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miércoles, 26 de noviembre de 2025

Monte Athos. Entre los 7 Concilios Ecuménicos y el Gran Cisma de Oriente de 1054



  En el año 70 d.C. tras una revuelta judía contra el dominio romano, cae Jerusalén asediado por el general Tito destruyendo el Segundo Templo, saqueando la ciudad y provocando la huida de gran parte de su población.

  ¿Dónde irían los cristianos? En Roma tanto Pedro como Pablo habían sido martirizados por Nerón el 29 de junio del 67 d.C. según la tradición. Así que se fueron al este, al oriente. En Edesa, hoy Urfa -Turquía-, el rey Abgar V, quién según la leyenda  se carteó con Jesucristo, solicitándole su curación y que había recibido como respuesta  que una vez que  culminara su misión en la tierra, le  enviaría a uno de sus discípulos, de alguna manera sirvió de faro para los cristianos que huyeron de Jerusalén. Tadeo, uno de los 70 discípulos de Cristo se personó en Edesa portando una tela que llevaba impresa la Santa Faz y tras imponerle las manos en nombre de Jesús, fue curado. El mandylión desapareció tras la conquista del imperio sasánida en el 609, y en el siglo X se llevó hasta Constantinopla donde permaneció custodiada hasta el saqueo de los cruzados en 1204. 

   Edesa es importante por la música sacra y por ser pionera en considerar al cristianismo como religión de culto tolerada y en cierta manera religión oficial, unos cien años antes de que Constantino el Grande promulgara el Edicto de Milán.

  El emperador romano estaba rodeando al cristianismo de poder y riqueza, pero en el oriente se buscaba seguir a Dios con pureza y sencillez creando los primeros monasterios. Fueron los cristianos orientales de Siria quienes marcaron un modo de vida austera, de aislamiento y sufrimiento frente al boato que ya apuntaba maneras en la futura alianza de trono y altar. El monacato surgió como un modo de vida que pretendió marcar el camino de la salvación. Los cristianos primitivos creían que estábamos de paso en esta vida y que por eso había que sufrir en un valle de lágrimas para merecer la otra vida. Este enfoque forjó la primera división entre  los cristianos orientales y los occidentales.

  Constantino pensó que el cristianismo reunificaría su vasto imperio, pero sucedió que se acentuó la división. Controlaba los cuatro centros espirituales: Antioquía, Alejandría, Roma y Constantinopla que junto a Jerusalén constituyeron los cinco patriarcados de la Iglesia indivisa. Pero desde el comienzo los cristianos habían discutido sobre creencias arraigadas y se llegó a un punto crítico tras plantearse una pregunta sobre el núcleo de la fe cristiana: ¿Quién era Jesús exactamente y cuál era su relación con Dios?

  Los cristianos creen que Dios es Todopoderoso y Creador del Universo, y también creen que Jesús es su Hijo a la vez que Hombre y que murió en la Cruz, pero si murió en la Cruz, no podía ser el mismo que creó el Universo, ¿Cómo podían ambos ser un único Dios? Para Arrio, Jesús aunque criatura divina, era inferior al Padre y no podía ser de su misma sustancia.

  Y si Jesucristo, no era del todo Dios, ¿era su muerte suficiente para salvarnos? El poder de la fe cristiana reside en una escatología que eliminará en la vida futura todo rastro de sufrimiento, y la perspectiva de Arrio podía debilitar todo este mundo de creencias y por eso le condenaron como hereje.

  Sin embargo, muchos cristianos habían pensado lo mismo en los tres siglos anteriores. Constantino no podía permitir que esta idea dividiese a la Iglesia y a su vez a su Imperio, y convocó el primer concilio ecuménico de la Iglesia cristiana en el año 325 en la ciudad de Nicea, hoy Iznik -Turquía-. La finalidad del Concilio era determinar que Jesús era de la misma naturaleza que el Padre, en griego homousios estableciendo que Jesús no era una creación del Padre, sino Dios verdadero de Dios verdadero estableciéndolo oficialmente en el Credo de Nicea.

  Al Concilio de Nicea en el que se condenó como herético el arrianismo, le siguió el de Constantinopla en el año 381 habida cuenta de que resurgió con fuerza en la propia capital del Imperio de la mano de su obispo Eusebio de Nicomedia, quien convenció a los sucesores del emperador para que apoyaran al arrianismo y rechazaran la línea ortodoxa de Nicea. Teodosio I decidió convocar el Concilio para solucionar nuevamente las controversias doctrinales que amenazaban a la Iglesia. El nuevo Credo pasó a llamarse niceno-constantinopolitano con este añadido: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre -y del Hijo- Filioque y que recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas", validando la fe de los padres de Nicea y condenando a las sectas emergentes.

