Con el objeto de castigar a Prometeo por el robo del fuego, los dioses decidieron castigar a los hombres fabricando a la Mujer: “A cambio del fuego, dijo Zeus, yo les daré a los hombres un mal con el que todos se gocen en su ánimo, encariñándose con su propia desgracia”.
Y
siguiendo las órdenes de Zeus, se pusieron a modelar a la Mujer,
tomando como modelo el cuerpo de una diosa porque hasta entonces la
humanidad solo tenía un único sexo (lo del género no lo contemplaban los clásicos),
el masculino. De manera que la primera Mujer fue una criatura
artificial como narra Hesíodo en Trabajos
y días:
“Los
dioses tienen oculta la Vida a los hombres; si no, fácilmente
trabajarías en un solo día lo bastante para tener hacienda por todo
el año, sin necesidad de proseguir la faena. Pronto colgarías el
timón bajo el humo, y se acabarían trabajos de bueyes y mulos
incansables. Mas Zeus ocultó la Vida—irritado en su corazón—ya
que le había chasqueado Prometeo, el de ingenio sutil. De ahí el
porqué comenzó a maquinar contra los hombres tristes pesares, y
ocultóles el fuego. Pero de nuevo el valiente hijo de Japeto en
honda férula se lo robó al prudente Zeus, para dárselo a los
hombres, engañando así al dios que se goza en el rayo. Y
enfurecido, le dijo Zeus que amontona nubes: "¡Hijo de Japeto,
que a todos superas en astucias, te alegras de haber robado el fuego,
burlando mis designios! ¡Gran azote para ti, y para los hombres
venideros! ¡A ellos, yo, en lugar del fuego, les daré un mal, con
el que todos se gocen de corazón, abrazando a la vez su propia
ruina! Así dijo, y rompió a reír el padre de hombres y dioses;
ordenó a Hefesto que al punto mezclase tierra y agua, le infundiera
voz y fuerza de un ser humano y formase, parecido a las diosas
inmortales, un hermoso y adorable cuerpo de virgen. Mandó después
que Atenea la instruyese en sus labores, en el tejido de primorosas
telas; y que la dorada Afrodita circundase de gracia su frente,
imprimiéndole el doloroso deseo y las ansias que devoran los
miembros. A Hermes —mensajero matador de Argos— encargó que le
infundiese espíritu de perra y corazón ladino. Dijo así, y todos
obedecieron al soberano Zeus, hijo de Crono. Al punto el famoso cojo
modeló con tierra la forma de una casta virgen, según los dictados
del Cronida. La diosa ojiglauca Atenea le ciñó la cintura y
completó su adorno. Alrededor de su cuello, las Gracias divinas y
la augusta Persuasión pusieron collares de oro. Y en torno a ella,
las Horas de lindos bucles dispusieron guirnaldas con florecillas
primaverales. Fue Palas Atenea, la que le ajustó al cuerpo todo el
aderezo. El mensajero Argifonte forjó en su pecho mentiras,
palabras falaces y un corazón ladino, cumpliendo el designio de
Zeus, que truena sordamente. Por último, el heraldo de dioses la
dotó de la palabra, y dio a esta mujer el nombre de Pandora, porque
todos los moradores de las mansiones olímpicas obsequiaron con tal
regalo, procurando la ruina a los hombres que de pan se alimentan.
Una vez hubo concluido el señuelo fatal, irremediable, el Padre
envió en busca de Epimeteo, al ilustre Matador de Argos—con el
regalo de los dioses—, sí, al veloz mensajero. No pensó
Epimeteo en lo que Prometeo le había avisado: nunca aceptar obsequio
de Zeus Olímpico; devolverlo en cambio a su origen, para evitar así
un mal a los mortales. Mas él después de aceptarlo, cuando ya tenía
el mal consigo, lo advirtió. Y es que otrora vivía en la tierra el
género humano, lejos y libres de males, libres de la dura fatiga y
de enfermedades dolorosas que dan a los hombres la Muerte —pues los
hombres envejecen pronto en la desdicha. Pero la mujer, quitando del
vaso la gran tapadera, los esparció, y maquinó para los hombres
tristes congojas. Sola, allí dentro quedaba la Esperanza, en
indestructible mansión, bajo los bordes del vaso—y no voló fuera:
antes le puso Pandora la tapa, según designios del egidíforo Zeus,
el que nubes reúne. Con lo que son incontables las penas que vagan
entre los hombres: pues llena está la tierra de males, llena la mar.
Morbos caen sobre los hombres, de día, o les visitan sin más, en la
noche, llevando el dolor a los mortales—en silencio, que les quitó
la voz el prudente Zeus. Así no hay modo de esquivar el pensamiento
del dios”.
