“La
universalidad de la hermenéutica se funda en el lenguaje interior,
es decir, en el hecho de que no podemos decirlo todo. El hombre no
puede expresar todo lo que hay en su espíritu (logos
endiáthethos)”
-Gadamer-.
El Museo
del Prado expuso entre el 21 de enero hasta el 4 de mayo de 2014 la
exposición Las Furias. De
Tiziano a Ribera que contó
con 28 obras que ilustran el nacimiento, evolución y ocaso del tema
de las Furias
desde su irrupción en el arte europeo, a mediados del siglo XVI,
hasta finales del siglo XVII.
Todas estas
obras divulgan el porqué del éxito de las Furias durante 120 años,
cuando los gobernantes las eligieron como alegoría política y los
pintores como un vehículo privilegiado para representar la
dificultad máxima en el arte, en sus vertientes formal (eran
enormes figuras desnudas en escorzos inverosímiles) y expresiva,
como epítomes de la representación del dolor.
El crimen
por el que Ticio fue castigado fue el intento de violación de
Leto (instigado por Hera);Tántalo descuartizó a su propio
hijo y lo coció para agasajar a los dioses; Ixión intentó
seducir a Hera y Sísifo fue condenado por su astucia.
En
el mito de Sísifo, Camus
nos presentó al personaje como metáfora del hombre moderno, que
pasa gran parte de su vida en centros de trabajo deshumanizados, lo
que conlleva según el autor, al absurdo de nuestras vidas, anudadas
al valor de lo que producimos. El astuto Sísifo fue condenado por
engañar a los dioses a la ceguera y a empujar perpetuamente un
peñasco colina arriba hasta caer rodando nuevamente al valle e
iniciar de nuevo sus trabajos. Sin analizar la pregunta filosófica
que se planteaba Camus sobre el suicidio como alternativa a esa
angustia vital, afirmaremos que los dioses castigaron la creatividad
y la inteligencia, para no volver a ser objeto de treta alguna por
parte de ningún humano.
Si
la maldición de la inteligencia nos lleva a la incompetencia,
y si además consideramos que el problema de la filosofía actual
consiste en continuar el camino abierto por Hegel en su concepto de
espíritu objetivo, la solución siguiendo a Gadamer está en el
lenguaje. Filosofar es siempre una reflexión de segundo grado y en
última instancia, capacidad para destruir el lenguaje fosilizado.
Vamos a dinamitar
el concepto de casta.
Se
ha impuesto el uso del término casta
para designar a la clase política con un matiz despectivo por la
corrupción y los privilegios de los que supuestamente gozan nuestros
políticos. El mantra
ha calado en la opinión pública, y parafraseando a Agustín de
Foxá, los españoles vamos llevando bajo palio a nuestros
gobernantes si formamos parte de su familia
e ideología o pretendemos sinecuras; o detrás de ellos con un palo
atizándoles sin piedad. Pero, ¿podemos afirmar que solo la clase
política es una casta?
Este
debate lleva in
nuce
la consagración del profesional
de la política.
Según Weber,
hay dos formas de hacer de la política una profesión: o se vive
para la política, o se vive de la política. Y es que: “la
política proporciona, por lo pronto, un sentimiento de poder. La
conciencia de tener una influencia sobre los hombres, de participar
en el poder sobre ellos, y, sobre todo, el sentimiento de manejar los
hilos de acontecimientos históricos importantes, elevan al político
profesional, incluso al que ocupa posiciones formalmente modestas,
por encima de lo cotidiano”. Y como afirma Cipolla,
el lugar de las clases y las castas lo ocupan hoy los partidos
políticos, la burocracia y la democracia. Según este autor, según
su segunda Ley de la estupidez, las elecciones brindan una magnífica
ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener ningún
beneficio a cambio de su acción. “Estas personas cumplen su
objetivo, contribuyendo al mantenimiento del nivel de estúpidos en
las personas que están en el poder”. En palabras del castizo
refranero español: el
listo vive del tonto y el tonto de su trabajo.
