La creencia esencial de los alquimistas era que los minerales crecían y se desarrollaban bajo tierra hasta alcanzar formas más perfectas, así como que el hombre en el laboratorio podía imitar artificialmente lo que ocurría naturalmente bajo la superficie de la tierra. De ello se derivaba el afán por encontrar la piedra filosofal con la que transmutar el oro y conseguir la eterna juventud.
Ajeno a la vanidad
humana y esoterismos espirituales, el ajedrez se instaló en lo
mundano logrando transmutar el arte de la guerra en valores nobles.
Parece que el juego tiene su origen en el chaturanga,
que ha sido traducido etimológicamente como cuatro
fuerzas,
las que integraban los ejércitos: infantería, caballería,
elefantes y carruaje. La leyenda que nos legó el poeta persa
Firdusi, nos narra que en la disputa por la sucesión al trono entre
dos hermanos, un grupo de sabios dispuso que en lugar de combatir, se
simulara la batalla en un tablero. Por tanto,
el
ajedrez contribuyó desde su inicio al
progreso
ético, erradicando la violencia y sustituyéndola por la
inteligencia,
triunfando así la razón y la vida frente a la cultura de la muerte.
La contribución más
importante de los hindúes fue nuestro sistema numérico moderno, el
desarrollo de operaciones algebraicas, y la introducción del uso de
senos angulares en lugar de las cuerdas empleadas por los griegos,
iniciando el estudio de la trigonometría. Tal vez ello tenga que ver
en la elección del tablero como un cuadrado compuesto por sesenta y
cuatro escaques en la que se trazan diagonales. Sea como fuere
asistimos a una obra de creación pura humana.
¿Cómo definir al
ajedrez? ¿Arte, deporte mental, ciencia? Como todo lo excelso,
definiri
nequit,
es decir, imposible de definir. Pero podemos parcelarlo. Como arte,
podemos situarlo al nivel de la literatura en el sentido de Horacio:
He
terminado un monumento más duradero que el bronce. Y más alto que
la vieja mole de las reales pirámides... No moriré del todo.
Esa inmortalidad es la que nos permite desarrollar los combates de
los grandes maestros sin temor a que el paso del tiempo o la acción
de los elementos las destruyan. Podremos seguir disfrutando de
partidas como las disputadas entre Anderssen-Kieseritzky (Londres,
1851- La Inmortal) y Anderssen-Dufresne (Breslau, 1852- La
Siempreviva).
El nueve de julio de
1813 apareció por vez primera una sección de ajedrez en un
periódico, el diario inglés Liverpool
Mercury.
A la prensa se le debe igualmente la creación de los llamados
premios de belleza, que consisten en conceder un galardón a la
partida más hermosa de un torneo.
Como deporte, podemos
afirmar que es ajeno al azar o la fortuna, (el tablero no dispone de
postes que eviten el gol-mate)
o a la posesión de unas condiciones físicas como requieren los
jugadores de baloncesto o los atletas. Los jueces no deben hacer
interpretaciones
de las
jugadas, tan sólo verificar la legalidad de los movimientos y el uso
del tiempo. El único elemento que entra en juego es la posibilidad
de error, lo cual humaniza el juego. Pueden
disputarlo hombres y mujeres con idénticas reglas de juego y en
igualdad de condiciones, extremo que pasa inadvertido en la
propaganda de la cultura de género,
y la victoria es una combinación de talento, de preparación y de
estudio.
La edad tampoco
impide la actividad del juego. Bernstein a sus setenta y dos años
venció a Najdorf de cuarenta y cuatro años y en plenitud de su
fuerza, en el torneo de Montevideo de 1954.
El ajedrez aglutina
igualmente diferentes perfiles psicológicos. Marschall fue un
artista que desdeñó el estudio y quiso ser siempre un creador; para
Tarrasch el orden y el método eran sus fetiches, lo cual le permitió
otorgar la dama de ventaja y anunciar mate a la décima jugada en la
partida que disputó a Schroeder. Reti fue un teórico de primera
línea, gran pedagogo, fortísimo jugador y compositor de estudios de
aperturas. Alekhine, tal vez el jugador más incisivo y agresivo de
la historia, escribió una serie de artículos en el Parisier
Zeitung en
la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, en los que
adoptó un punto de vista racista atacando a los jugadores judíos
acusándolos de practicar un ajedrez mezquino, defensivo y
especulativo frente a la fantasía y creación aria.
La soberbia y el
orgullo llevaron a Steinitz a autoproclamarse campeón del mundo tras
vencer a Zukertort en 1886, título que no tuvo carácter oficial
pero que fue reconocido por todos los maestros de la época. Morphy
fue un bon
vivant
que gozaba de la noche y terminó sus días desarrollando una
personalidad psicótica. Fischer con un coeficiente intelectual
extraordinario, fue engañado por una secta religiosa. Kasparov se ha
convertido en activista político.
