En
el capítulo 13 del Libro de Daniel se nos narra la historia de
Susana y los ancianos, tema de gran inspiración en el arte. La
narración se conserva en griego por lo que se suele deducir que el
texto empezó siendo independiente del Libro, está escrita en
tercera persona (narrador heterodiegético, contada la historia por
una tercera persona que no forma parte del relato) y proporciona
muchos detalles acerca de los personajes que intervienen.
Susana es una bella mujer casada con
Joaquín, rico judío que es vista y deseada por dos ancianos que
habían sido nombrados jueces entre los judíos en el exilio de
Babilonia. Los ancianos urden un plan para abusar sexualmente de ella
buscando una ocasión para sorprenderla a solas: “la puerta del
jardín está cerrada y nadie nos ve. Nosotros ardemos de pasión por
ti; consiente y acuéstate con nosotros. Si te niegas daremos
testimonio contra ti, diciendo que un joven estaba contigo y que por
eso habías hecho salir a tus servidoras. Susana gimió profundamente
y dijo: No tengo salida: si consiento me espera la muerte, si me
resisto, no escaparé de las manos de ustedes. Pero prefiero caer
entre sus manos sin haber hecho nada, que pecar delante del Señor
(20-23)”. Es decir, Susana se enfrenta a la condena a muerte por
lapidación reservada a las adúlteras, o a pecar contra Dios. Decide
defender sus principios y su honestidad a sabiendas de que estaba
condenada de antemano por el falso testimonio de dos jueces a los que
se les presuponía un juicio y conducta intachables.
En
la Asamblea, Susana: “clamó en alta voz: Dios eterno, tú que
conoces los secretos, tú que conoces todas las cosas antes de que
sucedan, tú sabes que ellos han levantado contra mí un falso
testimonio. Yo voy a morir sin haber hecho nada de todo lo que su
malicia ha tramado contra mí. El Señor escuchó su voz: cuando la
llevaban a la muerte, suscitó el santo espíritu de un joven llamado
Daniel (42-45)”. Daniel desenmascaró el falso testimonio
interrogándolos por separado, cayeron en contradicciones
testificales, y finalmente los ancianos fueron condenados a la pena
de muerte para cumplir la Ley de Moisés.
Del relato bíblico sacamos dos
conclusiones: Dios premia la integridad moral, y la sabiduría no es
patrimonio exclusivo de la edad puesto que la conducta de los jóvenes
Daniel y Susana fue más sabia y prudente que la de los ancianos solo
obcecados por su lascivia e iniquidad.
Mi carta a los Reyes Magos pide dos
cosas: que la sociedad española mantenga firmes sus principios, que
no se deje engañar por liberticidas, oportunistas y enemigos de la
Nación, y que Daniel desenmascare a los políticos ávidos de
poder a los que se les presupone sabiduría, buen juicio y conducta
intachables.
Vivimos tiempos de relativismo
axiológico (lo mismo Juana que su hermana)
y de formación de la opinión pública en las televisiones donde se
nos vende una máxima:
todo lo que es técnica,
tecnológica o políticamente posible, es éticamente deseable y
asumible. El bipartidismo
entendido como PpPsoe está supuestamente enterrado
y aparece ante la opinión publicada (no existe la opinión del
hombre de la calle como
tal, es un mero puzzle de gentes en el que cada uno es como
cada uno y sus caunás como dice
la sentencia popular) como esos viejos que tentaron a Susana con
malas artes, pero en una sociedad que ha dejado de creer en Cristo,
se termina creyendo en todo cristo, y el Espíritu Santo que ilumina
a Daniel se encuentra
en las televisiones al servicio del espectáculo y del share.
Dado
que los medios de comunicación de masas terminan plegándose al
poder y al interés asociado, les pido igualmente a los Reyes Magos
el Libro VII de la República de Platón, el mito de la caverna,
donde se explica alegóricamente la situación en la que se encuentra
el hombre en relación con el conocimiento: el mundo sensible hoy en
manos de la pantalla de plasma
y el mundo de las ideas solo alcanzable mediante la razón y
fagocitado igualmente en sus tertulias. También les pido a los Reyes
Magos un buen Libro de Historia para la desmemoria supina
o ideológica, con el objeto de que nuestros políticos no confundan
el referéndum sobre la iniciativa del proceso autonómico de
Andalucía el 28 de febrero de 1980 con un referéndum de secesión.
También
les pido a Sus Majestades, que en determinadas tradiciones: Cabalgata
de Reyes, alumbrado navideño, la Toma de Granada, procesiones, etc.
hagan magia aritmética
con los votos progres
en los plenos para que no se desvirtúen las fiestas y su sentido
simbólico.
También
les pido a Sus Majestades carbón
para Mas abocado ya a repetir elecciones en Cataluña, y carbón para
su procés. Y carbón
para los corruptos y para quienes no quieren bajarse o en su caso
subirse al coche oficial, ni asumen sus fracasos ni el de las
organizaciones políticas que los han apoyado. Quiero que Sus
Majestades nos traigan una España Susana
y líderes políticos danieles
desenmascarando a los jueces ancianos lascivos
y corrompidos.
Y
si no es mucho pedir, que nos bajen los impuestos, que no jodan
la senda del crecimiento económico, que Grecia sea ejemplo solo como
cuna de la filosofía y Venezuela como país hermano; que el futuro
Presidente actúe como Churchill y no como Chamberlain en relación
con los enemigos de la Nación y el proceso secesionista de Cataluña
y que la tan pomposa vocación de servicio
incluya la dimisión de los próceres
que son el problema más que la solución en la situación política
que vive España.
En
lo personal, les pido a Sus Majestades que nunca pierda mi vida la
chispa, la poesía, el entusiasmo...me comprometo a cambio, a seguir
escribiendo la carta a Sus Majestades todas las Navidades y a cumplir
con nuestras tradiciones comiendo roscón de reyes y dejando mi
zapato en el balcón con una pequeña provisión de víveres para los
camellos y pajes reales todas las noches mágicas.