En
resumen, Zeus para asegurar los males a la Humanidad, alió a la
mujer y a la necedad: Pandora y Epimeteo, el hermano retrasado de
Prometeo al que le obsequió con un ánfora donde iban guardados los
males, sabedor de que la curiosidad de Pandora terminaría por
destapar la caja
creyéndola un regalo de bodas.
Más
allá de las similitudes con el relato bíblico del Génesis y de la
consideración de la mujer como un ser curioso y creado ex
profeso
para castigar a los hombres, las preguntas que debemos hacernos es,
si la Esperanza fue lo único que quedó apresada en el fondo del
ánfora, ¿su naturaleza era la de un mal?, ¿sería bueno que los
hombres no la tuvieran?, ¿es demasiado pesada o volátil?
esperanza
Der. de esperar.
1. f. Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea.
2. f. Mat. Valor medio de una variable aleatoria o de una distribución de
probabilidad.
probabilidad.
3. f. Rel. En la doctrina cristiana, virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido.
esperanza de vida
1. f. Tiempo medio de vida de un individuo o de una población biológica determinada.
alimentarse alguien de esperanzas
1. loc. verb. Esperar, con poco fundamento, que se conseguirá lo deseado o pretendido.
dar esperanza, o esperanzas, a alguien
1. locs. verbs. Darle a entender que puede lograr lo que solicita o desea.
qué esperanzas
1. loc. interj. Cuba, Méx. y Ven. U. para indicar la improbabilidad de que se logre o suceda algo.
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En
el lenguaje coloquial debemos distinguir pues la Esperanza como
virtud
teologal y la esperanza en lenguaje freudiano a propósito del
optimismo, como una forma
menor de alucinación;
y en expresión de mi padre, como la
ilusión del tonto los cojones.
Pero sensu stricto,
toda
religión exotérica
(con x) tiene que tener una escatología
o no es. Es decir, sin un proyecto de salvación futura tras la
muerte, las religiones del Libro tal y como las conocemos, carecen de
sentido. De manera que no es pretensión toparme
con la Iglesia, ni hacer doxología del marxismo como opio del pueblo.
Ahora bien, la esperanza es
un instalarse en el futuro,
abandonar el momento presente en espera de
tiempos mejores.
Cicerón definió al hombre libre como aquél capaz de vivir sin
miedo ni esperanza, nec
spe, nec metu, lema
acuñado por la Casa
de Este en el Renacimiento. Vid.
La esperanza es un no abandonar la zona de confort psicológico porque llegarán oportunidades, postergar o procastinar nuestras vidas y sobrevivir en lugar de vivir. Si como afirmaba Jung la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir, y si “la vida es lo que hay después del miedo” -Alfredo de Hoces-, tenemos que afirmar como ya se encargaron del tema los estoicos, que el miedo acompaña a la esperanza como el zumbido al moscardón.
La esperanza es un no abandonar la zona de confort psicológico porque llegarán oportunidades, postergar o procastinar nuestras vidas y sobrevivir en lugar de vivir. Si como afirmaba Jung la vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir, y si “la vida es lo que hay después del miedo” -Alfredo de Hoces-, tenemos que afirmar como ya se encargaron del tema los estoicos, que el miedo acompaña a la esperanza como el zumbido al moscardón.
El
miedo es una emoción con la que venimos
de serie al mundo, pero
la esperanza es una construcción racional del pensamiento. La razón
es más poderosa que la emoción porque se basa en un proceso
cerebral más evolucionado, y por ello, la esperanza termina por
vencer porque ofrece consuelo, cierta seguridad en el futuro
y nos permite des-vivir el presente o en otras palabras, pasar de
puntillas por un presente que no nos gusta.
La
vida es eso que se te pasa cuando estás haciendo planes. Vivir sin
miedo es imposible porque es una emoción;
vivir sin esperanza entendida como nuestro
manual de procastinación particular,
es una necesidad. Si la esperanza no fue capaz de volar
de
la caja de Pandora es por su ingravidez,
una
carga en la mochila de la vida que nos dejaron los dioses. Me
quedo con la curiosidad de Pandora, de la mujer, toda filosofía nace de un curiosear
y cotillear
con la vida. Nos dejaron los dioses los males, pero también una vida
en color
del mundo femenino. Ese
es el legado de Pandora, porque sin el concurso y la necedad de Epimeteo
no se hubiesen desparramado los males por el mundo. Lo peor de la caja fue sin duda la necedad, y la esperanza su aliada perfecta.
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