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lunes, 8 de diciembre de 2025

Entre flechas amarillas: La ortodoxia después de la toma de Constantinopla....

Entre flechas amarillas: La ortodoxia después de la toma de Constantinopla....:     Tras la caída de Constantinopla en 1453, la Ortodoxia no desapareció,  se replegó y encontró un nuevo hogar.  Moscú comenzó a concebirse...

La ortodoxia después de la toma de Constantinopla. Rusia como la tercera Roma

 

  Tras la caída de Constantinopla en 1453, la Ortodoxia no desapareció,  se replegó y encontró un nuevo hogar.  Moscú comenzó a concebirse a sí misma como heredera de Bizancio, la Tercera Roma, llamada a custodiar la fe y sostener la llama que parecía destinada a extinguirse, superando con el tiempo a la nueva amenaza surgida con la llegada del comunismo.


  Tras el asedio de Constantinopla iniciado el 6 de abril de 1453, el 29 de mayo los turcos irrumpen en Santa Sofía y el Sultán Mehmed II -El Conquistador- ordena que los rezos musulmanes se cantasen desde el gran púlpito de Santa Sofía convirtiéndola en una mezquita, haciendo de Constantinopla la nueva capital del imperio otomano.

  El último emperador bizantino Constantino XI había solicitado ayuda a occidente pero ésta fue escasa y tardía, Estuvo compuesta por mercenarios y voluntarios y una mínima dotación de 200 soldados enviados por el papa. Las divisiones internas de los reinos y la falta de unión entre la Iglesia católica y la ortodoxa, pese a los esfuerzos de unificación, contribuyeron a que Constantinopla quedara abandonada a su suerte y debelada en favor del Islam.

 Todos los bastiones enclavados en la ortodoxia bizantina: Alejandría, Jerusalén, Antioquía y Constantinopla quedaron sometidos en la órbita musulmana. Solo Roma permaneció cristiana entre la Pentarquía, pero no era ortodoxa. A mediados del siglo XV todo apuntaba a que la ortodoxia quedaría reducida a pequeñas áreas geográficas y al ámbito privado como las antiguas iglesias del norte de África.

  Pero sucedió que el trabajo de Cirilo y Metodio llevaba 500 años germinans germinabit expansionando la ortodoxia desde la otrora Gran Moravia hacia  pueblos, tierras y gentes de costumbres muy diferentes. Y de esta forma, el centro se propagó desde Kiev hacia Moscú dando forma a la identidad rusa. Como otrora los Padres del desierto, la fe la predicaban ermitaños errantes y hombres santos, y poco a poco fueron apareciendo monasterios que junto al ejemplo de vida de estos hombres sencillos hizo prender la fe en sus gentes.

  Esta naciente religión del pueblo se anudó al ascenso del también naciente imperio ruso, y sus gobernantes vieron en ella la posibilidad de expandir y controlar el territorio articulándose a modo de triángulo entre el zar, el clero y los fieles devotos. Moscú se perfiló como la heredera de Bizancio, y en 1472 el Gran Príncipe Iván III se casa con la sobrina del último emperador Sofía Paleólogo, adopta el águila bizantina de dos cabezas como símbolo y se autoproclama Zar, el nuevo César Imperial de la Tercera Roma.

  La primera Roma había caído ante los bárbaros en el 476, la segunda Roma, Constantinopla estaba en poder del Islam desde 1453, y Rusia se perfilaba como la tercera Roma de la mano de la Iglesia Ortodoxa terminando por recibir su propio Patriarcado en Moscú en 1589 reconociendo el sínodo de obispos a la Iglesia Ortodoxa Rusa, su condición de autocéfala.

