Translate

AddToAny

lunes, 16 de marzo de 2015

Ocho por ocho no son sesenta y cuatro, es...¡Boby Fischer!

    



   La creencia esencial de los alquimistas era que los minerales crecían y se desarrollaban bajo tierra hasta alcanzar formas más perfectas, así como que el hombre en el laboratorio podía imitar artificialmente lo que ocurría naturalmente bajo la superficie de la tierra. De ello se derivaba el afán por encontrar la piedra filosofal con la que transmutar el oro y conseguir la eterna juventud.
   Ajeno a la vanidad humana y esoterismos espirituales, el ajedrez se instaló en lo mundano logrando transmutar el arte de la guerra en valores nobles. Parece que el juego tiene su origen en el chaturanga, que ha sido traducido etimológicamente como cuatro fuerzas, las que integraban los ejércitos: infantería, caballería, elefantes y carruaje. La leyenda que nos legó el poeta persa Firdusi, nos narra que en la disputa por la sucesión al trono entre dos hermanos, un grupo de sabios dispuso que en lugar de combatir, se simulara la batalla en un tablero. Por tanto, el ajedrez contribuyó desde su inicio al progreso ético, erradicando la violencia y sustituyéndola por la inteligencia, triunfando así la razón y la vida frente a la cultura de la muerte.
   La contribución más importante de los hindúes fue nuestro sistema numérico moderno, el desarrollo de operaciones algebraicas, y la introducción del uso de senos angulares en lugar de las cuerdas empleadas por los griegos, iniciando el estudio de la trigonometría. Tal vez ello tenga que ver en la elección del tablero como un cuadrado compuesto por sesenta y cuatro escaques en la que se trazan diagonales. Sea como fuere asistimos a una obra de creación pura humana.
    ¿Cómo definir al ajedrez? ¿Arte, deporte mental, ciencia? Como todo lo excelso, definiri nequit, es decir, imposible de definir. Pero podemos parcelarlo. Como arte, podemos situarlo al nivel de la literatura en el sentido de Horacio: He terminado un monumento más duradero que el bronce. Y más alto que la vieja mole de las reales pirámides... No moriré del todo. Esa inmortalidad es la que nos permite desarrollar los combates de los grandes maestros sin temor a que el paso del tiempo o la acción de los elementos las destruyan. Podremos seguir disfrutando de partidas como las disputadas entre Anderssen-Kieseritzky (Londres, 1851- La Inmortal) y Anderssen-Dufresne (Breslau, 1852- La Siempreviva).

