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domingo, 26 de octubre de 2025

Monte Athos. Entre la aventura y la vela a la Theotokos



    Con mi experiencia en la peregrinación en el Monte Athos me ocurre lo mismo que con el Camino de Santiago, que todo lo que me han aportado es muy superior a lo que les pueda devolver. Escribir sobre Ágios Óros es una modestísima contribución con pretensión de ayudar a quienes piensen organizar el viaje y obtener el diamitirion. Pero esta entrada, es mi uti et frui particular en un sentido menos teológico al que le dio San Agustín, entendiendo el uti como el empeño para conseguir el fin de visitar Athos, y el frui como el goce de lo vivido antes, durante y después de mi salida de la Montaña Sagrada el 12 de septiembre.
   Mi sorpresa a finales de junio, fue recibir la aceptación de mi petición de reserva de entrada al Estado Monástico el día 9 de septiembre de 2025, fecha que estimaba óptima para organizar mis vacaciones. Todos mis pasos fueron el puro ejercicio del ensayo y error, o si se me permite el juego de palabras, primero ensayaba, y luego cometía el error. 
   Como mi determinación de pisar la Península de la Virgen era firme, mi primer paso fue comprar pasaje para el vuelo Alicante Sofía porque tenía pendiente visitar la capital búlgara y el Monasterio de Rila y había conexión directa con Tesalónica por autobús.

  El mayor problema que tuve que solventar fue el de no encontrar información  precisa sobre los trámites a seguir, y he de confesar que mi experiencia consultando  los buscadores y usando la IA, ha sido como ese gps que te lleva por carreteras secundarias y que termina por inducir en ocasiones al error, pero tenía como Descartes, una idea clara y distinta: en Tesalónica había una oficina que gestionaba la burocracia según me explicó la guía de un viaje que hice por Grecia unos años atrás siguiendo los pasos de San Pablo.
 En el correo de la Oficina del Peregrino de Tesalónica se me informaba que debía solicitar y ser aceptado, en tres monasterios (la norma es pernoctar una sola noche en cada uno).
   El siguiente paso fue buscar en la web oficial del Monte Athos la dirección web, correo electrónico o teléfono de contacto de distintos monasterios que iba eligiendo por descarte de las peticiones que iban siendo rechazadas o simplemente no atendidas. Quiso el azar divino, que fuera acogido y en este orden, en el Skete de Saint Andrew, en el Monasterio de Vatopedi, y en el Monasterio de Iviron.

   En la primera quincena de agosto ya tenía organizado el viaje vía Sofía con la conexión por autobús con Tesalónica, y una vez allí a su vez, la conexión con el autobús a Ouranopolis, que sale desde la terminal Ktel Chalkidis. También había remitido los correos de aceptación en los cenobios mencionados y mi pasaporte a la Oficina del Peregrino, pero la confirmación no llegaba...

  Entendí que lo más razonable era pernoctar en Ouranopolís el 8 de septiembre para estar a primera hora de la mañana en la oficina que entrega el Diamitirion, y reservé en Athos Guest House Pansion haciendo reserva igualmente en dicho establecimiento hotelero el día 12 que era la fecha en la que tenía que tomar el ferry de vuelta.

  En la Oficina de mi trabajo, comenté que viajaría a Athos, y entre  la percepción de aventura, de riesgo y de desconocimiento total en lo referente a Ágios Óros, y al hilo de algún comentario que hice como que había leído que los monjes te recibían ofreciéndote unos dulces (lukumi) y un licor elaborado por ellos, y que había leído igualmente que no dispondría de señal telefónica alguna, los consejos bienintencionados de Laura y Mar terminaron por convertirse en ese momento cotidiano de complicidad tan sano y terapéutico. Laura me aconsejó que llevara algodón al viaje y que cuando fuera a tomar el licor casero del monasterio me lo metiera en la boca para que se empapara de la bebida espirituosa y no lo tomara.

   -Tú no bebes alcohol Antonio a ver si te va a pasar algo- Sentenció como una madre.

  Por su parte Mar, se otorgó como misión, la de geolocalizarme para tranquilidad de todos mis compañeros. Y así lo hizo, de vez en cuando recibía sus mensajes, y se los respondía cuando la situación lo permitía. Vayan estas líneas como gratitud a ellas.

  Lo cierto es que en Athos hay cobertura aunque no en todos los puntos y vi  una antena de telefonía. No obstante tanto a mi hermano como a mis hijos les comenté que no se preocuparan si entre el 9 y el 12 de septiembre no podían comunicarse conmigo, pero todo resultó más sencillo. Y en relación con los licores, solo me ofrecieron un chupito de orujo de gran calidad en Vatopedi porque es un monasterio con viñedos  que elabora vino para su distribución y venta.

