En
1472 Iván el Grande se convirtió en el gran príncipe de
Moscú y gran príncipe de toda Rusia. Se casó
con la sobrina del último emperador de bizancio, adoptó como
símbolo el águila bicéfala y el tratamiento de zar que venía a
ser una especie de nuevo César imperial romano. La primera Roma
había caído ante los bárbaros; la segunda Roma, Constantinopla
había caído en manos de los turcos otomanos en 1453. La Iglesia
Ortodoxa de Rusia ansiaba convertirse en la tercera Roma, pero aunque
los orígenes de la ortodoxia rusa estaban en Bizancio, el mandato
de los zares y la religiosidad del pueblo ruso impregnaron su
carácter tan peculiar. Iván el Terrible ubicó la catedral de
San Basilio en el centro de Moscú en 1552 y la convirtió en el
centro de su Imperio.
Los
Skoptsy, eunucos o castrados, fueron una secta cristiana
fundada en 1770 por Kondraty Selivanov un campesino de Orel en la
Rusia de los zares. Había leído una Biblia traducida al ruso y
confundió unas palabras, donde se leía Jesús el Redentor,
interpretó Jesús el castrador. Para
ellos el pecado original no consistió en la tentación de la
serpiente de hacerse conocedores del bien y del mal comiendo del
árbol prohibido Eritis sicut dii scientes bonum et malum,
sino en las relaciones sexuales.
A diferencia de San Agustín y su obsesión por lo pecaminoso del
sexo, el pecado original no se transmitía por el sexo sino que el
sexo mismo fue el origen del pecado. Sea como fuere, la confusión de
Jesús Redentor por
Jesús castrador, les
llevó por los caminos de la pureza absoluta castrando penes y
practicando la ablación del clítoris y la amputación de mamas.
Nuestros
líderes políticos han leído la Constitución, pero en la lectura
de su artículo 6, donde se afirma que los partidos políticos
tendrán una estructura interna y funcionamiento democráticos, han
interpretado dedocráticos.
La castración
que propugnan es la dictadura de la brigada
del aplauso
a sus votantes, simpatizantes y afiliados a quienes se les exige una
fidelidad acendrada. El problema es que la castración trae consigo
la caída de la natalidad, la negación del placer y del entusiasmo,
y la caída de votantes.
El
Rey se ha cansado de deshojar la margarita de Rajoy
y ha propuesto a
Pedro Sánchez para que trate de formar gobierno.
Las cuentas le
saldrán si acepta una gran coalición de perdedores con partidos que
no nos quieren libres e iguales.
Uno pretende la repetición de elecciones para ver si nos entra el
miedo colectivo y votamos
contra los podemitas comunistas
haciéndonos querer por su altura
de miras y tantos sacrificios
por toda una vida sin bajarse del coche oficial y hundiendo a la
derecha; y otro quiere su oportunidad sabiendo que no tendrá otra.
Lo
único que nos puede salvar a la mayoría absolutérrima de españoles
que defendemos la Nación y las libertades, es que se practique la
amputación de
dedos para
que los diputados voten en conciencia y propicien la caída de los
ungidos
por dedos poco divinos formando un gobierno si
o si
de PP, PSOE y Ciudadanos para hacer frente a los secesionistas y
consolidar la buena marcha de la economía.
Y
puesto que somos el país de la Ley de la Memoria
Histórica, dediquemos
un capítulo como hiciera Tito Livio en su Historia
de Roma con
la primera ucronía conocida imaginando qué hubiese ocurrido si
Alejandro Magno hubiese iniciado sus conquistas hacia el occidente en
lugar de hacia el oriente. A ver, imaginemos una España sin Rajoy ni
Sánchez, y a estas alturas tendríamos un pacto de gobierno
constitucional y estable con un Presidente de consenso. Una sociedad
anestesiada que ya no mira el pasado glorioso de la Nación comenzó
el 20D la tarea de sustituir a sus zares
por
reyezuelos de
taifas en
busca de la nueva
Roma
con su Bruto particular para que asesine a César como representante
de los españoles libres e iguales.