  La ortodoxia tuvo su centro en Constantinopla, pero la irrupción de los zares y la intensidad con la que vivía la fe el pueblo, impregnó a la Iglesia de un marcado carácter ruso como se puede apreciar en las cúpulas de cebolla de los templos que bien pueden simbolizar una especie de vela encendida hacia el cielo al mismo tiempo que evitan que la nieve se acumule en las cúpulas,  el uso del eslavo eclesiástico y del crucifijo considerado objeto litúrgico y símbolo teológico de la Pasión y Redención de Cristo.
 La catedral más famosa e icono ruso por antonomasia, es la de San Basilio mandada a construir por Ivan el Terrible en 1555 para conmemorar la victoria sobre los tártaros de religión islámica. Si Justiniano construyó La Divina Sabiduría -Santa Sofía- como centro de Bizancio, y había caído en manos del imperio otomano, la ortodoxia florecía de nuevo con otra catedral en el centro de Moscú, en la Plaza Roja, como centro del imperio de la tercera Roma.
  Iván es coronado Gran Príncipe de Moscú a los 16 años y fue el primero en usar el título de zar en 1547. Su proyecto fue crear una Rusia Santa con él en el centro de la nueva Constantinopla representando a Cristo en el territorio ortodoxo. Ordenó la construcción de iglesias y dispuso que los iconos debían pintarse con gran preocupación por lo sagrado, pero su reinado lo devaluó  la tiranía.
  Un hombre santo, ermitaño, peculiar, con toques de locura, San Basilio dio nombre a la catedral. Se atrevió a cuestionar al zar en plena Cuaresma al ponerle un pedazo de carne en sus manos diciéndole que no tenía sentido que ayunara después de haber cometido tantos crímenes. Su modo de vida entroncaba con la tradición eremítica heredada viviendo en la caridad, con desprecio de su cuerpo y como una forma de ser partícipe en la Pasión de Cristo, lo que le permitió ser una figura carismática y atraer la devoción del pueblo. El zar salió humillado y el santo triunfante demostró que la fe de los rusos había arraigado tanto, que a pesar de la crueldad, se mantendrían fieles en la ortodoxia.
  Un siglo después Alejo I de Rusia y el Patriarca Nikon quisieron reformar los cánones de la liturgia ortodoxa rusa para acercarlos a la liturgia bizantina defendiendo una mayor separación entre Iglesia y Estado, provocando un cisma que denominó  a sus oponentes como los viejos creyentes los cuales fueron perseguidos y diezmados. El clero en la tradición bizantina hacía la señal de la cruz utilizando tres dedos para simbolizar a la Trinidad, pero los disidentes siguieron utilizando dos dedos para simbolizar las dos naturalezas de Cristo, prohibiendo rasurarse la barba y el consumo de alcohol. El Concilio de la Iglesia Ortodoxa Rusa de 1971 legalizó a esta secta y declaró nulas ciertas prohibiciones adoptadas contra los viejos creyentes en los concilios de 1656 y 1667.
  La iglesia imperial continuó sirviendo a los zares, pero entre el poder de éstos, la nobleza y el pueblo, la iglesia se había consolidado como una fuerza con pretensión de dar respuesta a la pregunta: ¿Quién es el verdadero representante de Dios en la tierra, el zar o el patriarca? En 1689 Pedro el Grande vio al cristianismo como la herramienta perfecta para occidentalizar a Rusia y modernizarla y para asegurar la sumisión de la iglesia y evitar que interviniera en la política del Estado, sustituyó al patriarcado por un sínodo presidido por el propio zar.
 En el siglo XIX la Iglesia ortodoxa pese haber perdido su capacidad de decisión, renació con fuerza, aumentaron los monasterios y los templos se llenaban de devotos. Gracias a este golpe de mano zarista había conseguido sobrevivir a 1300 años de vaivenes provocados por Roma, la invasión del Islam y la toma de Constantinopla por los turcos.
  Con la Primera Guerra Mundial y la revolución soviética llegó la siguiente amenaza. En 1917 el zar Nicolás II fue obligado a abdicar. En Moscú eligieron al primer Patriarca desde Pedro el Grande, pero en octubre, Lenin y el partido bolchevique se hicieron con el control del poder y se instauró la dictadura del proletariado con poder en toda Rusia, y en este nuevo orden, no había lugar para Dios ni la ortodoxia. El comunismo veía a la religión como el opio del pueblo y un obstáculo a la revolución marxista, y Lenin pretendió forzar al ateísmo al pueblo. Stalin llevó a la ortodoxia al borde de la extinción y en 1931 destruyó hasta los cimientos con explosivos, la catedral de Cristo Salvador en Moscú para construir el Palacio de los Soviets que no llegó a materializarse. Se produjo una reedición iconoclasta con la destrucción masiva de iconos. 
  Pese a todo, la ortodoxia sobrevivió con unos pocos centenares de sacerdotes y cuatro obispos fuera de prisión, y en la Segunda Guerra Mundial, Stalin necesitó del apoyo de la Iglesia para poder ganar a los nazis, y para ello, el primer paso fue reconocerla nuevamente al llegar a la conclusión de que el patriotismo ruso no se vertebraba apenas con la revolución sino mucho más con la cultura heredada de la ortodoxia, y permitió la reapertura de iglesias, monasterios, colegios y escuelas de teología.
  Tras la Gran Guerra, volvió el modelo bolchevique con más persecución, y durante unas cuantas décadas, el área ortodoxa de la Europa del este estuvo presa de la dictadura de Moscú. Pero la ortodoxia sobrevivió también al orden comunista mundial y en los años 90 del siglo XX tras el colapso soviético, en la era Gorvachov, el comunismo perdió su poder emocional y entusiasta, y este vacío lo volvió a llenar de nuevo la ortodoxia recuperando su lugar en la vida cotidiana rusa y en los países ortodoxos sometidos al comunismo durante décadas tras la Conferencia de Yalta.
  En 1988 se creó una organización pública para reconstruir la Catedral de Cristo Salvador y sede del Patriarca de Moscú, con suscripción popular que aglutinó a miembros de la iglesia, científicos, escritores, artistas, creyentes y al presidente Boris Yeltsin y al alcalde,  comenzando su reconstrucción en 1994. Nuevamente la ortodoxia había sobrevivido a las amenazas, y esta vez, se había consolidado y renacido en el país con el mayor número de fieles ortodoxos del mundo.