  El tercer Concilio ecuménico se celebró en Éfeso en el año 431 con el emperador Teodosio II para condenar la doctrina de Nestorio y afirmar la maternidad divina de María como Theotokos. El Concilio define a Cristo con dos naturalezas divina y humana y por tanto, la Virgen lo es también madre de Dios.

  Nestorio obispo de Constantinopla había vuelto a sumir a la Iglesia en una nueva disputa entendiendo las dos naturalezas de Cristo como si fueran agua y aceite, que aún dentro del mismo vaso permanecen separados. Parecía una formulación válida para la idea de la salvación. Con Jesús como hombre nos identificamos como humanos, y Jesús como Dios puede asegurarnos la vida eterna. Pero para Cirilo tal planteamiento dividía a Cristo en dos y quería dejar claro que Jesús era lo suficientemente poderoso como para librarnos de la muerte, por lo que se trataba de mezclar el vino con el agua de manera indisoluble consiguiendo el destierro de Nestorio a una prisión de Egipto.

  En la refutación de Nestorio en el Concilio de Éfeso, Cirilo había incurrido en el error de negar la existencia de dos naturalezas en Cristo utilizando la fórmula: la única physis encarnada de Dios Verbo. En el 444 dos años después de la muerte de Cirilo, un archimandrita de Constantinopla, Eutiquio, quien se proclamó su discípulo, volvió de nuevo a reformular el problema afirmando que la naturaleza humana de Cristo estaba absorbida por la divina por lo que en Jesús no había nada más que una naturaleza sumiendo a la Iglesia en la herejía monofisista.

  El Concilio de Calcedonia celebrado en el año 451 fue convocado por el Emperador romano de oriente Flavio Maciano y presidido por el patriarca San Anatolio de Constantinopla y combatió el monofisismo y el nestorianismo, afirmando que Jesucristo es una sola persona con dos naturalezas divina y humana completas e inseparables. El patriarca de Alejandría no aceptó el Concilio y terminó por escindir su patriarcado del resto de la Iglesia dando origen al cisma entre las Iglesias ortodoxas orientales.

  En el 518 Justiniano I y la emperatriz Teodora acceden al poder y se proponen recuperar los territorios perdidos del imperio romano, fundando en su lugar el imperio bizantino. Construyen la iglesia de la Divina Sabiduría -Santa Sofía- y junto al patriarca de Constantinopla escenifican la unión del trono y del altar. Pero tenían que solucionar problemas viejos, pese a que el Concilio de Calcedonia condenó al monofisismo, esa doctrina seguía muy extendida en el Oriente y Justiniano I vio en el posible cisma una amenaza para la unidad territorial. Con el objeto de atraerse a los monofisistas publica en el 543 el edicto de Los Tres Capítulos por el que se condenaban los escritos de los tres obispos nestorianos (Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa) que habían logrado que en Calcedonia no se condenase el nestorianismo. El papa Vigilio rechazó esta condena pero Justiniano logró que el papa firmara en el 548 un manifiesto aprobando dicha condena, pero la tensión con occidente se mantuvo y finalmente Justiniano acordó celebrar el 2º Concilio de Constantinopla en el 553.

  El Concilio tuvo por objeto condenar los escritos de los teólogos nestorianos y reconciliar a los monofisitas abordando la unidad de la Iglesia tras los problemas surgidos tras el Concilio de Calcedonia. Se reafirmó y clarificó la distinción de las dos naturalezas de Cristo, pero no consiguió una reconciliación completa y comprometió la postura del papa quien cedió finalmente por las presiones recibidas por el emperador.

  Pero una nueva controversia en el seno de una Iglesia aún unida acechaba. El monotelismo venía a afirmar que Cristo tenía dos naturalezas, pero una sola voluntad, la divina. Era como una vuelta al viejo problema hereje del monofisismo y entre el 680 y el 681 convocó el tercer Concilio Ecuménico en Constantinopla el emperador Constantino IV con la adhesión del papa Agatón quien murió durante el Concilio siendo el papa León II en el 683 quien se adhiere a la condena monotelista.



  Aún quedaba un séptimo Concilio bajo una Iglesia unida. Y tendría que resolver el problema iconoclasta. Los griegos representaron a dioses y diosas con la mayor belleza posible. El cristianismo tomó forma de este mundo griego pero a su vez creían que Jesús era el Mesías judío, y éstos seguían el mandato de no hacer ninguna imagen tallada, postrarse ante ella ni adorarla. ¿A quién seguían los cristianos, a los judíos o a los griegos? En oriente la solución fue crear un arte que no estuviera tallado ni esculpido, solo superficies planas y paredes cubiertas en mosaicos o pinturas en madera convirtiendo al icono en el elemento propio de la Iglesia Ortodoxa.

