Que
nadie entre aquí si no sabe Geometría. En el dintel de la Puerta de
su Academia Platón dejó claro que su proyecto era salvar las
apariencias. Era una invitación
a la aventura del saber de más
largo recorrido en la Historia: unos dos mil años haciendo girar al
Sol alrededor de la Tierra. La cosmología de Platón consistía en
un sistema de esferas encajadas con la esfera terrestre inmóvil en
el centro con su capa de agua y de aire, y la del cielo a
continuación, limitado por la esfera de las estrellas fijas.
Según
cuenta Simplicio, Platón planteó a sus estudiantes de astronomía
el siguiente problema: qué movimientos ordenados y uniformes hay que
suponer para dar cuenta de los movimientos aparentes de los planetas.
El proyecto era en suma componer geométricamente los movimientos
armónicos simples, circulares y uniformes, que eran los que se
correspondían con la idea de la eternidad y perfección de los
astros divinos.
Eudoxo
ideó un sistema de veintisiete esferas (cuatro para los cinco
planetas, tres para el Sol y la Luna, y una para las estrellas fijas,
con lo cual el proyecto de Platón de un orden matemático circular
en el desorden aparente de los cielos con los movimientos de los
planetas (errantes), demostró que
era posible. Sin embargo, las anomalías se fueron sucediendo.
Aristóteles
a diferencia de Platón atribuyó el orden de los cielos no a un
Demiurgo, a un arquitecto distinto del mundo material,
con Ideas y formas geométricas, sino como algo propio de los
elementos que componen la materia. Si Platón se postulaba para
estudiar la ciencia como el conocimiento de esas formas ideales más
allá de la cúpula celeste, Aristóteles
consideró que tales formas solo existían incorporadas a la materia.
En
Platón, las matemáticas y la geometría nos alejaban del mundo
sensible y a concebir nuestros conceptos como representación o
recuerdo; en Aristóteles las matemáticas y la lógica venían a ser
el proyecto científico
para la demostración de las verdades, el estudio de la naturaleza y
la demostración de sus hipótesis. La naturaleza por tanto es
necesaria según Aristóteles para el conocimiento científico.
Mencionemos para centrarnos que este debate arranca con el viejo
problema del cambio, Heráclito y Parménides, o cómo lo que no es
puede llegar a ser manteniendo la identidad del sujeto (sin que sea
una ficción como piensan los orientales, el yo es una
ficción). En otras palabras,
parafraseando la metáfora de Heráclito, cómo puedo bañarme dos
veces en el mismo río.
Sea
como fuere el prejucio del movimiento circular en el cosmos, de su
incorruptibilidad frente al cambio en la Tierra y del geocentrismo se
mantuvo vigente. En otras palabras, en la Tierra había fuego, aire,
agua y tierra, y estaba sometida a cambios siendo una especie de centro del Universo impuro. Por
el contrario, los cielos eran puros, libres de corrupción sometida a
cambio, con movimientos circulares paradigma de la perfección, de la
eternidad y como morada de dioses, del primum
movens, del primum
mobile o del Trono
Celestial.
Aristóteles
al igual que Eudoxo y conforme a la tarea impuesta por Platón, salva
las apariencias encajando las
esferas en un sistema de éter incorruptible, el quinto
elemento, transmitiendo el
movimiento de la externa a la interna pero atribuyendo el movimiento
propio, es decir el no transmitido a otra esfera, a su propio motor
inmóvil, para evitar un regressus ad infinitum.
Pero
el De caelo
lo completa con la Física
y el maestro crea
el paradigma del movimiento per
saecula saeculorum. Para
Aristóteles existían cuatro tipos de elementos que sufrían un
movimiento natural que llevaba a que cada uno de ellos apuntara hacia
su lugar natural. La tierra, hacia la tierra, el agua hacia el
agua...Esto podía demostrarse
en el hecho de que la
tierra caía hacia abajo
y se hundía incluso en el agua. Lo contrario ocurría con el fuego
que se escapaba hacia
arriba
y el aire que se
esparcía.
De ello dedujo que cada uno de los elementos intentaba volver a su
lugar natural, y como derivación tautológica pensó que el universo
se dividía en círculos que se correspondían con esos
lugares naturales, primero
en el círculo tierra, luego en el del agua, a continuación en el
del aire y por último en el del fuego. Esta explicación era muy
válida para la experiencia sensorial. Pero junto a este movimiento
natural, había otro movimiento violento
que era producido por algo: una piedra arrojada por alguien sube
hasta que comienza a caer. En otras palabras, los cuerpos no pueden
salir de su reposo sin un motor
y por ello, el movimiento forzado implicaba la existencia de un motor
(el arco para la flecha por ejemplo) y la exigencia de que la acción
del motor debería prolongarse tanto como el movimiento mismo, es
decir, que si se detenía la causa (el motor), se detenía el efecto
(el proyectil en movimiento). Pero como también se daba una
resistencia del medio a través del que se movía el móvil, llegó a
la conclusión de que el
vacío era imposible,
horror
vacui. La teoría aristotélica del movimiento quedaba vinculada indisolublemente a la idea de un espacio finito y completamente lleno.
