Artículo
escrito por mi amigo Manuel Avilés Gómez para su publicación en este blog.
Manuel
Avilés es escritor, motero, columnista del Diario Información de
Alicante y autor de novelas como Ya
hemos estado en el infierno y
ensayos.
Mi
colega, el bróker arruinado y abandonado, al que ya he contribuido
a hacer famoso gracias a estos artículos de Información. Mi colega
de cama en el duro suelo, al abrigo del cajero automático, dice que
este mundo es una mierda y que la solidaridad y la generosidad humana
no existen salvo en la imaginación de algunos descerebrados, que
creen vivir en el mundo feliz de Aldous Huxley, en la Utopia de Tomás
Moro o ser compis yoguis del Cándido de Voltaire.
¿Qué
te pasa muchacho? – le digo divertido-. Te quejas de vicio. Hemos
cenado un bocadillo de medio metro, regalo del supermercado que
acechamos antes de que tiren a la basura alimentos en perfecto estado
para el consumo. Nos hemos trasegado – para pasar la mortadela de
aceitunas- una litrona de Alhambra, que me hace recordar desde
el gaznate, mi tierra nazarí. Dormimos abrigados y a salvo de
molestias, salvo la de algún que otro despistado que viene a sacar
dinero a deshoras. Alguno casi tan desgraciado como nosotros,
porque es de sobra sabido que quien realmente tiene poder y dinero,
no tiene que tocar sus cuentas para nada. Dispone de todo el cash
preciso, contante y sonante, solo con insinuarlo con la mirada.
Me
quejo – insiste el bróker, instalado en la depresión- porque no
veo salida a esta sociedad leonina en la que todos están contra
todos y en la que los últimos mitos de la honradez, de la libertad y
la democracia, se están cayendo de forma estrepitosa.
Echa
un vistazo a tu alrededor y abre los ojos, que estás aplatanado y no
te enteras de la película, pendiente solamente de la litrona
de Alhambra y la mortadela de aceitunas.
¿Te
acuerdas de Lula da Silva? Era el gran líder obrero, rojazo por
todos los lados, el hombre que desde la pobreza escaló puestos hasta
la Presidencia de Brasil. Ya lo han enganchado con las manos en el
fango y sacando tajada del petróleo – presuntamente-. Ha tenido
que llegar un juez y dejar en suspenso la maniobra de su amiga Dilma
Roussef, que pretendía blindarlo como un aforado cualquiera para
escabullirse de la Justicia.
¿Tú
has leído “La democracia en América” de Tocqueville? El
filósofo y político se asombraba de las condiciones de igualdad en
aquel país nuevo, que superaban con mucho a las existentes en la
vieja Europa. ¡Los cojones! Solo hay que ver a ese fascista con
peluquín que se llama Donald Trump y que está a un paso de auparse
al poder democráticamente porque le sale la pasta por las orejas y
puede pagar campañas publicitarias hasta hartarse.
Vente
a este país de nuestros amores y nuestros sufrimientos, este país
que es el que nos ha colocado durmiendo de prestado y comiendo de
milagro. Teníamos esperanza en el cambio, pensábamos que después
de la elecciones, con la llegada al poder de las izquierdas, iba a
cambiar nuestro sino y todo iba a ir rodado, como en una Arcadia
feliz. Y fíjate la hostia que nos hemos pegado.
George
Orwell era un inglés idealista con una visión del futuro totalmente
profética. Estuvo en las brigadas internacionales peleando en la
batalla del Ebro. Adivinó, en su obra 1984, hasta qué punto íbamos
a estar controlados incluso en nuestros menores movimientos, que
ahora pagas con la tarjeta, entras en dos tiendas, llamas por el
móvil o sales de un parking y te siguen el rastro como los indios
en las películas del oeste pero sin necesidad de pegar la oreja. El
ojo que todo lo veía era el Gran Hermano, que ahora los programas
basura han elevado a la categoría de superhortera del copón de la
baraja sin nada que ver con el genio inglés.
La
rebelión en la granja, otra novela de Orwell, está teniendo lugar
ahora mismo. Los que se rebelan contra la casta, los que cantan
ininterrumpidamente la maldad del bipartidismo y de la política
clásica, entendida como vivir del cuento y vivir como Dios, están
cayendo a marchas forzadas, en los mismos fallos que querían
combatir. Nuestro gozo en un pozo y vamos a seguir nadando en la
miseria como hasta ahora porque nadie va a venir a redimirnos.
Ahí
tienes a Pablo Iglesias. Tendría que haber posibilitado hace siglos
la formación de un gobierno de izquierdas que emprendiera acciones
para salvar la situación de emergencia social que vivimos. ¿Qué ha
hecho? Nada. Puro postureo.
¿Cuántos
conocemos pidiendo limosna y arruinados tanto o más que nosotros? Un
huevo de gente. ¿Cuántos en el pozo sin fondo del paro, del que no
se sabe cómo salir? Otro huevo más. ¿Cuántas casas están con la
soga al cuello? Voy a dejar de pronunciar la palabra huevo que no
quiero pecar de repetido.
Y
ahí tienes al líder de la izquierda preocupándose de las líneas
rojas, de si el Sr. Rivera tiene que salirse de la comandita y de que
tenemos que ser sumisos y obsequiosos con los catalanes porque nos
cantan Els segadors y nos arruinan la Semana Santa.
Yo respeto a los
catalanes, a los vascos, a los independentistas andaluces, a los
valencianos y a la madre que me parió. Respeto las líneas rojas y
las amarillas y las azules, las ideologías y los programas
electorales, pero quiero un gobierno ya. Un gobierno que trabaje por
los más desfavorecidos y que luche por el bienestar de todos y cada
uno de los que pisamos esta tierra en la que parece que solo pueden
vivir bien los mismos de siempre.
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