“La razón de ser de las imágenes artísticas occidentales de naturaleza sagrada y no solo las de la figura de Cristo, fue funcional, como se puso de manifiesto en esa frase célebre de un antiguo padre de la Iglesia que las definió como la Biblia de los idiotas, naturalmente dando al término idiota su original sentido griego, que se refiere a quien está encerrado en lo particular simple y llanamente porque es analfabeto; o sea, que las imágenes eran la Biblia para los analfabetos cuando, como hasta hace poco, prácticamente toda la humanidad lo era. En este sentido se explica la importancia histórica de las imágenes cristianas, que eran los únicos medios para comunicar un mensaje no solo entre analfabetos, sino distribuidos en un sinfín de áreas lingüísticas dispares con lo que, de nuevo, se hacía entonces también válido el aserto publicitario de que una imagen vale más que mil palabras. Pues bien, si a todo esto añadimos que el cristianismo primitivo fue clandestino, se comprende asimismo que se extendiera un tipo de imagen cifrada o simbólica que solo los iniciados pudieran entender en su real significación. (...) Ha llegado el momento hoy en que descifrar las imágenes cristianas exige a un estudiante la consulta de un diccionario como debe de hacerlo con uno de mitología clásica cuando quiere saber quién es o qué hace un dios griego. (...) ¿Qué puede ocurrir en el futuro cuando todas las imágenes de Cristo, ya recluidas más en los museos que en los templos cristianos se conviertan definitivamente en un lenguaje olvidado?”.- Francisco Calvo Serraller-.
Con
frecuencia escucho el mantra
de que el Camino ha perdido su esencia.
Y me pregunto, ¿cuál es la esencia del Camino? Creo que detrás de
esa pregunta se esconde un cualquier tiempo pasado fue
mejor, un tiempo sin
masificación, donde dormías en la palloza del Cebreiro y compartías
queimada con Elías
Valiña y cosas por el estilo. Si mucha gente ha llegado a esa
conclusión es por la misma razón de que hoy necesitamos de un
diccionario para interpretar la simbología de las imágenes que
encontramos en las poquísimas iglesias que encuentras abiertas en el
Camino. En sentido etimológico podríamos hablar de la idiotización
de la caminata, diferenciando
obviamente el Camino
como búsqueda de la espiritualidad, de luz, de sosiego, de un yo
transformado, del Camino entendido como un mero recorrido donde el
interés legítimo y nada criticable, es lúdico, deportivo o
turístico.
La
esencia del Camino con independencia de las motivaciones personales, sigue
siendo la misma que en ese
tiempo pasado,
un viaje
a tu interior, lo que afecta hoy a la esencia del Camino en
relación con el tiempo histórico del habitus
catholicus es su desacralización y la muerte
del arte: “Este
es uno de los sentidos que debemos conceder a la sentencia hegeliana
sobre la
muerte del arte,
a saber, el ya no ser capaz de proporcionar, por sí solo,
satisfacción a nuestras necesidades más elevadas y de requerir, por
tanto, de la ciencia”.-Carlos
Luis Escudero-. El
arte ha muerto también en el Camino por la necedad e incompetencia
de la Iglesia, incapaz de haber puesto en marcha un voluntariado
de hospitaleros dedicado
a la apertura de sus templos y a la explicación de la iconografía
de sus imágenes.
A
la pregunta de Calvo Serraller de qué puede ocurrir cuando toda la
cultura de la simbología religiosa quede recluida en los museos
catedralicios y en publicaciones especializadas, el Camino tiene la
respuesta: a un selfie
cómplice que levante acta de que pasamos
por allí o realizamos tal camino con más o menos etapas.
El
arte para Hegel debe cumplir una serie de condiciones, tiene que
plantear un conflicto metafísico profundo y que sea vivenciado con
intensidad de manera que el Espíritu del pueblo se refleje en él.
El Camino de Santiago siempre fue así, no solo pretendía la
consolidación de la christianitas, sino también ser escuela
de muchedumbre siguiendo
la sentencia orteguiana a propósito de la tauromaquia (hoy
sustituida por el fútbol), pero nos hemos quedado sin la
Biblia de los idiotas
para poder sentir su espíritu, es decir, nos encontramos los
espacios sagrados cerrados y a muchos peregrinos preocupados tan solo
por seguir
la flecha amarilla y
los sitios
con encanto del Camino.
La
esencia del Camino tiene a mi juicio un punto en común para
caminantes, peregrinos y turigrinos con inquietudes: el renacer de la
Biblia de los idiotas fusionándose con el arte para vivirlo en
plenitud. He ahí la raíz del conflicto metafísico entre
la vivencia espiritual o la mera caminata: la recuperación de su simbología para comprender Europa y su significado, en otras
palabras para comprender en qué consiste el proyecto que se inició
en esa calle
mayor
en un viaje intemporal en busca de la libertad, y con la libertad, de
la ciencia, la cultura y la ética, porque esa es también la esencia del Camino, el ser patrimonio
de la Humanidad.
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