  El vuelo a Sofía estaba programado para el 4 de septiembre, y como en Casablanca, el tiempo pasaba con la incertidumbre de si podría subirme al avión con rumbo a mi Lisboa particular de este viaje. Contacté con el hotel de Ouranopolis y les comenté que tenía solo la reserva de Tesalónica pero con la aceptación de acogida monástica en regla. El gerente me informó que la confirmación del permiso  formaba parte del proceso habida cuenta de que se grababa en el sistema informático en Tesalónica y en Ouranopolis se limitaban a imprimirla y entregarla el mismo día de concesión de entrada. El lunes 1 de septiembre remití nuevamente toda la documentación vía fax, pero seguía sin obtener respuesta.


  Aterricé en Sofía el 4 por la noche y el 5 viernes salí a caminar para visitar la Catedral de San Alejandro Nevski con la determinación de llamar al teléfono que me facilitó la gerencia del Hotel. Hice tiempo en el interior de la catedral y encendí una vela a la Vsetsaritsa (Reina de Todos) cuyo icono se conserva en el Monasterio de Vatopedi, siendo una réplica de la misma, la que se expone en Sofía, y a las 9 horas salí del Templo, busqué un banco con sombra, y llamé por teléfono a Tesalónica.

  -Vuelve a enviar todo de nuevo- me dijo el funcionario que me atendió. Todos los correos los tenía en el móvil, así que fue una operación de reenvío. Caminé por la ciudad aún con la incertidumbre final, pero la Theotokos búlgara y la Virgen de mi pueblo atendieron a mi plegaria y a los diez minutos tenía el correo de confirmación de entrada con la instrucción de recogida en Ouranopolis el 9 a primera hora de la mañana.
  El 9 de septiembre salí del hotel a la 5.45 AM y me dirigí a la Oficina del Peregrino, y la primera sorpresa fue ver formada una cola con bastantes varones. Pero el proceso de entrega del diamitirion es muy rápido y recogí el mío con tiempo suficiente para comprar el billete del ferry y coger el primero de los que salen rumbo a Dafni a las 6.30 AM.


   El viaje en barco fue todo un espectáculo sensorial, y a bordo entre peregrinos y monjes se respiraba un ambiente de sosiego, en armonía con la Montaña Sagrada que permitía que contempláramos los 2033 metros imponentes del Athos. El gigante tracio del mito allí enterrado nos brindaba esa lectura en la que la armonía y la belleza vencían al caos.
  El ferry va parando en los monasterios con arsanas -muelles- y no solo bajan peregrinos sino que se descargan mercancías y vehículos igualmente. Mi destino era Dafni. Navegar muy pegado a la costa implica disponer de permiso de entrada. Las embarcaciones de recreo no pueden hacerlo a menos de medio kilómetro. ¡Y por fin pisé tierra sagrada!
  El Skete de San Andrés era mi primer destino y en el correo me indicaban que tenía que estar allí antes de las 13 horas por ello me sentí relajado e imaginé los escenarios en los que Dafne se escondía de Apolo para terminar convirtiéndose en laurel mientras grababa un video recorriendo el enclave monástico. El transporte a Karyés se organiza completando todo el pasaje del vehículo, y pude pagar mi billete para uno de los primeros que partieron sobre las 10.30 horas.
  En la sede del Gobierno Monástico, tomé café (no preparan el café griego) y un dulce típico. Recorrí a pie Karyés grabando un video, y me dispuse a llegar al Skete siguiendo las instrucciones que me indicaron en la estafeta de correos. Está a unos escasos diez minutos y el sendero es muy llano.
   Llegué con mucha antelación sobre la prevista, lo que me permitió fotografiar exteriores y visitar la Iglesia, que no es en la que se celebran oficios y misas. Después accedí a la casa de acogida del peregrino y esperé en la sala a ser atendido por el monje hospitalero, junto a otros que iban en grupos organizados. Finalmente tras mi anotación registral, el monje me asignó habitación y me explicó las normas y horarios que tenía que cumplir.

