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martes, 11 de abril de 2017

La esperanza o la maldición de Epimeteo y no de Pandora



  Con el objeto de castigar a Prometeo por el robo del fuego, los dioses decidieron castigar a los hombres fabricando a la Mujer: “A cambio del fuego, dijo Zeus, yo les daré a los hombres un mal con el que todos se gocen en su ánimo, encariñándose con su propia desgracia”.
  Y siguiendo las órdenes de Zeus, se pusieron a modelar a la Mujer, tomando como modelo el cuerpo de una diosa porque hasta entonces la humanidad solo tenía un único sexo (lo del género no lo contemplaban los clásicos), el masculino. De manera que la primera Mujer fue una criatura artificial como narra Hesíodo en Trabajos y días:
  “Los dioses tienen oculta la Vida a los hombres; si no, fácilmente trabajarías en un solo día lo bastante para tener hacienda por todo el año, sin necesidad de proseguir la faena. Pronto colgarías el timón bajo el humo, y se acabarían trabajos de bueyes y mulos incansables. Mas Zeus ocultó la Vida—irritado en su corazón—ya que le había chasqueado Prometeo, el de ingenio sutil. De ahí el porqué comenzó a maquinar contra los hombres tristes pesares, y ocultóles el fuego. Pero de nuevo el valiente hijo de Japeto en honda férula se lo robó al prudente Zeus, para dárselo a los hombres, engañando así al dios que se goza en el rayo. Y enfurecido, le dijo Zeus que amontona nubes: "¡Hijo de Japeto, que a todos superas en astucias, te alegras de haber robado el fuego, burlando mis designios! ¡Gran azote para ti, y para los hombres venideros! ¡A ellos, yo, en lugar del fuego, les daré un mal, con el que todos se gocen de corazón, abrazando a la vez su propia ruina! Así dijo, y rompió a reír el padre de hombres y dioses; ordenó a Hefesto que al punto mezclase tierra y agua, le infundiera voz y fuerza de un ser humano y formase, parecido a las diosas inmortales, un hermoso y adorable cuerpo de virgen. Mandó después que Atenea la instruyese en sus labores, en el tejido de primorosas telas; y que la dorada Afrodita circundase de gracia su frente, imprimiéndole el doloroso deseo y las ansias que devoran los miembros. A Hermes —mensajero matador de Argos— encargó que le infundiese espíritu de perra y corazón ladino. Dijo así, y todos obedecieron al soberano Zeus, hijo de Crono. Al punto el famoso cojo modeló con tierra la forma de una casta virgen, según los dictados del Cronida. La diosa ojiglauca Atenea le ciñó la cintura y completó su adorno. Alrededor de su cuello, las Gracias divinas y la augusta Persuasión pusieron collares de oro. Y en torno a ella, las Horas de lindos bucles dispusieron guirnaldas con florecillas primaverales. Fue Palas Atenea, la que le ajustó al cuerpo todo el aderezo. El mensajero Argifonte forjó en su pecho mentiras, palabras falaces y un corazón ladino, cumpliendo el designio de Zeus, que truena sordamente. Por último, el heraldo de dioses la dotó de la palabra, y dio a esta mujer el nombre de Pandora, porque todos los moradores de las mansiones olímpicas obsequiaron con tal regalo, procurando la ruina a los hombres que de pan se alimentan. Una vez hubo concluido el señuelo fatal, irremediable, el Padre envió en busca de Epimeteo, al ilustre Matador de Argos—con el regalo de los dioses—, sí, al veloz mensajero. No pensó Epimeteo en lo que Prometeo le había avisado: nunca aceptar obsequio de Zeus Olímpico; devolverlo en cambio a su origen, para evitar así un mal a los mortales. Mas él después de aceptarlo, cuando ya tenía el mal consigo, lo advirtió. Y es que otrora vivía en la tierra el género humano, lejos y libres de males, libres de la dura fatiga y de enfermedades dolorosas que dan a los hombres la Muerte —pues los hombres envejecen pronto en la desdicha. Pero la mujer, quitando del vaso la gran tapadera, los esparció, y maquinó para los hombres tristes congojas. Sola, allí dentro quedaba la Esperanza, en indestructible mansión, bajo los bordes del vaso—y no voló fuera: antes le puso Pandora la tapa, según designios del egidíforo Zeus, el que nubes reúne. Con lo que son incontables las penas que vagan entre los hombres: pues llena está la tierra de males, llena la mar. Morbos caen sobre los hombres, de día, o les visitan sin más, en la noche, llevando el dolor a los mortales—en silencio, que les quitó la voz el prudente Zeus. Así no hay modo de esquivar el pensamiento del dios”. 
  En resumen, Zeus para asegurar los males a la Humanidad, alió a la mujer y a la necedad: Pandora y Epimeteo, el hermano retrasado de Prometeo al que le obsequió con un ánfora donde iban guardados los males, sabedor de que la curiosidad de Pandora terminaría por destapar la caja creyéndola un regalo de bodas.