¿Hacia dónde condujo la física de
Aristóteles? Pues a la imposibilidad
de sacar a la Tierra del centro del universo,
ya que obviamente se invalidaría su teoría de que todas las cosas
caen hacia ella y no hacia la Luna por ejemplo, ¡qué pena para
poetas y enamorados! Por otra parte, la
inmovilidad de la Tierra
se podía demostrar con experimentos sencillos: una dama que arrojase
en la noche desde su ventana la llave del dormitorio a su amante
caería en la vertical junto a sus pies. Ahora bien, ¿por qué los
planetas no caían hacia la Tierra según Aristóteles? Pues porque
en el espacio se daba la perfección, con movimientos circulares
eternos e inmutables a la manera en los que concibió Platón con
esferas engarzadas transmitiendo el movimiento y ese espacio estaba
formado por el quinto elemento, el éter.
La
contribución en la misión de salvar
las apariencias,
tiene en el Almagesto
de Ptolomeo su
mejor performance
donde se recopila la parte esencial de los logros de la astronomía
antigua y se sistematiza dando una explicación completa, detallada y
cuantitativa de los movimientos celestes.
“El
problema de los planetas se había convertido en una simple cuestión
de disposición de los diversos elementos que entraban en juego,
problema que se atacaba básicamente a través de una redistribución
de los mismos. La pregunta que se planteaban los astrónomos era:
¿qué combinación particular de deferentes, excéntricas, ecuantes
y epiciclos puede explicar los movimientos planetarios con la mayor
simplicidad y precisión? (…) El universo de las dos esferas fue un
guía muy útil para intentar la resolución de los problemas tanto
interiores como exteriores que tenía planteados la astronomía.
Hacia finales del siglo IV antes de nuestra era, se aplicó no solo a
los planetas, sino también a problemas terrestres, tales como la
caída de una hoja o el vuelo de una flecha, y problemas
espirituales, como el de la relación del hombre con sus dioses. Si
el universo de las dos esferas, y en particular la idea de una Tierra
central e inmóvil, parecía ser por aquel entonces el ineludible
punto de partida para toda investigación de carácter astronómico,
se debía ante todo a que el astrónomo no podía alterar en sus
bases el universo de las dos esferas sin que a un mismo tiempo se
subvirtieran tanto la física como la religión.”- Thomas S. Kuhn-
Estaba
claro que para poner la Tierra en movimiento y desplazarla del centro del Universo, había que refutar la
física aristotélica y apagar el fuego de las hogueras
inquisitoriales.
La respuesta de Pablo V y su equipo de expertos fue el dictamen del 24/02/1616 según el cual el heliocentrismo era una proposición estúpida, absurda en filosofía y formalmente herética; mientras que la que la atribuía movimiento a la Tierra "recibe la misma censura en filosofía y, en lo concerniente a la verdad teológica, es al menos errónea en la fe".
¿Qué
estaba en juego? Obviamente mucho más que la representación del
universo o unas líneas de la Biblia, en especial Josué 10- 12-13:
“El mismo día en que el Señor entregó a los amorreos en poder de
los israelitas, Josué se dirigió al Señor y dijo: ¡Sol, detente
sobre Gabaón! ¡Y tú, luna sobre el valle de Ayalón! Y el sol se
detuvo y la luna se paró hasta que el pueblo se vengó de sus
enemigos. Todo esto está escrito en el Libro del Justo. El
sol se detuvo en el cielo y tardó un día entero en ponerse”.
El drama de la vida cristiana y la moralidad edificada sobre la
cultura judeocristiana no podía adaptarse a un universo en el que
la tierra fuera un mero planeta. ¿Qué pasaría con la caída del
hombre en el pecado y su redención si había otros planetas en los
que la bondad de Dios habría querido que fueran habitados igualmente
por seres humanos? Y si ello fuera así ,¿cómo podrían descender
también de Adán y Eva y cómo habría tenido allí lugar la
presencia de Cristo? Por otra parte, si los cielos no eran perfectos,
¿cómo podría tener allí Dios el trono? Las teorías de Copérnico
implicaban una transformación radical y cuestionaban las bases de la
moral.
