“Nos, que somos tanto como vos y
todos juntos más que vos, os hacemos rey de Aragón, si juráis los
fueros y si no, no”. -Juramento de los reyes de Aragón-.
“En nombre de su Majestad España,
una, soberana e universal”.- Unamuno-.
“Habréis de saber Señor que el Rey
no es más que un servidor retribuido de la Nación”.- Cortes de
Castilla al Emperador Carlos V-.
“Castilla hizo España y España
deshizo a Castilla”.- Sánchez Albornoz-
“Tú, tierra de Castilla, muy
desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino como
eres, sea gobernado por quienes no te tienen amor”.-Pasquines en
contra de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico.
En
octubre de 1517, el rey Carlos I llegó a Asturias proveniente de
Flandes donde se había autoproclamado rey de España en 1516. A las
Cortes de Valladolid de 1518 llegó sin saber hablar español
trayendo consigo a toda su corte flamenca. Este descontento junto a
las demandas fiscales fueron el germen de la Guerra de las
Comunidades de Castilla. Tras la derrota definitiva en 1522 de
Toledo infringida a los comuneros por las tropas imperiales, las
localidades comuneras fueron grabadas con cuantiosas indemnizaciones
que supusieron la ruina de ciudades manufactureras como Segovia.
En
el levante se produjo el movimiento de las germanías. Los
artesanos de Valencia poseían el privilegio desde Fernando el
Católico de formar milicias para defenderse de las incursiones
piratas berberiscas. En 1520 un episodio de peste obligó a los
nobles a abandonar la zona y las milicias se hicieron con el poder
con la Junta de los 13 que representaba a todos los gremios de la
ciudad. Tras la derrota de los agermanados, en 1528 el rey otorgó un
perdón general.
¿Qué hizo el Emperador una vez
sofocadas las revueltas y ajusticiados los cabecillas Bravo, Padilla,
Maldonado y Vicente Peris? Sencillamente llegó a la conclusión de
que la mejor manera de gobernar era llegando a acuerdos, pactando, y
pasando página enterrando el rencor, si bien dejando claro
que su autoridad no podía cuestionarse. Una vez ejecutada la máxima
de Maquiavelo: “todo nuevo reinado ha de comenzar con una ejecución
ejemplar”, el Emperador que hablaba español con Dios, italiano con
las mujeres, francés con los hombres y alemán con su caballo,
comprendió que pese a reducir el poder de la nobleza y sus
privilegios instaurando el Absolutismo en España, la Nación era la
auténtica Majestad.
“Es
de temer que en ciertas regiones, entre ellas mi nativo País Vasco,
una federación desfederativa, a la antigua española, dividiera a
los ciudadanos de ellas, de esas regiones, en dos clases: los
indígenas o nativos y los forasteros o advenedizos, con distintos
derechos políticos y hasta civiles. ¡Cuántas veces en estas luchas de regionalismos o, como se les suele llamar, de nacionalismos, me he acordado del heroico Abraham Lincoln y de la tan instructiva guerra de secesión norteamericana!, en que el problema de la esclavitud no fue, como es sabido, sino la ocasión para que se planteara el otro, el gran problema de la constitución nacional y de si una nación hecha por la Historia es una mera sociedad mercantil que se puede rescindir a petición de una parte, o de un organismo".-Unamuno-.
Hemos resumido estos
episodios de la Historia y reproducido este fragmento de un artículo
publicado en el periódico El Sol el 14 de mayo de 1931, porque
mantienen toda su vigencia: los pactos de la Moncloa del Emperador Carlos V, el debate sobre españoles libres e iguales y el más importante a mi juicio, el de si una Nación hecha por la Historia y con el acuerdo de las generaciones precedentes de permanecer unidos se puede gestionar como una marca, como una sociedad mercantil y si se puede rescindir a petición de una parte, es decir si se puede contemplar la posibilidad de secesión de una de sus regiones.
El
discurso
de S.M. El Rey Felipe VI
resume todas estas cuestiones y se posiciona claramente en favor de
su Majestad España: ”Con
estas razones, y compartiendo estos sentimientos, haremos honor a
nuestra historia, de la que hoy somos protagonistas y cuyo gran
legado tenemos la responsabilidad de administrar; y fortaleceremos
nuestra cohesión nacional, que es imprescindible para impulsar
nuestro progreso político, cívico y moral; para impulsar nuestro
proyecto común de convivencia. Porque ahora, lo que nos debe
importar a todos, ante todo, es España y el interés general de los
españoles”.
Si
le he entendido bien Majestad, España lo primero y la Nación como
bien jurídico a proteger y a defender por todos los españoles.
Perfecto discurso alejado de la retórica de las misses
lleno de alegatos en favor de la paz, la felicidad y toda la pompa y
circunstancia que acompaña a todos estos discursos para la ocasión.
El Rey apela igualmente al sentido común y a la ley: “tampoco
debemos olvidar que la ruptura de la Ley, la imposición de una idea
o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles,
solo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, al
empobrecimiento y al aislamiento. Ese es un error de nuestro pasado
que no debemos volver a cometer”.
Somos
muchos los que como Unamuno pensamos que solo España merece la
categoría de mito, como España
ideal, eterna y universal.
Y cuando hablamos de mito, aludimos a la nueva mitología que todo
nuevo sistema rupturista intenta imponer con su pseudohistoria,
afrentas, derechos, sacerdotes políticos y junta palabras
oportunistas. Y cuando se habla de unidad, obviamente no hablamos de
uniformidad cultural, porque España y las Españas se han
enriquecido y se enriquecen con y de nuestras diferencias. Los enemigos de
España y de la libertad afloran en períodos de crisis económica,
política e institucional movidos por intereses espurios con
demagogia, falsación de la Historia y parto
de los montes.
No
sabemos quien será investido Presidente en esta legislatura o si
vamos a unas nuevas elecciones, pero como para Abraham Lincoln a
propósito de la esclavitud, lo importante no son los pactos, sino si
determinados partidos tienen derecho a negociar el gobierno de la
Nación como si fuera una sociedad mercantil a la que le interesa
rescindir a una de sus partes. En nombre de su Majestad España,
ningún político tiene el derecho a convertirse en una persona que
bloquee los intereses de la Nación a resultas del reparto de escaños
del Parlamento en favor de los partidos que defienden el orden
constitucional: PSOE, PP y Ciudadanos. Si hubiera coalición entre
ellos como aboga la plataforma Libres e Iguales, sería en todo caso
una mala noticia para los liberticidas y enemigos de la Nación. Y es
que en estas cuestiones uno prefiere equivocarse con sus amigos antes
que acertar con sus enemigos conforme a la máxima de Stalin, porque: “Habréis
de saber Señor que el Presidente no es más que un servidor
retribuido de la Nación”.
¡Feliz 2016!