   El 10 de septiembre me tenía que desplazar al Monasterio de Vatopedi. Me dirigí a la oficina de transporte de pasajeros para todo Athos que hay en Karyés y me informaron que estimaban que sobre las 13.45 se organizaría un transporte para los peregrinos interesados, pero que podía coger  un taxi con salida inmediata y cuyo coste era de 45 euros. El encargado me dijo que estuviera en la plaza visible por si alguien se interesaba por dicho servicio y que nos pondría de acuerdo para compartir gastos. Y así fue como conocí a Constantin, como un regalo que ofrece la amistad que perdura por la intensidad sentida y el  agradecimiento que le guardo.  Compartimos el coste del taxi, pero  no solo fue eso, sino que también me explicó aspectos de Athos que desconocía y me informó que la cinta recuerdo del Santo Cíngulo de la Virgen, se entregaba gratuitamente a los peregrinos bendecida por el monje en contacto con la reliquia y que podría desplazarme al día siguiente al Monasterio de Iviron en barco cogiéndolo directamente en la arsana, facilitándome el horario. 
  Los oficios más espectaculares desde el punto de vista sensorial los viví en Vatopedi, y el concierto de canto no podré olvidarlo jamás. Además, las reliquias no se custodian inaccesibles a los peregrinos, sino que se exponen cuando terminan los oficios, y el monje va detallando cada una de ellas. Solo reconocía la del cinturón de la Virgen porque la había visto en fotografías.
  Después, recorrer los pasillos del Katholicón para besar los iconos de la Theotokos, y sentir una liturgia llena de misterio en la que todo seguía un ritual con las velas subiendo o bajando con un sistema de poleas colgadas del techo, el monje irrumpiendo con el incensario y el sacerdote saliendo del iconostasio en los momentos establecidos por la ortodoxia mientras se celebra la misa.
El 11 de septiembre abandoné Vatopedi sin poder despedirme de Constantin porque los oficios se prologaron demasiado tal vez por la presencia del abad y llegué a la arsana justo a tiempo para embarcarme rumbo a Iviron.



  En Iviron percibes una paz mucho más acentuada que en Vatopedi. El monasterio es el tercero en la jerarquía de Athos, el número de monjes es sensiblemente inferior al del segundo en la jerarquía, los oficios tienen una menor duración y el aspecto del cenobio transmite la sensación de permanecer en el tiempo sin apenas reformas salvo las precisas para la conservación del mismo. Los monjes se dan más al peregrino y puedes hablar con ellos en los espacios comunes. El monje hospitalero me preguntó de qué zona de España era, y le respondí que de una ciudad cercana a Madrid (Puertollano), algo que le produjo satisfacción (el recelo a los catalanes se mantiene), y me respondió en perfecto español:
   -Castellano, muy bien, no eres catalán-
  En Iviron conocí a otro amigo griego que iba en un grupo organizado de cuatro varones. El 12 por la mañana le pregunté que si sabía desde donde se podría coger el transporte para Karyés (tenía que abandonar Athos vía Karyés Dafni y coger el ferry a Ouranopolis) y me dijo que la parada de recogida era la arsana y que el servicio de taxis telefoneaba a los monjes para hacer una estimación de pasajeros, pero que no había hora establecida. 
  Quiso nuevamente la Virgen acompañarme, y mientras hablábamos mi amigo y yo, un compañero del grupo al ver a un trabajador de la zona subido a un vehículo le preguntó que si se dirigía a Karyés y que si nos podía llevar. El conductor acordó con nosotros el precio de 2.5 euros por persona, y nuevamente se me quitó la presión de imaginar un escenario en el que no llegara a tiempo a Dafni para coger el último ferry de las 14 horas.
  En Karyés apenas tuve tiempo de tomar un café con los amigos griegos, porque de inmediato organizaron con el transportista el viaje con todo el pasaje completo para Dafni. Y en Dafni, mi amigo griego también me dijo que llegábamos a tiempo para coger una embarcación rápida y que me pusiera en la cola porque en dicha embarcación, todos los pasajeros tenían obligatoriamente que tener asiento. 
     El encargado de venderme el billete hablaba español, y me trató con amabilidad y ganas de practicar. Lo hablaba con fluidez y me dio las ultimas indicaciones pertinentes.
  La sensación en el barco de haber vivido una experiencia inefable me llevó con mis pensamientos a la determinación de devolver a Athos una mínima parte de lo que me había dado, exactamente igual que hice con el Camino de Santiago. Y en ello estamos...
  Nada más desembarcar en Ouranopolis, tras la foto con mi amigo griego, el daguerrotipo fue  ver a una mujer guapa y escultural en bikini caminando por la zona turística y de restaurantes que hay junto al muelle de embarque. Era el contraste de dos mundos en una foto que no tomé obviamente, pero que como Hume a Kant, me hizo despertar del misterio vivido.



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