  Pero desde el siglo VII una serie de emperadores hicieron todo lo posible para erradicar los iconos de las iglesias bizantinas. ¿Por qué? Había una razón: el surgimiento del Islam que empezó a expandirse en el territorio bizantino. Los ejércitos islámicos alcanzaron las murallas de Constantinopla dos veces, lo que provocó que los bizantinos se preguntarán por qué Dios había cambiado de pueblo elegido. y llegaron a la conclusión de que una gran diferencia con el Islam era que el Corán prohibía la representación de lo divino y en los conflictos bélicos estaban ganando las batallas. En definitiva debían recuperar el favor de Dios destruyendo los iconos, y el emperador León III ordenó la erradicación de los iconos de todas las iglesias bizantinas. Fue Teodora la esposa del emperador Teófilo quien por fin acabó con la iconoclastia estableciendo en el 843 una nueva liturgia ortodoxa.

  El segundo Concilio de Nicea fue el último de los 7 de una Iglesia unida. Se celebró en el 787 y fue convocado por la emperatriz Irene. Los seis primeros concilios habían tenido un carácter dogmático en relación con la Santísima Trinidad y la figura de Cristo. Ahora el problema surgía como consecuencia en el culto y la liturgia de la iconoclastia. La veneración a las imágenes se remontaba a la época de las catacumbas y la Iglesia nunca las había prohibido pues a través de ellas contactaban con Dios y veían en la Virgen y en los santos modelos de vida cristiana. El papa Adriano envió dos legados apoyando al Concilio. Quedaron anatematizados los iconoclastas y se proclamó la licitud del culto a las imágenes distinguiendo entre la veneración y la adoración. A los iconos e imágenes se les veneraría pero no se les adoraría.

  El imperio bizantino había sobrevivido al Islam y a la iconoclastia. La Iglesia seguía unida pero la falla entre Roma y Constantinopla se estaba agrandando. Carlomagno crea un nuevo imperio latino en el 800 y consigue unir a la mayor parte de la Europa occidental y central. La Iglesia ortodoxa no lo vio con buenos ojos por su apoyo a la cláusula Filioque y por la preferencia papal hacia él frente a la primera mujer monarca del imperio Bizantino, Irene de Atenas. El Filioque fue una cláusula latina insertada en el credo niceno-constantinopolitano del Concilio de Constantinopla del 381. La disputa se centró en el debate entre si el Espíritu Santo procedía del Padre (posición ortodoxa) o del Padre y del Hijo (posición católica). La posición ortodoxa era que el Concilio no lo estableció, que el Padre es la única fuente de la divinidad y cuestionaba la legitimidad de una adición unilateral de Roma.

  Carlomagno envió misioneros al este comenzando una especie de competición para ver quién llevaba al cielo mejor a los eslavos, el este o el oeste. En Bizancio se empezó a plantear qué era preferible, si una Europa central  llena de almas no conversas y destinadas al infierno, o por el contrario,  la Europa de la Gran Moravia agradecida a Carlomagno y a Roma. Y por otra parte, surgió otra pregunta: ¿en qué lengua rendirían culto los eslavos a Dios, en griego o en latín?

  Cirilo y Metodio respondieron que en ninguna de ellas, que rendirían culto en la lengua que utilizaban en los mercados. El problema era que los eslavos  carecían de alfabeto y la solución fue crear uno que representara sus sonidos, pero como era difícil de utilizar, se terminó por imponer uno con caracteres más parecidos a los griegos. Esto contribuyó a armar a la ortodoxia para adaptarse a culturas diferentes pero el resultado inicial fue el de ahondar las diferencias entre la Iglesia romana y la bizantina.

  Separadas por la lengua, la cultura, la geografía y la política, el este y el oeste se estaban distanciando. El Filioque al que dio su apoyo Carlomagno, supuso un punto de disputa. La Iglesia bizantina opinaba que cualquier cambio en el credo suponía una blasfemia y en 1054, enviados de Roma llegaron a Constantinopla para enfrentarse a la constante ruptura, y en medio de una liturgia en Santa Sofía, el cardenal de Roma desencadenó el 16 de julio un incidente al dirigirse al Altar y colocar un documento por el que excomulgaba al Patriarca de Constantinopla, excomulgando éste a su vez al papa. Este fue el incidente que detonó el Gran Cisma de Oriente