“-Hola, dije en español, con la misma timidez que experimentaba siempre que era presentado con alguien. Debes estar esperándome. Me llamo Paulo.
El
hombre dejó de esculcar en su mochila y me miró de arriba abajo. Su
mirada era fría y no pareció sorprendido por mi llegada. Yo también
tuve la vaga sensación de que lo conocía.
-Sí, estaba esperándote, pero no
sabía que te encontraría tan pronto. ¿Qué quieres?
Me
desconcerté un poco con la pregunta y respondí que yo era quien él
guiaría por la Vía Láctea en busca de la espada.
-No
es necesario -dijo el hombre-.Si tú quieres, yo puedo encontrarla
para ti, pero tienes que decidirlo ahora.
Cada vez me parecía más extraña
aquella conversación con el desconocido. Mientras tanto, como había
jurado obediencia, me preparaba para responder. Si él podía
encontrar la espada para mí, me ahorraría un tiempo enorme y podría
volver luego a atender a las personas y los asuntos dejados en
Brasil, que no se apartaban de mi mente. También podría tratarse de
un truco, pero no habría ningún mal en responder.
Resolví decir que sí y de repente,
detrás de mí, oí una voz que hablaba en español, con un acento
marcadísimo:
-No es necesario subir una montaña
para saber si es alta. ¡Era la
contraseña!”
-Paulo
Coelho- El Peregrino- Diario de un mago-.
La pretensión de conocer la esencia
del Camino de Santiago, su mística, su esfuerzo, sus vivencias, su
espiritualidad...leyendo sus best
sellers, es la misma que
pretender conocer el Everest con un atlas de geografía.
No es
mi intención hacer una crítica de dichas publicaciones, muchas de
ellas han contribuido al aumento de la peregrinación como fenómeno
de masas, y en todo caso, las guías
son indispensables para planificar tu camino, pero
identificar el Camino con un libro de autoayuda,
o sintetizarlo en aforismos de éxito como: “El barco está más
seguro cuando está en el puerto, pero no es para eso que se
construyeron los barcos”, de Paulo Coelho es como desear tener
sexo tántrico en cinco minutos.
El
Camino de Santiago es la búsqueda de un yo renovado,
de su interiorización y de la salida al encuentro de la felicidad
que es un misterio y como tal se nos des-vela
y no se nos revela, y
exige un esfuerzo personal muy alejado de “la ilusión de que la
angustia se va a resolver rápido, aunque sea algo muy
complejo”-Enrique Novelli- El manual de autoayuda termina
siendo un lexatin que
identifica la felicidad con el placer.
“Puedes
programar tu mente para aumentar tu autoestima y ser feliz. Es un
entrenamiento de solo cinco minutos diarios y por Internet. Con
ejercicios simples, la mente aprende a defender la felicidad y no el
sufrimiento”, afirma Leonardo
Stemberg,
autor de numerosos ensayos de autoayuda. Pero
ese camino lleva a la concepción de la felicidad no como un misterio
de la vida, sino como un mero ejercicio donde si no tienes
musculatura no aguantas y te hundes en la angustia.
En otras
palabras, vivimos en la modernidad líquida que
preconizara Bauman, donde la
identidad personal busca la autorrealización, pero está abocada a
una constante inconclusión porque carece de un telos
(fin, propósito, objetivo, tendencia) en la modernidad
tardía. El devorador de
manuales de autoayuda
busca el recipiente adecuado en el que dar forma a su estado líquido,
despreocupándose de lo sólido, de la roca
en la que se han de convertir nuestros principios. Relativismo,
buenismo y pensamiento Alicia, son nuestras señas de identidad,
validas para conservarse en el frigorífico,
pero no aptas para una vida sin
ambiente protector.
¿Por qué nos
gusta el Camino? Porque tiene esa poderosa capacidad para hacernos
vivir las cosas que nos gusta vivir, porque “la
riqueza interior resulta de los conflictos que se tienen con uno
mismo”-Ciorán- y no de esa huida que prescriben los libros
de autoayuda. “¿Por qué débiles corazones, querer sacarme mi
elemento de fuego a mí que solo puedo vivir en el combate? Son
siempre las palabras impacientes quienes precipitan a los mortales y
les impiden gozar del maduro instante de la perfección”-Hölderlin-.
Es muy
sencillo, al Camino, no le hagas trampas, vívelo con
intensidad y deja lo que te sobre y coge lo que necesites.
¿Anhelas lo
infinito? Ve tras lo finito en todas las direcciones, sentenció
Goethe. Persigue al Camino en todas sus dimensiones. A diferencia de
la literatura, no se trata de evadirse ni de una mera recreación
estética en los tiempos en los que Hegel mató al arte, sino
de una renovación interior, de un viaje con dolor para conocer tu
cuerpo, de soledad para conocer tu alma, y de acercamiento al Otro
sin miedo desde la fraternidad e igualdad entre peregrinos para posibilitar aunque solo sea por unos días, la única utopía posible del ser humano.
Los libros sobre el Camino, no son el Camino, son fuentes de información, de pasatiempo, de recreación histórica, etc. pero no representan la esencia del Camino. “Y mira que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente”-Cortázar-. Esos libros te llevan a una relación con el Camino como con la Maga de Rayuela: “Como si fuera una mujer que te pasa su mano fina y transparente por los muslos, retardando la caricia que te arranca por un rato a esa vigilancia en pleno vacío. Demasiado tarde siempre porque aunque le hagas muchas veces el amor, percibes que la felicidad tiene que ser otra cosa, algo quizá más triste que esa paz y ese placer, un aire como de unicornio o isla, una caída interminable en la inmovilidad”.
Los libros sobre el Camino, no son el Camino, son fuentes de información, de pasatiempo, de recreación histórica, etc. pero no representan la esencia del Camino. “Y mira que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente”-Cortázar-. Esos libros te llevan a una relación con el Camino como con la Maga de Rayuela: “Como si fuera una mujer que te pasa su mano fina y transparente por los muslos, retardando la caricia que te arranca por un rato a esa vigilancia en pleno vacío. Demasiado tarde siempre porque aunque le hagas muchas veces el amor, percibes que la felicidad tiene que ser otra cosa, algo quizá más triste que esa paz y ese placer, un aire como de unicornio o isla, una caída interminable en la inmovilidad”.
El
Camino hay que vivirlo, prefiero el relato de la experiencia del
hospitalero
que
te anima a que Sigas
Caminando, a que compartas tu alma, tus sentimientos, tus
experiencias y también tus miedos, a mil manuales gnósticos,
novelas, recreaciones históricas y a gurús
que ni siquiera terminaron el Camino.
Donde
la filosofía no llega, ni el lenguaje alcanza a definir, solo
tenemos dos opciones: o poesía o vivir
la emoción. Los
libros sobre el Camino de Santiago, salvo excepciones, ni son poesía
ni consiguen que vivas
la emoción. No
encontraremos a una Regenta
o a Madame Bovary
ambientadas en el Camino, ni la inspiración para Neruda, Benedetti o
Machado, porque “Se equivocó la paloma. Se equivocaba. Por ir al
Norte fue al Sur”-Alberti-y perdió
la senda de la flecha.
El
Camino es mucho más que una historia de amor, más que un caminar,
más que un sentir, es la suma de las huellas que han dejado millones
de peregrinos por donde pisamos, y eso, no hay libro capaz de
narrarlo.
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