Pese a la globalización que en última instancia más allá de críticas en favor o en contra obliteran y fagocitan las culturas locales, y de la Mcdonalización de la cultura y de la sociedad, perviven oficios y artesanos ajenos a las tiendas del todo a cien, los centros comerciales y las marcas. En Puertollano, Rafael es el último hojalatero heredero de la tradición familiar de elaboración de objetos de la vida cotidiana de nuestros antepasados, cuyo producto estrella e icono es el jarro de agua de agria.
Mantiene abierto el taller en la calle Soledad a escasos metros de la tienda Casa Colado con la resignación de sentir que con él desaparecerá la tradición y con el entusiasmo de ofrecer su artesanía como suvenir de nuestros recuerdos ligados a la infancia.
La chapa de hierro o acero cubierta con estaño conocida como hojalata se produce por primera vez en Baviera en el siglo XIV. Nació de la necesidad de fabricar artículos para el hogar y ha marcado el devenir de nuestras necesidades sociales y culturales durante muchos años hasta que la irrupción del plástico, el aluminio y el teflón y su producción industrial han relegado el oficio a la extinción. Candelabros, quinqués, faroles, cubos, regaderas, moldes para elaborar dulces y buñuelos de flor en Semana Santa, nos transportan a una época con sabores, y olores tradicionales y noches a la luz del candil. ¡Y cómo no, nuestro jarro de agua en la Fuente Agria potenciando su sabor y la intensidad de su gas natural!
Según Milan Kundera, nuestra época está obsesionada por el deseo de olvidar, y para realizar tal deseo se abandona al demonio de la velocidad porque no aspira a ser recordada y está disgustada consigo misma. La memoria está en la amígdala y en el cerebro límbico y apetece de emociones para recordar, por eso ese jarro de agua agria fresca que bebíamos en las tardes y noches de verano permanece en nosotros al igual que el sabor de las flores con el molde de hojalata que comíamos en Semana Santa.
La lentitud de Rafael trabajando es un antídoto contra el estrés psicológico, auténtica plaga de nuestro tiempo, es como ese juguete de hojalata que hoy solo se vende en tiendas on line vintage pintado a mano con esmero y es también nuestra magdalena proustiana particular cuando pasamos por el taller y vemos los jarros de agua agria que desde hace tiempo ya no se ubican en la Fuente por desidia municipal. ¡Gracias Rafael!
Mantiene abierto el taller en la calle Soledad a escasos metros de la tienda Casa Colado con la resignación de sentir que con él desaparecerá la tradición y con el entusiasmo de ofrecer su artesanía como suvenir de nuestros recuerdos ligados a la infancia.
La chapa de hierro o acero cubierta con estaño conocida como hojalata se produce por primera vez en Baviera en el siglo XIV. Nació de la necesidad de fabricar artículos para el hogar y ha marcado el devenir de nuestras necesidades sociales y culturales durante muchos años hasta que la irrupción del plástico, el aluminio y el teflón y su producción industrial han relegado el oficio a la extinción. Candelabros, quinqués, faroles, cubos, regaderas, moldes para elaborar dulces y buñuelos de flor en Semana Santa, nos transportan a una época con sabores, y olores tradicionales y noches a la luz del candil. ¡Y cómo no, nuestro jarro de agua en la Fuente Agria potenciando su sabor y la intensidad de su gas natural!
Según Milan Kundera, nuestra época está obsesionada por el deseo de olvidar, y para realizar tal deseo se abandona al demonio de la velocidad porque no aspira a ser recordada y está disgustada consigo misma. La memoria está en la amígdala y en el cerebro límbico y apetece de emociones para recordar, por eso ese jarro de agua agria fresca que bebíamos en las tardes y noches de verano permanece en nosotros al igual que el sabor de las flores con el molde de hojalata que comíamos en Semana Santa.
La lentitud de Rafael trabajando es un antídoto contra el estrés psicológico, auténtica plaga de nuestro tiempo, es como ese juguete de hojalata que hoy solo se vende en tiendas on line vintage pintado a mano con esmero y es también nuestra magdalena proustiana particular cuando pasamos por el taller y vemos los jarros de agua agria que desde hace tiempo ya no se ubican en la Fuente por desidia municipal. ¡Gracias Rafael!