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lunes, 28 de noviembre de 2016

El tren del wolframio y la casa de los diablos


                                                     Fuente Fotografía.
   
  Afirmaba Ortega y Gasset, que en España, lo que no ha hecho el pueblo, no lo ha hecho nadie. La picaresca es nuestra respuesta biológica y cultural a la adversidad, es decir, la forma de buscarse la vida para superar las miserias recurriendo a la astucia y al sentido común de Sancho Panza, nuestro antihéroe cargado de realismo, frente al ideal caballeresco del Quijote. Recordemos que el Quijote es la primera novela de la historia que crea personajes de ficción literaria y por ello, la literatura y nuestra forma de vida son la aportación fundamental del pensamiento español a la filosofía.
 El pueblo de Campanario (Badajoz -España-) y sus gentes, nos aportan dos ejemplos paradigmáticos de la sentencia orteguiana, que dan nombre al título de este artículo. Vaya pues mi pequeño tributo por delante y el cariño a mi familia paterna, campanaria y jornaza.
                                                     Fuente de la Foto.
   En los años cuarenta, la España franquista violó la prohibición internacional de comercio con la Alemania de Hitler suministrando wolframio (también llamado tungsteno) usado para blindar la punta de los proyectiles antitanque y aumentar su poder de destrucción. Se trata del elemento con el punto de fusión más elevado de la naturaleza y en la contienda mundial hubo una gran demanda, por lo que comenzó a escasear. La industria alemana perdió el suministro chino en 1941 al declarar la guerra a Japón y ser este país, un aliado del nazismo.
  En la península ibérica los mayores yacimientos se encuentran en Portugal, Galicia y Extremadura. No se plantean aquí argumentos éticos ni bélicos conjeturando si el ejército nazi hubiese podido perder antes la guerra sin el envío de los trenes con cargamento de wolframio. Se trata solo de evocar unos años durísimos y de cómo enlazando con nuestra más pura tradición se sobrevivió entre hambrunas y miseria.
  En Campanario se explotaron yacimientos de wolframio de la mina de La Rosita para su envío a la Alemania nazi. Entre la empresa concesionaria y los mineros que extraían el goflan como lo denominaban coloquialmente a dicho mineral, se desarrolló una estrategia de juego y mirada de perfil que consistió en una especie de paga de beneficios o reparto de dividendos para compensar los salarios insuficientes con los que eran remunerados. El estraperlo se convirtió en el mejor guión de una película que estoy seguro de que hubiese filmado Berlanga.
  El minero ocultaba una parte de la extracción del mineral con el objeto de venderlo al estraperlista, quien a su vez lo revendía a la propia empresa adjudicataria. Obviamente, ello suponía la connivencia de los guardias a los que se les sobornaba con lo mejor de la despensa extremeña: jamones, quesos, vino y aceite. Anécdotas, peligro ante posibles delaciones, habilidad para mantener la inacción de los vigilantes y un toque de heroísmo jalonaron las vidas de esta generación de españoles.

  Enlazando con el hilo argumental, y en un esfuerzo por trascender la moral colectiva, se celebra cada verano con éxito en Campanario, la representación vecinal de la obra de teatro Estupro en la casa de los diablos. Recuperando un episodio acaecido en 1623 sobre el juicio en contra del entonces alcalde de Villanueva de la Serena, por el presunto estupro sobre una menor, hija de la regente del mesón conocido como la casa de los diablos, del que quedó absuelto, cobra especial relevancia el papel de Dieguito el tonto, antihéroe que frente al drama de honor calderoniano de El alcalde de Zalamea (población ubicada al igual que Campanario en la comarca extremeña de La Serena) se erige en conciencia del pueblo no enfrentando el poder al honor, sino enfrentando la razón al tribunal de la irracionalidad y de los pre-juicios como un nuevo Sócrates de nuestro tiempo.
  El juicio mediático queda redimido por la voz de la conciencia socrática, que con un puro ejercicio de mayeútica, demuestra que la acusación fue una artimaña urdida por la mesonera por venganza y despecho al no ser correspondido su amor por el alcalde.
 Picaresca para superar la adversidad y filosofía socrática; adaptación de la cultura a la supervivencia y crítica pura del conocimiento que pre-juzga; eticidad de las costumbres redimida por los ideales nobles de otro loco quijotesco, y lucha social por sueldos dignos. Frente a Marx, los mineros de Campanario; frente a Kant, Dieguito.