
No se trata de una iluminación sobrenatural, de una revelación,
sino de algo natural. “No busques fuera. Vuelve hacia ti mismo. En
el interior del hombre habita la verdad. Y si hallas que también tu
propia naturaleza es mudable, trasciéndiete a ti mismo”. En el
Camino y en nuestras iglesias del milagro de la luz, podemos llegar
de manera afilosófica
a solucionar el problema epistemológico (conocimiento) recurriendo a
lo divino, a lo milagroso, a lo sublime que nos penetra por los
sentidos. Pero también la luz
equinoccial
es un encuentro apriórico con el espíritu donde las ideas y razones
como pensaba San Agustín no las tiene la mente humana como propias
sino que pertenecen a un ulterior y más hondo fundamento, al
espíritu de Dios.
Santa
Marta de Tera y San Juan Ortega son el oriente, las puertas del
Paraíso en esa peregrinación hacia el occidente.
El
Camino hoy como antaño es un camino de transformación, de luz
interior, o no es. Y
toda transformación exige un morir
para
renacer renovado. El Camino por tanto es un viaje final de oca
a oca que
va desde la visita a la tumba del Apóstol Santiago el Mayor hasta la
tumba del sol engullido por el Mar
Tenebroso,
donde se creía que iban las almas cuando se morían, metáfora de la
vida y de la muerte, frontera entre el mundo
terrenal y el
infierno
que
se encontraba donde el sol se escondía, y el edén,
ultreia
los
mares. Pero antes de llegar a la meta, bien a Santiago, bien al
Finisterre, disfruta peregrino y abre las puertas del Paraíso. ¡Buen
Camino!
Les dejo estos enlaces de vídeos del milagro la luz en Santa Marta de Tera y San Juan de Ortega.
Les dejo estos enlaces de vídeos del milagro la luz en Santa Marta de Tera y San Juan de Ortega.