“Toda
persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia
en el territorio de un Estado”.- Art. 13 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
Esta
foto contiene la lista de las 17306 personas que murieron en el
Mediterráneo y sirvió de alfombra en el pasillo del Parlamento
Europeo para concienciar a los diputados. Imposible no sentir dolor,
imposible no sentir impotencia.
“Lo
capcioso de las preguntas y lo embarazoso de las respuestas viene de
que en su formulación empleamos conceptos a la vez excesivamente
vagos y excesivamente cargados de valoración y emotividad. Yo no sé
que es la normalidad sexual, el derecho a la vida, la verdad o el
bien, sin más. En principio parecen apuntar hacia algo positivo y
valioso; por eso no puedo decir que estoy en contra. Pero pueden
precisarse de muchas maneras distintas (...) Si el bien es lo que hay
que hacer y el mal es lo que hay que evitar, poco nos costará estar
de acuerdo con los filósofos medievales en que bonum
est faciendum y
malum
est vitandum.
Y si seguimos la desencomilladora concepción tarksiana de la verdad,
decir que algo es verdad equivale a repetirlo, entonces difícilmente
estaremos en contra de decir que lo que decimos es verdad, es decir,
lo que de todos modos decimos.
Esta
estrategia inmunizadora elimina el desasosiego y confusión que nos
producían las preguntas iniciales, pero también les priva de todo
interés o sentido”.-Jesús Mosterín-. Si el gobierno sometiera a
referéndum el drama humano de la inmigración sin control, o la
violencia política por ejemplo, la pregunta de qué
queremos que hagamos,
estoy seguro de que ningún gobierno sabría qué hacer con tan
unánime resultado. En otras palabras, todos estamos de acuerdo en
que la sociedad debería estar bien organizada, con seguridad
jurídica, protección física y libertades, pero discrepamos
precisamente acerca de en qué consista la organización justa de la
sociedad y máxime cuando el debate político introduce la ideología
y la demagogia.
La
noción de racismo tiene dos vertientes: una seudocientífica y otra
discriminatoria. El etnocentrismo y la soberbia intelectual
condujeron a teorías de supremacía de unas razas sobre otras
basándose en estadios diferenciados de desarrollo en la evolución
de las instituciones y de las sociedades. A partir del siglo XIX con
la expansión del colonialismo por todo el mundo, se buscaron
fundamentos sin rigor investigatorio en la biología, para justificar
la superioridad del europeo y justificar la necesidad de que el resto
de los humanos fueran gobernados por aquellos. De igual forma, los
descubrimientos en lingüística parecían deducir que debió haber
un lenguaje primigenio común al que se denominó ário, origen y
fuente de todos los pueblos europeos.
Recalquemos
el hecho de que si bien a lo largo de la historia, se han dado
fenómenos de rechazo y de segregación entre los pueblos, el
racismo, entendido como pensamiento vinculado a teorías falsadas por
la ciencia y la antropología, es un concepto moderno.
El
relato bíblico del Génesis nos describe en el capítulo 10 de dónde
provienen las diferentes razas humanas como procreación y
descendencia de los hijos de Noé que se salvan del diluvio. De Sem,
árabes y judíos; de Cam, negros, y de Jafet, blancos. Tras la
maldición de Noé sobre Canaán (hijo de Cam), sus descendientes
toman la condición de esclavos.
El
fenómeno de la esclavitud y la estratificación de la sociedad
estaba consolidado en todos los pueblos de la antigüedad, pero
respondía a mecanismos de poder y control y en ningún caso suponían
el paradigma de teoría científica alguna. Es decir, se trataba de
una estrategia social de marginación, sin pretensión alguna de
fundamentación basada en investigaciones ad hoc.
La
xenofobia a diferencia del racismo, no responde a
conclusiones derivadas de teorías en busca de superioridad genética,
intelectual, social, color de la piel, cánon de belleza, o
morfología corporal; la xenofobia es puramente visceral. La
Real Academia Española de la Lengua, la define como: “odio,
repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros”. Es decir no emana
de pretensión alguna de supremacía racial, sino con sentimientos de
rechazo. Converge con el racismo en la generación de estrategias
para otorgar estatus diferenciados en las personas.