    El nueve de julio de 1813 apareció por vez primera una sección de ajedrez en un periódico, el diario inglés Liverpool Mercury. A la prensa se le debe igualmente la creación de los llamados premios de belleza, que consisten en conceder un galardón a la partida más hermosa de un torneo.
    Como deporte, podemos afirmar que es ajeno al azar o la fortuna, (el tablero no dispone de postes que eviten el gol-mate) o a la posesión de unas condiciones físicas como requieren los jugadores de baloncesto o los atletas. Los jueces no deben hacer interpretaciones de las jugadas, tan sólo verificar la legalidad de los movimientos y el uso del tiempo. El único elemento que entra en juego es la posibilidad de error, lo cual humaniza el juego. Pueden disputarlo hombres y mujeres con idénticas reglas de juego y en igualdad de condiciones, extremo que pasa inadvertido en la propaganda de la cultura de género, y la victoria es una combinación de talento, de preparación y de estudio.
    La edad tampoco impide la actividad del juego. Bernstein a sus setenta y dos años venció a Najdorf de cuarenta y cuatro años y en plenitud de su fuerza, en el torneo de Montevideo de 1954.
    El ajedrez aglutina igualmente diferentes perfiles psicológicos. Marschall fue un artista que desdeñó el estudio y quiso ser siempre un creador; para Tarrasch el orden y el método eran sus fetiches, lo cual le permitió otorgar la dama de ventaja y anunciar mate a la décima jugada en la partida que disputó a Schroeder. Reti fue un teórico de primera línea, gran pedagogo, fortísimo jugador y compositor de estudios de aperturas. Alekhine, tal vez el jugador más incisivo y agresivo de la historia, escribió una serie de artículos en el Parisier Zeitung en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, en los que adoptó un punto de vista racista atacando a los jugadores judíos acusándolos de practicar un ajedrez mezquino, defensivo y especulativo frente a la fantasía y creación aria.
    La soberbia y el orgullo llevaron a Steinitz a autoproclamarse campeón del mundo tras vencer a Zukertort en 1886, título que no tuvo carácter oficial pero que fue reconocido por todos los maestros de la época. Morphy fue un bon vivant que gozaba de la noche y terminó sus días desarrollando una personalidad psicótica. Fischer con un coeficiente intelectual extraordinario, fue engañado por una secta religiosa. Kasparov se ha convertido en activista político.
   Kirilenko, fiscal de los Tribunales Revolucionarios y más tarde comisario de justicia de la URSS, fue el impulsor del desarrollo del ajedrez en su país. Creía que el ajedrez debía convertirse en arma política, y que el objetivo era lograr que los jugadores comunistas derrotaran a los maestros burgueses. El match entre Fischer y Spassky celebrado en plena guerra fría, sustituyó los misiles por el tablero como ocurriera siglos atrás con la leyenda hindú.
    El ajedrez tampoco es ajeno al cine, Bogart aparece moviendo las fichas en la mítica película Casablanca, aplacando sus recuerdos y ajeno a las escenas cotidianas en el Rick´s; en Harry Potter y la piedra filosofal se disputa una partida con piezas mágicas de gran tamaño, y en Odisea 2001, Frank Poole disputa otra contra la supercomputadora Hal 9000.
  Por otro lado, la terminología ajedrecística tiene palabras de uso universal. Tal es el caso de gambito, fianchetto y zugzwang (define ésta última una posición en la cual pierde el bando que le toca jugar), y de igual forma extiende su nobleza a la de otorgar la denominación de las aperturas y defensas a los nombres o países en los que tuvieron su origen: apertura española, italiana, Reti, defensa siciliana...
    Hay que añadir igualmente la vinculación con la tecnología como fue la invención del reloj apropiado para el juego. Dicho mérito correspondió a Thomas B. Wilson, relojero artesano de Manchester y creador del que se utilizó por primera vez en el torneo de Londres de 1883, conquistado por Zukertort. El invento era sencillo: dos relojes instalados uno al lado del otro, sobre un eje móvil, con un ángulo de treinta grados, de modo que cuando funcionaba un reloj, el otro quedaba detenido.
    El tablero de ajedrez y sus fichas, son objeto de culto y producto de los mejores artesanos, creando figuras imaginativas que representan costumbres y escenas de todo tipo, al igual que los materiales empleados en su confección que van desde el plástico a la madera, pasando por el marfil, el cristal....
    En cuanto a su dimensión científica, Claude Shannon, padre de la teoría de la información estimó en diez elevado a ciento veinte la complejidad del árbol de juego del ajedrez. Ante tal magnitud, los grandes maestros no logran su virtuosismo por su capacidad para calcular decenas de movimientos con antelación, lo que los distingue es la habilidad para descartar muchas jugadas de un simple vistazo, por pura intuición. Por el contrario las mejores computadoras, calculan 512 millones de jugadas por segundo, insuficientes no obstante para abarcar todas las combinaciones posibles.
   La picaresca también está anudada al juego. El Turco fue una farsa que simulaba ser un autómata que jugaba al ajedrez. Construido por Kempelen en 1769, creaba una ilusión óptica que escondía a un maestro avezado. La alegoría inspirada en este episodio la utilizó el filósofo Walter Benjamín respecto del materialismo histórico: un enano encorvado, maestro invencible en el juego del ajedrez pero que actúa en los salones bajo el disfraz de un muñeco automático en traje de turco. Las claves de interpretación que nos da el propio Benjamín son: el juego del ajedrez es la filosofía; el enano experto y gran maestro es la teología y el muñeco la apariencia científico-política.
    Y por supuesto, hay que hacer mención a las computadoras. Antes de su match con Deep Blue, Kasparov afirmaba: “el ajedrez es ante todo, un arte, además de una ciencia y un deporte. La máquina es muy fuerte sólo en estos dos campos y puede ser neutralizada con un riguroso entrenamiento específico. Creo que nunca perderé ante una máquina en un duelo a ritmo normal”. Tras disputar la tercera partida en 1996, declaró:venía preparado para jugar contra un niño de cinco años y me he encontrado con su terrible padre... Habrá que cambiar las reglas para futuros duelos contra máquinas. La preparación de las aperturas siempre ha sido uno de mis puntos fuertes pero mi memoria no admite comparación con la de Deep Blue. Los humanos deberíamos tener derecho a consultar una base de datos durante la partida para luchar en igualdad de condiciones”.
     El ajedrez también plantea cuestiones: ¿será posible demostrar algún día si la ventaja inicial de las blancas es suficiente para ganar tras un juego perfecto de ambos bandos?
    Hay que subrayar igualmente el auge de partidas disputadas a través de internet y los programas específicos de juego para ordenadores personales.
    Tal vez tengamos que concluir como empezamos con el hecho de que la única definición posible del ajedrez, haya que buscarla en todas las direcciones a las que conduce. Pero sin duda, representa el viejo sueño de los pensadores griegos: cultivo de la amistad y de los valores como formación de un carácter. Los alquimistas tenían razón: el ajedrez es la piedra filosofal que transmuta el arte de la guerra en nobleza de caballero andante. Y Boby Fischer simboliza su D. Quijote particular.