Breve recorrido histórico.
El mito es un relato de algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado impreciso e inverosímil. Los
presocráticos entrelazaron
mythos y
lógos como un esquema racional en el que primero fue el mito. Los sofistas separaron el mito de la razón, pero le dieron al relato mitológico, envoltura filosófica.
Platón consideró al mito como esa
poesía a la que combatió y que nuestra
María Zambrano revitalizó, y llegó a la conclusión de que era necesario para encajar su doctrina del alma, del mundo y de Dios.
El término
lógos podriamos traducirlo como palabra, expresión, pensamiento, concepto, discurso, habla, verbo, razón, inteligencia... Para el griego, el
lógos es un principio abstracto, ordenador, inmanente; para el cristiano es una realidad concreta, creadora, trascendente, comunicativa y espiritual.
La
Gigantomaquia mitológica nos narra que
Athos era un gigante tracio que desafió al dios Poseidón arrojándole una montaña y haciéndolo caer al mar Egeo, y el dios a su vez consiguió derrotarlo y enterrarlo vivo en la montaña que lleva su nombre. El logos de todos estos episodios, simboliza el triunfo de la razón, el orden y la Ley, frente al caos, la barbarie, la ignorancia y la crueldad.
Si el mito y el logos terminan racionalizando una
weltanschauung, una concepción del mundo en nuestra
cultura grecolatina y
judeocristiana, la tradición
cristiana ortodoxa culmina la narrativa afirmando que la
Virgen María desembarcó en el 49 en la costa oriental de la península cerca del
Monasterio de Iviron junto a San Juan porque una tormenta desvió la embarcación cuando navegaban para visitar a Lázaro resucitado en Chipre.
La tradición es algo que se hereda, que forma parte de un sistema de creencias, y al igual que los misterios no se re-velan sino que se des-velan, la tradición
no busca prueba sino que aprueba el relato de generación en generación. En el momento en que la
Theotokos pide a su Hijo que Ágios Óros se consagre a ella, se escuchó una voz: "Que este lugar sea vuestra herencia y vuestro jardín, un paraíso y un cielo de salvación para los que buscan ser salvados", momento en el que la estatua de Apolo se derrumbó proclamando que era un falso ídolo y que había que convertirse al cristianismo.
El nombre de
Montaña Sagrada se establece a mediados del siglo XII. Más concretamente, en una crisóbula (edicto imperial) del emperador
Alejo I Comnemo al
Santo Monasterio de Megisti Laura en 1144. El monasterio es reconocido definitivamente y se le asigna el nuevo nombre a la montaña, como se indica en el texto: «De ahora en adelante, el nombre de Athos será Montaña Sagrada para todos».
Ya en el siglo IV había monjes en la península. En el año 866,
Ioannis Kolovos fundó el primer centro monástico,
Megáli Vígla. A partir de entonces, el Monte Athos se convirtió en tierra de vida eremítica. En el año 833, se acredita cierta organización comunitaria como lo demuestra la emisión de un documento sellado de
Basilio I, que regularizaba los asuntos de la península, pero fue San Atanasio, quien desde mediados del siglo X, cataliza el desarrollo cenobítico, fundando el Monasterio de Megisti Laura. Los esfuerzos del santo fueron confirmados por el
Typicon, emitido por el emperador
Juan I Tzimiskes en 972, y posteriormente por el emperador
Constantino IX Monómaco en 1405, cuyo objetivo era organizar la administración del Monte Athos.
Desde Bizancio, la fe ortodoxa se extendió por los Balcanes, y monjes procedentes de otros países ortodoxos como Rusia, Rumanía y Serbia llegaron al Monte Athos para fundar monasterios. Monjes georgianos fundaron el monasterio de Iviron (976), serbios el de Hilandar (1197) y búlgaros el de Zographou (1270). En los dos primeros siglos de ese período, se fundaron más de 180 monasterios que albergaban al menos a 20000 monjes. Algunos emperadores mandaron construir monasterios, mientras que los gobernantes de las tierras danubianas, los zares de Rusia y muchos patriarcas se convirtieron en mecenas y benefactores del Monte Athos.
Tras la caída de Tesalónica en 1430 y posteriormente de Constantinopla en 1453, el Monte Athos fue conquistado por los otomanos. Durante la ocupación turca, especialmente en los siglos XVII y XVIII, fue el centro espiritual del helenismo. Su desarrollo se vio truncado con el estallido de la Revolución en 1821, a la que los monasterios contribuyeron de diversas maneras. El dominio turco del Monte Athos se extendió hasta 1830. Tras el fin de la Revolución, el Monte Athos entró en un nuevo período de prosperidad, que perdura hasta nuestros días.
