“Pertenecemos a una civilización vestida, y por ello la más radical de nuestras meditaciones es la meditación del desnudo”.-Lily Litvak-
Adán
y Eva, en el Paraíso, “estaban ambos desnudos, el hombre y su
mujer, pero no sentían vergüenza el uno del otro” (Gn.2,25). No
obstante, después de haber sido tentados por la serpiente, “el
Señor Dios hizo para Adán y su mujer unas túnicas de piel, y los
vistió” (Gn.3,21).
De
manera que la Biblia anuda la aparición del rubor al pecado. En
otras palabras, tras comer del árbol prohibido, el recato natural,
se transformó en concupiscencia. Vid.
En
el Deuteronomio 22- 5 se prescribe que: “la mujer no lleve vestidos
de hombre ni el hombre lleve vestidos de mujer, pues quien obra así
es abominable para el Señor”. Tal vez la clara diferenciación en
la vestimenta fuera una estrategia de la cultura para aborrecer y
condenar la homosexualidad: “No te acostarás con un hombre como se
hace con una mujer; es algo horrible” -Lv 18, 22-. Sea como fuere,
en la Primera Carta a Timoteo 2-9,10 se determina que “por lo que a
las mujeres se refiere, que vayan vestidas decorosamente, que se
presenten con recato y modestia; que su adorno no sean los cabellos
rizados, joyas de oro, perlas o vestidos suntuosos, sino las buenas
obras, como conviene a las mujeres creyentes”. En otras palabras,
en la Biblia queda clara una antropología de las costumbres que
diferencia la vestimenta por sexos (llamarlo género sería una
anacronía) y ordena el decoro y el recato en las mujeres.
El
reclamo del cuerpo de la mujer tiene siempre la connotación sexista,
su cosificación y muy a menudo el mal gusto, lo kitsch
elevado a norma en favor de las masas en los programas de televisión
basura.
Pero lo esencial es que la mujer solo puede salir en pantalla sexy
y provocativa
en los países occidentales donde hay libertad y tolerancia. Entre
el gusto y los principios, me quedo con los principios que rigen
nuestra sociedad abierta.
Como
afirma Carlos
Luis Escudero Sánchez a propósito del concepto de obediencia en
el hombre: “obedecemos porque está en nuestra naturaleza obedecer
(siempre que nos consideremos esclavos), para Aristóteles; porque
tememos al príncipe, somos engañados por él, siendo él el garante
de la conformación del Estado como bien común (el que obedece es el
pueblo, nunca el príncipe) para Maquiavelo. O por simple costumbre y
desidia ya que si quisiéramos no lo haríamos (el pueblo), para la
Boëtie”.
La
esencia de cualquier fascismo, totalitarismo u organización
teocéntrica de la sociedad, es la de someter al individuo a la
colectividad, por eso no puedo estar más de acuerdo con el análisis
que se hace en el blog voto
en blanco porque el marxismo cultural imita la estrategia del
Islam: someter
para romper nuestras raíces. El adanismo progre termina por cumplir la máxima de Voltaire: "la cultura no suprime la barbarie, la perfecciona". En medio mundo a la mujer se la condena a vivir encerrada y en otro medio mundo (occidente), a la mujer se la somete a la pérdida de su identidad convirtiéndola en un hombre afeminado. O el velo o el rol masculino, pero sumisas.
¡Que Cristina Pedroche vuelva a dar las campanadas por favor! Mucho más dañina es la sumisión que el reclamo.
obedecemos
porque está en nuestra naturaleza obedecer (siempre que nos
consideremos esclavos), pa
No hay comentarios:
Publicar un comentario