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miércoles, 13 de mayo de 2015

¿Me perderé en el Camino de Santiago? Rotundamente No

  


  Si has decidido hacer uno de los Caminos de Santiago por tu cuenta, solo o en compañía, sin etapas y hospedajes organizados por agencias, y es la primera vez que lo haces, uno de tus miedos será sin duda cómo caminar sin perderte.
  Vaya mi homenaje a Elías Valiña, el cura de O Cebreiro que señalizó el Camino Francés desde Roncesvalles con flechas amarillas, e impulsó la peregrinación jacobea en los años ochenta.
  Hay Caminos mejor señalizados que otros, y en el Francés es casi imposible perderse. En Galicia las marcas se multiplican, indicando en los mojones la distancia a Santiago (aunque prácticamente a todos se les ha arrancado la placa de distancia).
  ¿Cómo encontraré el camino en los bosques y lugares solitarios?

  Ni necesitas brújula ni gps, tan solo seguir la flecha y en caso de que por despiste o cansancio pierdas el sendero, no has de preocuparte, camina de nuevo en sentido contrario hasta que vuelvas a ver la última señal. Retroceder es mejor que caminar angustiado. El despiste es siempre fruto de la falta de atención y en su caso de orientación. Si caminas por ejemplo de este a oeste, en la mañana el sol lo tendrás en tu espalda; si lo haces de sur a norte, por tu derecha.

  Caminar un tramo sin flechas de confirmación, es una pequeña sensación de angustia que genera un gran alivio cuando vuelves a ver una de ellas. Lo mejor es siempre seguir la flecha del Camino oficial y no desviarse para tomar opciones alternativas porque suelen obedecer a intereses económicos y obligan a dar rodeos innecesarios. Lo habitual es empezar cada día la etapa temprano, a veces sin que haya amanecido, por eso es importante estudiarla el día anterior. El Camino siempre tiene esos momentos y siempre recordarás ese tramo sin flecha por despiste con la complicidad de una sonrisa.
  
  Además encontrarás cruceiros en las encrucijadas y caminos. Con independencia de su origen, lo cierto es que parece que para muchos estudiosos, uno de sus fines era bendecir los caminos y purgar pecados, en palabras de Castelao: onde hai un cruceiro, houbo un pecado. Sea como fuere es un elemento numinoso en el Camino y que en muchos casos obra como una señal más porque incluyen su referencia las guías.
  Hemos analizado el primer bloque del capítulo de los miedos, el del temor a perderse en el Camino. Ahora, analizaremos el otro de los miedos que suelen plantearse los peregrinos: el de la inseguridad de uno mismo.
  El miedo es la emoción más importante del ser humano, nos permite sobrevivir aunque si no encontramos el equilibrio, nos impide vivir. Sentir miedo  forma parte de nuestro código genético, pero en el Camino el miedo es siempre infundado. El Camino te enseñará a conocer tus límites y tu cuerpo y a entrar en comunión con la espiritualidad que llevamos dentro, pero no es una aventura peligrosa si sabes elegir el tramo y la dureza exigida en relación con tus posibilidades. El Camino Primitivo es duro de realizar, y el Camino de la Plata en verano lo es también, pero el Camino Francés, o el Inglés por ejemplo, están al alcance de cualquiera. Siempre es más importante el entusiasmo que la fortaleza física. El Camino Francés por disponer de más servicios y albergues que ninguno, lo realizan incluso personas discapacitadas, con una sencilla regla: caminan desde el albergue hasta el albergue siguiente.
  Y salvo tendinitis o enfermedad sobrevenida, es tan sencillo como saber que por muy despacio que camines, siempre llegas. Nunca caminas solo, te acompañan tu sombra, el Apóstol y con mucha frecuencia, peregrinos. En el Camino, se obra el milagro de vencer la única utopía posible del ser humano en palabras de Adorno: acercarte al Otro, sin miedo. No hay reparo alguno en el encuentro, ni efecto halo, ni prejuicio. En el Camino, todos somos iguales, es decir, peregrinos, caminantes o turigrinos.
  Esa complicidad milagrosa forma parte del capítulo de gratificaciones personales, y de una forma especial se vive en determinados albergues: Roncesvalles con la bendición del Peregrino en su Colegiata; en las Carvajalas de León con su bendición y charla de la abadesa; la oración de fraternidad en Bercianos del Real Camino, la vivencia espiritual en el Albergue del cura Blas en Fuenterroble de Salvatierra, o la fraternidad que te inunda con los Franciscanos en Santiago. También en esos albergues con encanto como el de Bodenaya o en el de Pajares con su mamigrina Marisa.

  La tristeza y la sensación de cansancio, no entran en un corazón alegre que camina a visitar la tumba del Apóstol o simplemente lo hace por cualquier otra motivación. Recuerda la máxima de que el peregrino no exige, agradece. Y dado que la gratitud es una forma mayor de entusiasmo, ese soplo interior divino, te quitará todos tus miedos peregrino. Buen Camino.