Para refutar la física aristotélica, Galileo tuvo que demostrar que
la caída de los graves y el movimiento ascendente de los proyectiles
lanzados hacia arriba debían explicarse según una misma ley
fundamental. Recordemos que Aristóteles diferenciaba el movimiento
natural del movimiento violento o forzado pero Galileo renuncia a
esta distinción. Un móvil lanzado por un plano horizontal, a falta
de obstáculos prosigue indefinidamente su movimiento uniforme si el
plano se extiende hasta el infinito. Pero si el plano es limitado, al
rebasar sus extremos, el móvil será sometido a la gravedad. Este
movimiento compuesto (horizontal y acelerado de descenso) supone que
ambos movimientos no se alteran al mezclarse y demuestra que la
trayectoria de un proyectil es una parábola.
Este
principio de independencia mutua de los movimientos, el horizontal y
el acelerado de descenso lo tuvo que formular por las dificultades
presentadas por el sistema de Copérnico. Si la Tierra gira sobre sí
misma, ¿cómo explicar que los proyectiles, los pájaros y las nubes
no se quedan atrás? La única forma de contravenir a la experiencia
sensorial y al sentido común era hacer
participar a los cuerpos que se trasladan por la atmósfera terrestre
del propio movimiento de la Tierra.
Pero
¿cómo encajar el principio de inercia con la gravedad? Si se
sitúa a un cuerpo en un plano horizontal “es indiferente al
movimiento y al reposo y no presenta por sí mismo ninguna tendencia
a moverse hacia lado alguno, ni ninguna resistencia a ser puesto en
movimiento”. Los cuerpos en movimiento libre continúan
uniformemente su camino y no
se necesita fuerza que mantenga su marcha.
Por ello, el movimiento rectilíneo uniforme es físicamente
indistinguible del estado de reposo. Es decir, el movimiento rectilíneo es meramente un estado de reposo y el equivalente al reposo, ya no es como en Aristóteles un proceso del devenir que requeriría para su permanencia una causa eficiente continua.
Este
principio de relatividad galileana era crucial para dar sentido
dinámico a la teoría copernicana. Copérnico había presentado una
imagen en la que el Sol permanece en reposo mientras que la Tierra al
mismo tiempo que gira sobre su eje, se mueve en una órbita en torno
al Sol. ¿Por
qué no somos conscientes de este movimiento? Porque
no hay un significado absoluto para el estado de reposo. Si el
movimiento de un cuerpo viene definido por el movimiento del cuerpo
dentro del sistema en que se encuentra y por el movimiento del propio
sistema, no es lo mismo hacer la observación desde dentro que desde
fuera del sistema. En otras palabras, el movimiento lo ponemos
siempre en relación con un sistema de referencia que escogemos.
Llevar
a los cielos lo
que ocurre en la Tierra
fue obra de Newton en su Ley
de Gravitación Universal. Realmente Galileo no llegó a saber
por qué rotan o circulan los planetas, se limitó a afirmar que por
naturaleza. Pero tuvo claro que después del dictamen de los expertos de Pablo V si no podía hablar con libertad de la física celeste por temor a la reacción de la Iglesia, tal vez podría hacerlo de la física terrestre. Y encontró tres efectos observables que podían revelar el movimiento terrestre: mareas, vientos alíseos y el patrón anual aparente de las manchas solares.
Pero
también entraban en juego dos métodos científicos: la inducción y
la deducción. Galileo se decanta por la inducción, es decir por
observar la realidad ofreciendo pruebas experimentales susceptibles
de ser repetidas indefinidamente. La Iglesia se basaba en argumentos
deductivos sacados de las Sagradas Escrituras y de Aristóteles. Las
pruebas que publicó Galileo para intentar
demostrar el movimiento de la Tierra (tarea que Newton culmina) con
ayuda del telescopio fueron:
1-
Las montañas en la Luna, que contravenía a la tesis aristotélica
de esferas lisas e inmutables.
2-
El descubrimiento de más estrellas visibles que refutaba la Teoría
geocéntrica del universo.
3-
Los satélites de Júpiter como prueba de que no todos los planetas
giraban alrededor de la Tierra.
4-
Las manchas solares que refutaban igualmente la idea de la perfección
de los cielos y por otra parte como segunda prueba que demostraba que
si solo se moviese el Sol, tendría que hacer dos movimientos a la
vez: traslación y rotación.
5-
Las fases de Venus habida cuenta de que las variaciones de su tamaño
solo podrían ser explicables si Venus giraba alrededor del Sol.
Recordemos
que Galileo no fue condenado a la hoguera y su pena fue conmutada por
arresto domiciliario y obligado a abjurar
de rodillas ante la comisión de inquisidores bajo las órdenes del
papa Urbano VIII que había sido su amigo.
Juan
Pablo II rehabilitó a Galileo y dio por finalizada la
controversia estableciendo que afirmar que la Tierra gira alrededor
del Sol no es blasfesmia. Y la Tierra se movió después de dos mil
años salvando las apariencias.
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