  Más allá de las similitudes con el relato bíblico del Génesis y de la consideración de la mujer como un ser curioso y creado ex profeso para castigar a los hombres, las preguntas que debemos hacernos es, si la Esperanza fue lo único que quedó apresada en el fondo del ánfora, ¿su naturaleza era la de un mal?, ¿sería bueno que los hombres no la tuvieran?, ¿es demasiado pesada o volátil?





esperanza

Der. de esperar.
1. f. Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea.
2. f. Mat. Valor medio de una variable aleatoria o de una distribución de 
probabilidad.
3. f. Rel. En la doctrina cristianavirtud teologal por la que se espera que  Dios  los bienes que  ha prometido.
esperanza de vida
1. f. Tiempo medio de vida de un individuo o de una población biológica determinada.
alimentarse alguien de esperanzas
1. loc. verb. Esperarcon poco fundamentoque se conseguirá lo deseado pretendido.
dar esperanzao esperanzas, a alguien
1. locs. verbs. Darle a entender que puede lograr lo que solicita o desea.
qué esperanzas
1. loc. interj. Cuba, Méx. y Ven. U. para indicar la improbabilidad de que se logre o suceda algo.
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    En el lenguaje coloquial debemos distinguir pues la Esperanza como virtud teologal y la esperanza en lenguaje freudiano a propósito del optimismo, como una forma menor de alucinación; y en expresión de mi padre, como la ilusión del tonto los cojones. Pero sensu stricto, toda religión exotérica (con x) tiene que tener una escatología o no es. Es decir, sin un proyecto de salvación futura tras la muerte, las religiones del Libro tal y como las conocemos, carecen de sentido. De manera que no es pretensión toparme con la Iglesia, ni hacer doxología del marxismo como opio del pueblo.
   Ahora bien, la esperanza es un instalarse en el futuro, abandonar el momento presente en espera de tiempos mejores. Cicerón definió al hombre libre como aquél capaz de vivir sin miedo ni esperanza, nec spe, nec metu, lema acuñado por la Casa de Este en el Renacimiento. Vid.
 La esperanza es un no abandonar la zona de confort psicológico porque llegarán oportunidades, postergar o procastinar nuestras vidas y sobrevivir en lugar de vivir. Si como afirmaba Jung la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir, y si “la vida es lo que hay después del miedo” -Alfredo de Hoces-, tenemos que afirmar como ya se encargaron del tema los estoicos, que el miedo acompaña a la esperanza como el zumbido al moscardón.

  El miedo es una emoción con la que venimos de serie al mundo, pero la esperanza es una construcción racional del pensamiento. La razón es más poderosa que la emoción porque se basa en un proceso cerebral más evolucionado, y por ello, la esperanza termina por vencer porque ofrece consuelo, cierta seguridad en el futuro y nos permite des-vivir el presente o en otras palabras, pasar de puntillas por un presente que no nos gusta.
    La vida es eso que se te pasa cuando estás haciendo planes. Vivir sin miedo es imposible porque es una emoción; vivir sin esperanza entendida como nuestro manual de procastinación particular, es una necesidad. Si la esperanza no fue capaz de volar de la caja de Pandora es por su ingravidez, una carga en la mochila de la vida que nos dejaron los dioses. Me quedo con la curiosidad de Pandora, de la mujer, toda filosofía nace de un curiosear y cotillear con la vida. Nos dejaron los dioses los males, pero también una vida en color del mundo femenino. Ese es el legado de Pandora, porque sin el concurso y la necedad de Epimeteo no se hubiesen desparramado los males por el mundo. Lo peor de la caja fue sin duda la necedad, y la esperanza su aliada perfecta.

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