Kirilenko, fiscal de
los Tribunales Revolucionarios y más tarde comisario de justicia de
la URSS, fue el impulsor del desarrollo del ajedrez en su país.
Creía que el ajedrez debía convertirse en arma política, y que el
objetivo era lograr que los jugadores comunistas
derrotaran a los maestros
burgueses.
El match
entre
Fischer y Spassky celebrado en plena guerra
fría,
sustituyó los misiles por el tablero como ocurriera siglos atrás
con la leyenda hindú.
El ajedrez tampoco es
ajeno al cine, Bogart aparece moviendo las fichas en la mítica
película Casablanca,
aplacando sus recuerdos y ajeno a las escenas cotidianas en el
Rick´s;
en
Harry
Potter y la piedra filosofal
se disputa una partida con piezas mágicas de gran tamaño, y en
Odisea
2001,
Frank Poole disputa otra contra la supercomputadora Hal 9000.
Por otro lado, la
terminología ajedrecística tiene palabras de uso universal. Tal es
el caso de gambito,
fianchetto y zugzwang
(define ésta última una posición en la cual pierde el bando que le
toca jugar), y de igual forma extiende su nobleza
a la de otorgar la denominación de las aperturas y defensas a los
nombres o países en los que tuvieron su origen: apertura española,
italiana, Reti, defensa siciliana...
Hay que añadir
igualmente la vinculación con la tecnología como fue la invención
del reloj apropiado para el juego. Dicho mérito correspondió a
Thomas B. Wilson, relojero artesano de Manchester y creador del que
se utilizó por primera vez en el torneo de Londres de 1883,
conquistado por Zukertort. El invento era sencillo: dos relojes
instalados uno al lado del otro, sobre un eje móvil, con un ángulo
de treinta grados, de modo que cuando funcionaba un reloj, el otro
quedaba detenido.
El tablero de ajedrez
y sus fichas, son objeto de culto y producto de los mejores
artesanos, creando figuras imaginativas que representan costumbres y
escenas de todo tipo, al igual que los materiales empleados en su
confección que van desde el plástico a la madera, pasando por el
marfil, el cristal....
En cuanto a su
dimensión científica, Claude Shannon, padre de la teoría
de la información
estimó en diez elevado a ciento veinte la complejidad del árbol
de juego
del ajedrez. Ante tal magnitud, los grandes maestros no logran su
virtuosismo por su capacidad para calcular decenas de movimientos con
antelación, lo que los distingue es la habilidad para descartar
muchas jugadas de un simple vistazo, por pura intuición. Por el
contrario las mejores computadoras, calculan 512 millones de jugadas
por segundo, insuficientes no obstante para abarcar todas las
combinaciones posibles.
La picaresca también
está anudada al juego. El
Turco
fue una farsa que simulaba ser un autómata que jugaba al ajedrez.
Construido por Kempelen en 1769, creaba una ilusión óptica que
escondía a un maestro avezado. La alegoría inspirada en este
episodio la utilizó el filósofo Walter Benjamín respecto del
materialismo histórico: un enano encorvado, maestro invencible en el
juego del ajedrez pero que actúa en los salones bajo el disfraz de
un muñeco automático en traje
de turco.
Las claves de interpretación que nos da el propio Benjamín son: el
juego del ajedrez es la filosofía; el enano experto y gran maestro
es la teología y el muñeco la apariencia científico-política.
Y por supuesto, hay
que hacer mención a las computadoras. Antes de su match
con Deep
Blue,
Kasparov afirmaba:
“el
ajedrez es ante todo, un arte, además de una ciencia y un deporte.
La máquina es muy fuerte sólo en estos dos campos y puede ser
neutralizada con un riguroso entrenamiento específico. Creo que
nunca perderé ante una máquina en un duelo a ritmo normal”. Tras
disputar la tercera partida en 1996, declaró:
“venía
preparado para jugar contra un niño de cinco años y me he
encontrado con su terrible padre... Habrá que cambiar las reglas
para futuros duelos contra máquinas. La preparación de las
aperturas siempre ha sido uno de mis puntos fuertes pero mi memoria
no admite comparación con la de Deep Blue. Los humanos deberíamos
tener derecho a consultar una base de datos durante la partida para
luchar en igualdad de condiciones”.
El ajedrez también
plantea cuestiones: ¿será posible demostrar algún día si la
ventaja inicial de las blancas es suficiente para ganar tras un juego
perfecto de ambos bandos?
Hay que subrayar
igualmente el auge de partidas disputadas a través de internet y los
programas específicos de juego para ordenadores personales.
Tal vez tengamos que
concluir como empezamos con el hecho de que la única definición
posible del ajedrez, haya que buscarla en todas las direcciones a
las que conduce. Pero sin duda, representa el viejo sueño de los
pensadores griegos: cultivo de la amistad y de los valores como
formación de un carácter. Los
alquimistas tenían razón: el ajedrez es la piedra filosofal que
transmuta el arte de la guerra en nobleza de caballero andante. Y
Boby Fischer simboliza su D. Quijote particular.