La
Unesco en su declaración contra el racismo y los prejuicios
raciales, afirmó como punto esencial que: “todos los hombres que
viven en nuestro tiempo pertenecen a la misma especie y descienden
del mismo tronco”. Las democracias formales han establecido
mecanismos que impiden la discriminación, y por otra parte, el
fenómeno global de las migraciones humanas, han generado el
paradigma de lo políticamente correcto y éticamente deseable:
tolerancia cero contra la marginación por razón de raza, sexo o
religión.
Ahora
bien, como el puzzle queda incompleto, Adela Cortina introduce el
término de aporofobia para designar a quienes conviven entre
nosotros sin recursos algunos. “El problema no es de raza ni de
extranjería: es de pobreza. Por eso hay algunos racistas y
xenófobos, pero aporófobos, casi todos” (Adela Cortina). Esa es
la clave: la pervivencia de miedos, fobias y rechazos hacia quienes
no pueden integrarse ni vivir como nosotros.
El
lema actual que define nuestras relaciones sociales, es el de no
en la puerta de mi casa. Respeto y tolerancia hacia
comunidades marginales cualesquiera que sea su causa: delincuencia,
enfermedad, extranjería, toxicomanía, prostitución o pobreza,
dentro del paraguas conceptual dominante y oficial, siempre y cuando
vivan lejos de mi barrio.
Ese
no en la puerta de mi casa, lo extendemos igualmente a
la oposición a que se construyan determinadas instalaciones
industriales como centrales nucleares, o a que se abran
centros de desintoxicación, albergues municipales para los más
desfavorecidos o dependencias para rehabilitar a personas
excarceladas.
Parafraseando
a Ortega, vivimos en una sociedad en constante desmoralización en la
que hemos dejado de tener altura de miras y ánimo vigoroso para
avanzar hacia metas valiosas asumiendo el riesgo de pegarnos el
coscorrón. Si el coste de resocializar a drogadictos por ejemplo,
es que la entidad que los acoja se instale en mi distrito, es mejor
que sigan marginados y habiten en manzanas alejadas.
El lado oscuro de la Ilustración que acogió la teoría de
superioridad racial ha quedado completamente invalidada, pero no podemos
afirmar que su vertiente discriminatoria haya sido eliminada: ha
mutado en aporofobia.
Racista
y xenófobo son términos con los que casi nadie se identifica.
Aporófobos, como afirma Adela Cortina, somos casi todos.
Si
la aporofobia es miedo a quien convive con nosotros sin recursos para
integrarse, en España además está surgiendo una nueva fobia:
caliginefobia
que se aplica al miedo a las mujeres
hermosas.
La paradoja es que la violencia política anti
fascista
se ha instalado en la agresión física o verbal contra las personas
que conviven perfectamente integradas pero que tienen la costumbre de
ir aseadas, tener criterio propio y defender la Nación española.
La
respuesta unánime de la clase política solidarizándose con Imma
Sequí dirigente de VOX en
Cuenca por la brutal paliza sufrida en la puerta de su domicilio,
no deja de ser una respuesta al tipo de preguntas que formulábamos,
y que sin embargo, los dirigentes no saben qué hacer, al igual que
con el drama de los migrantes. Palabras gastadas y oportunismo.
En
Psicoanálisis del chiste, Ismail
Yildiz sostiene que: “los chistes cínicos son los que encubren una
agresión contra instituciones, personas representativas de las
mismas, preceptos morales o religiosos, ideas, etc.,que por gozar de
elevada consideración, solo bajo la máscara del chiste nos animamos
a atacar”. Detrás de las sentencias judiciales sobre los escraches
y
de programas de televisión donde se ridiculiza constantemente a un
determinado perfil de ciudadano, hay toda una permisividad que nos ha
llevado a una sociedad
enferma.
Solidaridad
en favor de la inmigración
ilegal
pero sin saber qué hacer en materia de sanidad, trabajo, alojamiento
y demás servicios; y solidaridad con las víctimas de la violencia
política,
pero sin saber qué hacer con el fenómeno más allá de castigar
penalmente a los agresores.
Hagamos
un referéndum para estas cuestiones, pero dado que la respuesta será
unánime, en la papeleta depositada en la urna, que cada ciudadano aporte soluciones. Por ejemplo, solidaridad con la inmigración, pero
sin demagogia porque solo las sociedades que traten el fenómeno sin
retóricas políticas, seguirán viviendo en libertad (la Historia
así lo demuestra); y juicio público a las estrellas mediáticas y programas televisivos
excesivamente graciosos que enmascaran una provocación contra organizaciones y creencias y que estoy seguro de que todas las personas con capacidad crítica tienen en mente.