El
RAE define casta como grupo que forma una clase especial y tiende a
permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc., de
manera que podemos encontrar en el et
caetera
un saco para meter un modo de entender la vida, una cultura
española.
España sigue en la España de Galdós: “... como le pidiese (a
Godoy, contexto motín de Aranjuez) un destino donde con
descanso y sin trabajar se ganase la vida
alegando ser hijo de una sirvienta suya, y éste le respondiera que
con ese instinto animal, solo serviría de calderero, al verse sin su
sinecura, provocó el odio del benefactor de su madre participando
con saña entre los amotinados”. Y es que sigue siendo válida su
sentencia: “España es el país de las pasiones exageradas, de los
sentimientos enérgicos, del bien y el mal sueltos y libres, de los
privilegios que traen las luchas, de la guerra continua, del nunca
descansar”.
Vivimos
una época en la que sin méritos ni esfuerzo para los agraciados,
se han creado distintas castas
con niveles estratificados en función del poder que la maquinaria
del BOE
y
los Boletines
de
las Autonomías con sus subvenciones y contratos públicos, asignan
envueltos en las retóricas políticas de progreso, Estado del
Bienestar, defensa de los servicios públicos... ¿Acaso sindicatos,
partidos políticos, organizaciones empresariales, medios de
comunicación, entidades públicas ruinosas, empleados públicos
enchufados sin oposición, ONGS y una larga lista que se podría
añadir, no son casta por formar parte de grupos que jamás han sido
capaces de ganarse la vida fuera de las ubres de las vacas sagradas
de las Administraciones Públicas sin haber contraído mérito
alguno?
Si
como diría
Stalin,
toda revolución ha de iniciarse por el Diccionario, aplaudo que el
término casta en el sentido que ha calado en el lenguaje popular en
España, sirva para luchar contra la corrupción que nos sacude. Sin
embargo, las propuestas que se venden en los debates son más de lo
mismo, pero en pensamiento
Alicia:
que todas las castas sigan amamantándose con un Gran
Hermano
vigilante del corrupto, sacrificando las libertades democráticas y
por supuesto la separación de poderes. En otras palabras, el parto
de los montes
ha dado a luz un pretendido nacimiento de la casta
casta,
es decir, pura.
En
definitiva, un consenso
de mantener el nivel de despilfarro y aplicar políticas ruinosas y
populistas, pese a que “el populismo ama tanto a los pobres que
termina multiplicándolos”- Mariano Grondona-.
Terminamos como empezamos,
volviendo a las Furias. El relativismo cultural permite tirar
los tejos a una diosa y
entender como “cultura de los pueblos” realizar
sacrificios humanos e intentos de violaciones,
pero la astucia y la inteligencia, permanecen castigadas sin remisión
del pecado, por los siglos de los siglos. Sic
transit gloria mundi. La
supercompetencia como demostró Peter, es infinitamente más
peligrosa que la incompetencia.
Cuando en España vivíamos sin
la amenaza secesionista catalana
y con una tasa de paro muy inferior, este panorama podría servir de
entretenimiento en tertulias, pero este momento histórico requiere
de líderes Churchill
y
no de líderes Neville
Chamberlain.
Necesitamos la redención de Sísifo y llevar al poder la excelencia
y los principios. Nuevos partidos han surgido como respuesta a esta
necesidad e inconformismo. El
catalanismo ha sido fagocitado por el secesionismo; el Psoe por
Podemos y el PP por la nadHEZ.
Ciudadanos, Podemos y Vox
han nacido como Minerva de la cabeza de Júpiter
Desencantado. Pido
a los dioses que rediman a Sísifo,
que los nuevos líderes defiendan la Nación, y los principios
constitucionales sin complejos, y que los intelectuales,
se comprometan en decir la verdad y denunciar la mentira,
solo así,
#Saldremos.