En 1832, se culmina la Guerra de Independencia, si bien Athos se mantendrá bajo el control turco hasta que con la guerra de los Balcanes en 1912 pase definitivamente a manos cristianas. Tras la Primera Guerra Mundial se reconoce la soberanía griega sobre la península y su estatus de autonomía. En la Segunda Guerra Mundial, Hitler se erige en protector de Athos, permitiendo a los monjes mantener su vida monástica. Concluida la Segunda Guerra Mundial, se produce una guerra civil entre 1946 y 1949 tras una insurrección comunista en la que vencieron los anticomunistas y que permitió a Grecia asentarse en el bloque occidental y entrar en 1981 en la Unión Europea. Desde esa fecha, ha financiado la reconstrucción del patrimonio cultural y se ha incluido el estatus jurídico por el que se prohíbe a las mujeres su entrada y la de no seguir el Acuerdo de Schengen. En 1988 la Unesco declaró a Ágios Oros patrimonio de la humanidad.
El Monte Athos posee un estatus legal único que lo convierte en un territorio autónomo del Estado griego según el Tratado de Lausana que entró en vigor el 6 de agosto de 1924 firmado por Grecia, Turquía y las naciones aliadas de la Primera Guerra Mundial y que estableció las fronteras de la Turquía moderna. Espiritualmente se encuentra bajo la jurisdicción del Patriarcado de Constantinopla y supervisado por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
En el Monte Athos hay veinte monasterios, diecisiete de ellos griegos, uno ruso, uno serbio y uno búlgaro. La administración del Monte Athos la llevan a cabo anualmente los veinte representantes de los monasterios que conforman la Santa Comunidad.
En 1963 se celebró el aniversario del Milenio del Monte Athos con esplendor bizantino, el último gran acontecimiento en la historia del Athos.

"El deseo del hombre religioso de vivir en lo
sagrado equivale, de hecho, a su afán de situarse en la realidad objetiva, de no dejarse paralizar por la realidad sin fin de las experiencias puramente subjetivas, de vivir en un momento real y eficiente y no en una ilusión. Tal comportamiento se verifica en todos los planos de su existencia, pero se evidencia sobre todo en el deseo del hombre religioso de moverse en un mundo santificado, es decir, en un espacio sagrado." (
Mircea Eliade -
Lo sagrado y lo profano-)
No hay espacio para lo
profano en Athos. El hombre
areligioso que ha desacralizado el mundo para quien el espacio es algo homogéneo, se encuentra con lo sagrado en cada rincón de la Montaña como una porción cualitativamente diferente a la de su vida cotidiana. Todo allí es silencio, misterio y Espíritu. La campana no es un instrumento de percusión idiófono, sino el sonido que regula la vida en el monasterio, la celda de acogida no es una mera habitación sino un espacio de reflexión, los inciensos en los oficios no son meros olores, sino simbología sagrada, el balanceo de las velas simboliza la presencia de los ángeles, y así podríamos seguir...
Los monasterios se rigen por el
calendario juliano que en relación con el nuestro se encuentra desfasado en 13 días y mantiene el uso bizantino de contar las horas de cada nuevo día a partir de la puesta del sol del día anterior. Las cinco de la mañana para nosotros son la hora novena.
La liturgia en los monasterios es la fiesta de la unión del hombre con Dios, los ángeles y los santos, fiesta celeste eterna celebrada en la tierra. Los monjes pasan del katholicón al refectorio porque las cosas celestes y las terrestres no están separadas como realidades extrañas sino que se compenetran, la una se encuentra en la otra y toda actividad terrestre encierra una parte celestial.
La piedad de los monasterios sacraliza lo cotidiano y la comida en común es como una degustación previa de la eternidad, tal y como será en la eterna Jerusalén en la Casa del Padre, y es el mismo banquete y ritual que realizaban los primeros cristianos después de la celebración de la Liturgia.
Los establecimientos monásticos que conforman la comunidad se dividen en seis categorías: monasterios, sketes, keliás (celdas para monjes), kathísmas (residencias para un solo monje cerca de un monasterio) y hesychasterias (lugares de retiro de difícil acceso dedicados a la oración). La vida diaria de los monjes se divide en tres partes: ocho horas de estudio y oración privada, ocho horas de trabajo y ocho horas de descanso. Además de la oración, deben contribuir a la comunidad monástica a la que pertenecen. Cada uno asume una tarea, o diakónema, todas esenciales para el buen funcionamiento del cenobio. Se rigen por la Regla de San Basilio que regula la vida del monje orientada a la oración y al trabajo como expresión de pobreza y caridad, la cual se entiende como un servicio a la comunidad.